¿Por qué Occidente pierde guerras?

Gérard Chaliand es un aventurero armenio-francés, geopolitólogo, especialista en guerras irregulares, que exploró el mundo y los conflictos de los últimos sesenta años como partícipe-observador: de Guinea Bissau a Vietnam del Norte, pasando por Colombia, también se involucró en Medio Oriente viajando frecuentemente a Afganistán, Irak y Siria. A partir de sus experiencias junto a los insurgentes de estos cuatro continentes, Gérard Chaliand publicó una treintena de libros, incluyendo su famosa «Antología mundial de la estrategia » y, más recientemente, el ensayo «¿Por qué perdemos la guerra?» y «Memoria de mi memoria» presentado en abril pasado en Buenos Aires. Según él, la violencia no es un concepto, sino en primer lugar una experiencia de campo, inevitablemente dura. Todo esto se refleja en una expresión afilada y directa, lejos de los comentarios tibios de algunos estudios de los medios de comunicación.

Traducción por Adriana Monzón, Daniel Chaves (revista Huellas suburbanas) y François Soulard (Foro por una nueva gobernanza mundial) de la entrevista realizada por Adrien Mideau publicada en Le Comptoir el 24 de mayo 2017.

Escribís que la guerra irregular, la guerra de guerrillas y/o el terrorismo es una «guerra asimétrica entre un fuerte y un débil.» En tu libro ¿Por qué perdemos la guerra? tu respuesta es que «la guerra irregular no se gana en un plano estrictamente militar. Se desarrolla sobre todo mediante el control administrativo de las poblaciones. En ello radica el fracaso occidental de los últimos cincuenta años, de Vietnam hasta hoy «. ¿Qué se entiende por el «control administrativo de la población»?

La guerrilla, tal como fue practicada por ejemplo por los españoles entre los siglos XVIII y XIX ha sido analizada por Carl von Clausewitz. Este último plantea que la guerrilla es ante todo un acoso, el desgaste de un adversario basado en la movilidad, con un rechazo de la confrontación frontal. En definitiva, se trata de debilitar un ejército regular con tropas irregulares.

Entre 1936 y 1938, Mao Tse-Tung va a replantear esta cuestión de la guerrilla. Plantea que su ejército no apunta estricta y únicamente al debilitamiento del adversario, sino que busca tomar el poder. Ahora bien, para tomar el poder, hay que tener los cuadros que se inserten lo más profundamente posible en las estructuras populares. En China, lo esencial del proletariado fue diezmado en los años 1925-1927 por las insurgencias urbanas. Por lo tanto, se trataba de llegar a entrenar el campesinado pobre, que en China es considerable, y decirle por qué y cómo luchar. Es un proyecto a largo plazo donde los cuadros deben integrar los pueblos. ¿Cómo? En primer lugar, formando a los cuadros para que hablen el idioma de la comunidad. Ernesto Che Guevara en Bolivia por ejemplo, sólo hablaba español en áreas indígenas donde el español no estaba incluido y donde además era el idioma del opresor. Esto lleva un proceso largo que tiene que ver con convertir su debilidad en fortaleza a lo largo del tiempo.

Mao Tse-Tung y su ejército lo logran conociendo un poco el entorno, apartando a los agentes del enemigo, es decir aquellos que trabajan para el Estado o la potencia extranjera. Luego, cuando se vuelven lo suficientemente fuertes, con un poco de coerción, establecieron nuevas elecciones para cambiar las estructuras existentes. Estas pueden ser de dos tipos: por un lado la estructura del Estado opresor o del extranjero; por otro una estructura tradicional, una sociedad conservadora. Ahí se superpone otra estructura, con los militantes que están dispuestos a cambiar las estructuras sociales, debido a que tienen un interés en hacerlo. Mao Tse-Tung y su ejército insistirán en que no sea sólo un mundo de hombres sino también de mujeres – «la mitad del cielo» como decía Mao. Se organizan las elecciones con tres hombres y tres mujeres como representantes, junto a la movilización de jóvenes. Estos comenzaron a formar la milicia local mientras que los representantes debían garantizar una producción suficiente para alimentar a los guerrilleros. De hecho, se trata de substituir el Estado, es decir ese Estado que en principio controla a los pueblos.

Un ejemplo actual, hoy en día, es Afganistán, desde los años 2007-2008, donde la justicia está administrada por los talibanes en los pueblos. Desde el momento en que un grupo determinado hace cumplir la justicia, el Estado pasa a ser el que administra la justicia. Esto se llama control administrativo de la población. Justamente, el control administrativo de la población es una carencia de los estadounidenses en Afganistán. En primer lugar, porque los americanos no conocen el idioma. Luego porque los hombres son generalmente poco populares: son agentes extranjeros y además son corruptos. Cuando uno tiene un gobierno corrupto cada vez más al servicio de los extranjeros, posee dos desventajas serias. En estos casos, el control administrativo no funciona.

¿Es posible todavía para las potencias militares occidentales controlar administrativamente a la población, mejorando, por ejemplo, la formación de los cuadros militares? O ya es demasiado tarde?

Es tarde, por distintas razones. Primero, hace cuarenta o cincuenta años que no triunfan. Uno puede ganar una batalla, pero no han ganado ninguna guerra. El adversario que antes no conocía el campo occidental hoy lo conoce demasiado. Sabe cómo manipular los medios de comunicación. En segundo lugar, ¿por qué se duda en enviar tropas a los combates? Porque hay perdidas humanas que no son más aceptables en la opinión pública occidental. No sólo porque las sensibilidades han cambiado, sino también porque demográficamente la población occidental no es numerosa.

La población envejece. En Occidente, comenzamos el siglo XX con el 33% de la población mundial viviendo en el hemisferio norte, es decir desde Vancouver hasta Vladivostok. Ahora es del 15% con un 85% de la población mundial viviendo en otro lugar. Cuando empecé a ir a Afganistán en abril de 1980, el país contaba con 15 millones de habitantes. Hoy, 37 años después, supera la barrera de 30 millones de habitantes. Los afganos han logrado duplicar su población luego de 30 años de guerra.

En el año 2014, el Estado Islámico estaba en su apogeo con la captura de Mosul. Había una dramatización del horror, retomando el método de los mongoles para tratar a las poblaciones. Era bastante inédito. En el pasado, cuando se hacían atrocidades había que esconderlas. El Estado islámico hace lo contrario: las muestra para aterrorizar. Los mongoles aterrorizaban porque no eran numerosos. Antes de llegar a un pueblo, había que generar miedo en los habitantes. Ahora la situación cambió: el Estado islámico esta realmente perdiendo Mosul y sus territorios. Perdieron la gran frontera simbólica entre Irak y Siria. Y mañana van a recibir una paliza.

Pero de ahí pensar que las fuerzas occidentales pueden de nuevo hacer algo en el terreno… ¡No! Los estadounidenses han caído en este engaño en el 2003, cuando querían remodelar el Medio Oriente. Fue un fiasco total debido a que han marginalizado completamente el grupo que lo encabezaba, los sunitas, cosa que Bush padre había tenido la inteligencia de no hacer dejando a Saddam Hussein, debilitado pero en el poder. En el terreno, los sunitas no soportaban ser marginalizados. Ellos creen que los chiítas son herejes. Luego están los kurdos que no son árabes y que los sunitas además enfrentaron durante medio siglo. Los sunitas siempre han estado en el poder: se consideran no solo como un grupo religioso sino también como un grupo político de liderazgo, políticamente hablando.

El programa de Trump presagiaba algún aislacionismo como una solución potencial. Sin embargo, los ataques americanos con misiles en Siria el 6 de abril de, 2017 en respuesta al ataque químico atribuido al régimen de Bashar al-Assad parecen ir precisamente en contra de este aislacionismo. ¿Hay una estrategia clara y coherente por parte de la administración de Trump en el tema sirio?

En primer lugar, hay que distinguir entre lo que se anuncia y lo que se hace. Donald Trump dice muchas cosas y, en la práctica, se trata de un presidente que no está familiarizado con las relaciones internacionales. Afortunadamente para él, está rodeado por cuatro personas que son inteligentes: los Gral Mattis, McMaster y Kelly junto con Rex Tillerson, el ex-jefe de ExxonMobil.

En la práctica, ¿qué ocurrió en torno a estos disparos de misiles estadounidenses? Al-Assad había usado armas químicas y mató a 70 a 80 personas. Hay que admitirlo: no es Hiroshima. Doy una cierta interpretación: cuando el líder sirio mata a 70 a 80 personas, asusta a millares de sunitas en pos de no volver a verlos. Buscan sustituirlos por la población chiíta. ¿Y quién le ayudará en esto? Irán. Ellos trajeron los chiítas de Pakistán, Afganistán e Irak. Están tratando recomponer, en términos religiosos, un desequilibrio menos desventajoso para los chiítas.
Por otra parte, estos 59 misiles estadounidenses no han logrado generar mucho impacto. Trump muestra gestos que Obama no hizo. Esto se llama gesticulaciones. Hizo su publicidad de alguna manera. Hay que percibir esta gesticulación con calma. Los medios de comunicación son vendedores de angustia.

Hay una coincidencia entre la política exterior francesa y americana en el tema sirio. Dijiste en una entrevista para el diario La Croix que si ambos países no son compatibles con el régimen de Bashar al-Assad es también para evitar de ofender a los dos principales socios económicos que son Qatar y Arabia Saudita, hostil al régimen sirio. Afirmas que «los recursos financieros de estos dos países no son ilimitados.» En tu opinión, en el caso francés, ¿por qué la política exterior carece tanto de estrategia de largo plazo?

Están actuando con parches. En Francia, se necesita dinero y hay que vender. Se vive un poco el día a día. Al tener un 1,1% de crecimiento económico anual con más deuda que hace diez años, se ven obligados a hacer concesiones. Por lo que se han vendido a aliados «ambiguos». Por otro lado, si los saudíes iban a caer ¿quién hubiera aprovechado de su caída? Los islamistas. Hubiese sido peor. Navegamos en aguas complejas.

Hablas mucho del crecimiento económico. Pero no es una ilusión creer que toda política esta basada en el crecimiento económico cuando este último sigue bajo en muchos países industrializados como Francia desde principios de los 80?

Depende dónde. Alemania progresó porque hizo reformas necesarias para reactivar la dinámica interna. En Francia, no se hizo nada. Los franceses resultaron ser de un conservadurismo fabuloso. Somos impostores de la revuelta. Las personas que toman las calles lo hacen sólo para defender los derechos adquiridos. La reforma de la legislación laboral, que debería haberse hecho antes, cuando François Hollande proclamó el matrimonio para todos.
Hay una falta de dinamismo. Y la gente es pretenciosa además. Que uno sea arrogante en el 1912, en el 1918 o en el 1920 porque todo el mundo iba a Francia para pintar, enamorarse y escribir su libro, está bien. Luego, en 1940, fue una paliza tremenda y creo que no fue bien asumida. Charles de Gaulle lo ha hecho olvidar. Los franceses se habían caído como enanos. Resistimos una semana más que el ejército belga. Es algo que hay que hacer recordar a los franceses.

Hace ya treinta años que se viene con pendiente abajo. La capital de Europa, hoy en día es Berlín. La capital financiera es Londres. París se convirtió en un espléndido museo cultural.

Sin embargo, Francia nunca ha sido tan rica como en la actualidad . El problema sería más bien la creciente brecha entre una élite cada vez más rica y el empobrecimiento de la población, las clases populares y las clases medias?

Es cierto, coincido. Las desigualdades han aumentado en gran medida. Es indiscutible. Las desigualdades eran terribles en el principio del siglo pasado. ¿Cuándo se absorbieron estas desigualdades? Básicamente, a partir del 1936 con el Frente Popular y luego, por supuesto, con la amenaza soviética. Con un 25% de los comunistas en Italia, 25% en Francia, los empresarios tuvieron que hacer concesiones mediante la compra de la clase obrera para evitar que se mueva. Ahora que todo esto ha desaparecido, el empresariado no tiene más molestias. Para mi la clave está ahí.
Los Estados Unidos se encuentran en una desigualdad aún mayor. El mito americano según el cual había que sudar para ser exitoso se acabó.

¿Cuáles son las razones por las que el Estado islámico está condenado a perder?

En primer lugar, porque son perturbadores. No están en el poder en ningún lugar. En segundo lugar, cuando estaban en el poder, en Sudán o Afganistán, a excepción de la longitud de la barba, el velo sobre los cuerpos o la prohibición de escuchar música, ¿qué han hecho? Nada. Con ellos, nunca he oído la palabra «trabajo». Es una palabra que no se utiliza. Al margen de cavar pozos para protegerse de las bombas. Es anecdótico. Son moralistas, en el sentido más estrecho y no tienen ningún programa económico. No se vive de ideología. Los únicos que podrían parecer un poco distintos eran los turcos, con el surgimiento de un islamismo democrático. Pero al final se reveló quien es Erdogan, es decir lo que siempre ha sido: un sunita militante, hermano musulmán. Ganó con el 51,4% de los votos porque manipuló el 80% de la televisión. En una votación regular hubiese sacado el 48%.

El Estado islámico y sus seguidores creen en una umma (1), lo cual se convirtió en gran parte en una ficción. Hay personas que se sienten musulmanes de Marruecos a Indonesia. Pero, ¿quién se siente solamente un musulmán y no un marroquí o un indonesio? La idea nacional ha hecho su camino en un siglo. Es así. En 2014, había una cierta oleada después de la caída de Mosul, el poder del Estado Islámico estaba a punto de alcanzarse. Ahora el número de hombres movilizados en el Estado islámico se reduce considerablemente. Es normal: las dificultades desaniman. Por lo que no creo en absoluto en su victoria. Ellos venden humo y tiene un cierto efecto. ¿Quién puede decir que lo que venden no existe? Es como discutir si Dios existe o no. No podemos discutir sobre ello: es una cuestión de fe. Si un hombre tiene fe, es inútil para convencerlo. Es por eso que la «desradicalización» no la creo absolutamente. Hay una «desradicalización» muy famosa: un personaje que estuvo en Guantánamo, fue liberado, llegó a Arabia Saudita donde se radicalizó, y ahora es jefe de Al-Qaeda en Yemen, Nasir al-Wuhayshi. Se le llama el «bruto». Este es un ejemplo de desradicalización.

Decís que África subsahariana constituirá en el futuro una fuente de inestabilidad favorable a la ideología islamista.

Las zonas propensas son las que se desarrollan mal, que están densamente pobladas. Un ejemplo es Bangladesh. Casi nunca se habla de este país en los medios, pero el islamismo está creciendo en este lugar. África, desde el punto de vista demográfico, se duplicará en los próximos quince años. Sin embargo hay muchos problemas: primero, no hay trabajo; segundo, la educación es deficiente; tercero, los beneficios del crecimiento se concentran en ciertos bolsillos y se envían inmediatamente a los paraísos fiscales. Cuando se tendrá el doble de la población, es decir muy pronto, habrá enfrentamientos entre los musulmanes – la mayoría en África occidental y oriental – y los no musulmanes.

Cuando Francia intervino en la República Centroafricana para canalizar una confrontación de esa manera, era relativamente factible. ¿Pero qué va pasar cuando irrumpa en seis o siete países a la vez? Los medios de Francia son limitados. Ya está en la máxima extensión de su fuerza. El futuro de ese lado parece difícil. ¿Y quién va querer 200 millones de inmigrantes procedentes de África? Nadie.

¿Cómo se explica esta falta de perspectiva desde los medios de comunicación sobre el Estado islámico?

En primer lugar, los periodistas viven de eso. Venden angustia y se vende bien. Se especula con esto porque al fin y al cabo se vive en una sociedad del espectáculo. En Europa, la tragedia esta ocurriendo en otro lugar. De vez en cuando, estamos atacados colateralmente. Hay estadísticas muy interesantes publicadas el año pasado: el 97,5% de los ataques tuvieron lugar fuera de los países occidentales. En resumen, para los europeos, es un espectáculo. Cuando hay ataques, se cree que se trata del apocalipsis. Shakespeare había dicho que la prosperidad y la paz producen cobardes, es decir miedosos. Atravesamos un largo período de paz – lo cual me hace personalmente muy feliz – pero la gente se ablanda.

¿Por qué tanto miedo a todo en Occidente, y en particular en Francia?

Como ya he dicho, este es el precio de la paz y la prosperidad. También es el envejecimiento de la población que produce el conservadurismo. La humanidad busca la seguridad, por desgracia, a toda costa. Le huyó a todo esto porque para mi es el comienzo de la muerte.

Fui a Rusia con frecuencia. Los muchachos rusos se acuerdan del período soviético. Si uno no estaba en la política, estaba seguro de poder subsistir. No estabas bien alojado, pero te dejaban tranquilo. No trabajabas demasiado y te sentías seguro de mantener tu trabajo. Salvo estar de acuerdo para vivir en una mediocridad relativamente pobre, había una seguridad total. Cuando el sistema se derrumbó, fue muy brutal. Vi la caída del rublo. Vi las mujeres viudas que trataban de vender la biblioteca de su difunto marido. Era repugnante. Todo porque Yeltsin fue muy mediocre. Entiendo totalmente que cuando Putin comenzó a corregir la situación fue bien percibido. Por fin, un político que decía: «Hemos perdido la chaqueta, luego la camisa y ahora nos quieren quitar los pantalones… es mucho! «. Esto no le impidió perder en Ucrania. Otra cosa que no está señalada.

Se cree que los occidentales son los únicos supuestamente objetivos, mientras en realidad son los demás que los manipulan. Y los occidentales también son manipuladores: los derechos humanos tienen una geometría variable; los asesinos pueden estar en otro lugar, pero los hipócritas son los occidentales. Cuando mataron a Gaddafi sin ningún mandato para hacerlo: había un mandato para defender a la población de Bengasi. Este líder fue asesinado. Si los chinos o los rusos lo hubieran hecho, hubiese generado un escándalo terrible. Debemos ser lúcidos y mirarnos en el espejo.

¿Esta fascinación por la violencia del Estado islámico demostrada por su manejo de los medios, remite a la represión de la violencia que hemos implementado durante las últimas décadas en las sociedades europeas?

Algo de eso hay, sin duda. Pero las sociedades europeas están enfermas de sentimentalismo: no pueden soportar nada. Hay personas para quienes la violencia es un concepto. La violencia no es un concepto. Si hablas con personas que pasaron del banco de la escuela a la silla de la oficina, nunca han recibido una bofetada en sus vidas. ¿Piensas que tomarán decisiones políticas valientes? No lo creo.

Para mí, el coraje es la mayor virtud: hay un coraje físico, pero no es suficiente. También está el coraje intelectual. En el tercer mundo, no hay necesariamente mucho. Hay mucha tradición. En los islamistas, se aprende la tradición y se repite, se repite. ¿Dónde esta la función crítica? Y luego viene el coraje moral: se distribuye de forma desigual. En los principios morales básicos, la humanidad se balancea entre lo bueno y lo malo. Se sabe más o menos lo que significa cada uno gracias a la influencia de las religiones monoteístas.

Has tenido una carrera de profesor invitado en muchas universidades extranjeras sin ningún apego a Francia. ¿Cuál es tu opinión sobre esta carrera inhabitual?

No he realizado una carrera, hice una vida. Paso a paso, sin disponer de ninguna garantía. Al final, trabajé dos años como director de un Centro Europeo de Estudios del Conflicto. Durante los últimos 55 años he sido un aventurero. Hice una treintena de oficios diferentes cuando tenía entre 18 y 35 años. Empecé a ser invitado porque tenía una experiencia que otros no tenían. Estuve en Guinea Bissau, con los palestinos, con los vietnamitas. Al llegar a los EE.UU. con todo eso, es único. Y los militares nunca habían estado del lado insurreccional mientras yo estuve siempre – con una o dos excepciones, con la insurgencia.

Los países que se independizaron de las potencias coloniales en los últimos cincuenta años han sido capaces de hacerlo como lo escribe, a través de la movilización de las ideologías como el nacionalismo y el comunismo. Todos estos países están incrustados en la globalización económica. El comunismo estando marginalizado, ¿qué queda de una ideología como el nacionalismo para desafiar a la globalización económica? También podemos ver otras ideologías a la izquierda del espectro político que surgen en estos países en vías de desarrollo.

Las dos naciones más poderosas en la actualidad – los Estados Unidos y China – son de un nacionalismo delirante. Los vietnamitas, una pequeña nación de 80 millones de personas, son nacionalistas, con una élite de “déspotas ilustrados”. Vencieron a los franceses. Vencieron a los estadounidenses. Se pusieron de pie frente a los chinos. No culpan a los franceses a diferencia de los argelinos que están lloriqueando. Se aliaron con los americanos que los han bombardearon como nunca porque se dieron cuenta de que el enemigo estaba ahora en el norte: en China. Y generan un 7% anual de crecimiento económico. Me saco el sombrero. Yo digo «eso es una élite de déspotas ilustrados que saben a dónde van». En comparación, los muchachos del Estado islámico son unos payasos.

Para las ideologías de izquierda, veo sobre todo huecos. Mucho se ha consumido. Hay un momento de cansancio entre la ilusión lírica y el reflujo. Vivimos tanto en el sueño que en la realidad. Pero las cosas van a volver… También veo a países pequeños que tienen un desarrollo económico y democrático interesante, como Uruguay. Es un país que apuesta entre otras cosas sobre la educación de la juventud. Chile y Bolivia también son interesantes. Argentina es más heterogénea.

De todos los conflictos en todo el mundo donde te involucraste como partícipe-observador, Vietnam te ha impresionado más. Retomas en tus memorias “La punta del cuchillo”, una consigna que has oído en ese momento: «Cuando estás preparado para lo peor, siempre mantienes la iniciativa.» ¿Nos puedes contar un poco más?

Estas son frases que no se pueden olvidar, jamas. Pero esta frase es particular a una época. Es como con los ingleses durante los bombardeos del Blitz Krieg. No se puede recurrir a ella todo el tiempo. En ese momento, los vietnamitas se encuentran con la espalda contra la pared. Dicen «no» sin medir el precio y se organizan con una determinación absoluta. Vi que estaban maravillosamente organizados. Asistí a clases en las escuelas donde los niños bajaban en la zanja cuando llegaban los aviones. Tan pronto cuando la alerta había terminado, volvían para reanudar la clase. Hay países donde hay guerras y donde las clases de pronto se cancelan. Allí no. Se paraban el tiempo necesario. Recordé cráteres de bombas donde los chicos ponían un poco de agua para criar peces. Se adaptaron. Los hombres estaban en el trabajo, las mujeres producían, la movilización de la población era constante. Tuvimos una sociedad tenaz con gente acostumbrada a luchar contra el río, que hacía diques cada año para domesticarlo.

Este es un pueblo que tiene el hábito de la cohesión, de luchar juntos contra la naturaleza. Nada que ver con el Nilo y los egipcios, por ejemplo donde el río sale, riega y vuelve. No tienen nada que hacer. Genera una mentalidad diferente. Los egipcios lo entendieron cuando Nasser envió a luchar contra los yemeníes, combatientes duros porque son montañeros.

Los vietnamitas no eran solamente marxista-leninistas, sino también nacionalistas: pensaban que los estadounidenses no tenían nada que ver en su suelo y que lo iban a defender. Me gustó. Me sentí como en casa. Negarse a ceder. He visto reconstruir puentes con barcos en los que se asentaban las vigas y enseguida eliminarlas para evitar que sean fotografiadas por los estadounidenses. Había que aguantar, sostener, aguantar. Me di cuenta de que encajaba con mi temperamento: me recordó mi tío, el que murió con las armas en la mano en Hadjin en Armenia, o la estatua que se encuentra en Cartagena en Colombia. El gobernador local, Blas de Lezo, había eliminado la mitad de las tropas británicas. La gente le hizo una estatua que se parece a como estaba al final de su vida – con un ojo, un brazo y una pierna – y anotó lo que había declarado al almirante Inglés «Aquí no se rinde nadie».

Escribís: «El hecho de que las víctimas de ayer pueden convertirse en verdugos es una mirada optimista sobre la capacidad de recuperación de la especie humana”. Pudiste verificar esta lección de realismo político en la mayoría de los conflictos en que te involucraste como partícipe-observador?

Es un humor negro. Lo practico porque es lo único que permite aguantar frente a la tragedia. De lo contrario, es atroz. Lo peor en términos de crueldad son las guerras civiles. Durante las guerras en la ex-Yugoslavia me habían pedido entrenar militares franceses – yo estaba en la Escuela de guerra en aquel momento. Los militares me decían «No podemos soportar esto en Europa». Les decía: «Pero no están en Europa culturalmente hablando». Cuando cruzan la frontera yugoslava, entran en los Balcanes. Esta es un área donde se les corta todo lo que sobresale a los vencidos. Uno tiene que leer lo que sucedió en 1912-1913 durante las guerras de los Balcanes.

La poesía es, sin duda, una mano mágica que permite salir de esta atrocidad. Al final, todo es trágico. Estoy acostumbrado a las dificultades, pero lo que veo, básicamente es la atrocidad: entre las relaciones de poder y la crueldad desatada o tranquila, en función de las circunstancias, no es para nada lindo. Hay algo maravillosamente trágico en la poesía. Y es, sobre todo, el uso más bello de las palabras. Lo que queda es la parte mágica: la poesía, la literatura. Van a seguir leyendo a Shakespeare, pero no van a leer a un autor que escribió un libro de historia en el siglo XIX. O sino haces una obra maestra como Alexis de Tocqueville. Es raro. Sus análisis sobre América todavía siguen vigentes. Stanley Hoffmann era en absoluta admiración con su obra. En comparación, es como si vos lees Tucídides para entender el fenómeno de la guerra.

Por último, el siguiente verso de tu colección “Fuego nómada y otros poemas” son los que te definen? «Precaria ha sido siempre la vida. / Camine derecho en el viento del riesgo / Todo se gana aceptando perder. «

Sí. Y hay algunas líneas que he resaltado en el libro: «No aposté mi vida a medias / Puse todo en la balanza / bebí en todas las fuentes del camino / más de lo debido, he recorrido más caminos / Andaré hasta caer de un solo golpe / fuego nómada, de la noche a la noche”.

(1) La umma es la comunidad de creyentes del islam que comprende a todos aquellos que profesan la religión islámica, independientemente de su nacionalidad, origen, sexo o condición social https://es.wikipedia.org/wiki/Umma_(islam)