
07 Oct No todo lo que es oro… brilla
Vivo en Moldavia, uno de los países más pobres de Europa. Mi mujer y yo trabajamos acá hace casi un año y medio. Algunos meses atrás me reuní con mi jefa para contarle que mi compañera está embarazada y que a finales de noviembre recibiremos en nuestra familia a una nueva integrante. Después de las sinceras felicitaciones y deseos de bienestar pasamos a hablar de temas estrictamente laborales y legales, más específicamente de la reorganizacion del trabajo ante las temporales bajas de maternidad y de paternidad . Fue entonces cuando recibí la primera de las tantas noticias que me hicieron pensar «Y claro, vivo en uno de los países más pobres de Europa, no podés pedir tanto»
La información que recibí fue que mi baja de paternidad sería tan solo de 10 días laborales. Dos días al nacer el bebé y los otros 8 días cuando el empleador desee dentro del siguiente medio año. En España la baja de paternidad es obligatoria y dura dos meses seguidos.
El empleador añadió, «Tienes mucha suerte, porque hasta el año pasado la baja de paternidad en Moldavia era de solo un día» Plop, diría Condorito.
Pero esto no fue lo único. Cuando llegamos al país nos enteramos que no existen la Salud ni la Educación Pública: todo es privado. Si querés estudiar Psicología, por ejemplo, te tenés que endeudar de por vida y no existe ninguna alternativa avalada por el Estado. Si te enfermás y tenés que ir a Urgencias lo primero que te piden es tu Seguro Privado de Salud y luego te envian la factura a casa. Un analisis de sangre cuesta, al cambio argentino, unos 50 mil pesos. Si sos pobre, te rompés una pierna y no tenés Seguro Privado de Salud, te jodés. En realidad, sin Seguro Privado de Salud ni siquiera te dejan entrar al país.
Algunos ejemplos más antes de romperles la cabeza con un dato esclarecedor: en Moldavia solo podés tirar la basura en Bolsas Oficiales del Estado (que salen carísimas), el matrimonio entre personas del mismo sexo era ilegal hasta el año pasado, no hay campañas anti tabaco y no existe ninguna paga adicional a tu salario. A fin de año la empresa para la que trabajamos nos vendió como buena noticia un bono extra equivalente a un sueldo: todos festejaban asombrados mientras yo pensaba «eso se llama Aguinaldo»
Pero bueno, es Moldavia, uno de los países más pobres de Europa.
Pues no, mi Querido Lector: en todos los párrafos anteriores estuve escribiendo sobre SUIZA.
Suiza, ese país perfecto con vacas de Milka y Heidis bailando; Suiza, chocolates y cuentas offshore para ex Presidentes; Suiza, ese país que los lectores de Clarín y La Nación adoran amar y comparar con la mierda de Argentina; Suiza, donde venís con un contrato que a ellos les cierra o te quedás mirando por la ventana cual chiquilín que miraba de afuera como esas cosas que nunca se alcanzan.
¿Quiero decir con esto que vivir en Suiza es malo? Por supuesto que no, seamos sinceros. Se vive bien, no hay inseguridad y mucho menos inflación. Y solo con estas dos variables encontrás una estabilidad que es digna de agradecer. Si lográs un contrato (yo conseguí uno en un Colegio Privado después de años de McDonalds, Supermercados y trabajos de limpieza) te alcanza para llegar a fin de mes, ahorrar algo y vivir una vida tranquila y relajada. Pero lo anteriormente mencionado como perteneciente a Moldavia también existe. Y pasa en Suiza, ese país con el que sueñan los Majules y Leucos y que idealizan todo el tiempo para enmascarar su odio anti patria mientras cobran en dólares.
Como siempre lo importante es el equilibrio y el aprender, como me enseñó mi psicólogo, a no mirar el vaso medio lleno o el vaso medio vacío, sino a mirar el vaso entero.
Crans Montana, Suiza, 01/10/2022