
22 Sep Municipales
Hay escenarios en los que “lo local” tiene la incidencia relativa de ser un detalle del mosaico. Pero para los que fatigamos la calle cotidiana, la dimensión de las medidas que se toman en el pago chico resultan más grandes.
Una de esas decisiones es cuánto ganan lxs trabajadorxs municipales, algo que incide tanto en la calidad de su trabajo al barrer la vereda o podar bien/mal el árbol de tu vereda, como en si opta por hacer negocios por su lado, loteando el cementerio con un “extra”, vendiendo los foquitos de la moto secuestrada o atendiéndote en la ventanilla al público. Del mismo modo que si un intendente, que paga o no la nafta del patrullero, incide sobre la “elasticidad de complicidad” de la (policía) provincial con los narcos del barrio para hacer caja, en los sueldos de lxs trabajadorxs del Estado hay una cuota de calidad del servicio que éstos proveen.
Son la primera cara del Estado local, igual que lxs maestrxs son la primera trinchera estatal, provincial o nacional, algo que no siempre se ve desde el escritorio, pero se siente cuando los padres enojados con lo que les genera el capitalismo enloquecido, se descargan con un sopapo porque le pusieron una nota baja al nene. Algo similar sucede con la salita de salud periférica, que recibe gritos de malestar y la locura ambiente si no atiende una emergencia desde la mirada del afectado y su familia, y no desde la evaluación y priorización médico/técnica.
Tener bien pagos a los empleados municipales se volvió algo secundario para muchxs, confiando la simpatía del electorado más en el cemento para todos, que en la heladera de lxs que deben mantener ese cemento en condiciones todos los días.
Con un horario menor que el del resto de los trabajadores, se considera que el valor de su trabajo es inferior, cuando éste se trata, nada menos, que de garantizar los servicios que nos rodean en primera instancia, al salir a la vereda, al correr a la sala cercana, al buscar renovar la licencia de conducir, entre otras.
Y aquí llegamos, tras capas geológicas de “colocados” por favores políticos varios (no conozco municipios donde se hagan concursos públicos abiertos por puntaje, habilidades u otros criterios) a esta situación de una cantidad de personas que brindan como pueden, a veces sin uniforme o implementos de trabajo, con partes de su sueldo como si fuera un favor (incluso con plus de militancia, ya denunciados por auditorías de provincia de Buenos Aires).
Un panorama de miserias cercanas a la indigencia, sobre las cuales una medida tan necesaria como un bono de 30 mil pesos (medio chango de supermercado) se convierta en una bocanada de aire. Defendemos ese bono (lo venimos reclamando hace mucho desde la CTA y otras organizaciones) pero luego de ordenar el tema de deuda con el FMI (injusticia estructural que nos dejó el macrismo) nuestro ministro habilitó el tema, y el gobierno bonaerense adelantó coparticipación para repartir un poco.
En conversaciones con candidatos locales, escuchamos con énfasis la necesidad de garantizar votos con el recurso del “cara a cara” con los vecinos. Nuestra preocupación está en qué compromisos asume, qué agenda de lo nuevo, en qué se mejorará la gestión local, porque consideramos que no alcanza con poner la cara y defender lo hecho, sino en proponer esperanzas que empujen al habitante común a apoyar la continuidad de un proyecto… que aún ha dado poco.
Sabemos que desde la otra vereda sólo prometen dolor, ajuste sin anestesia, que tienen el mango de la motosierra y nos toca el filo. Por eso hablamos con los nuestros y les pedimos, debatimos, proponemos con humildad, que nos den motivos/herramientas de confianza e ilusiones concretas y posibles.
Una de esas expectativas es cómo mejorarán los sueldos de los trabajadores municipales, por no mencionar cosas más complicadas, como que haya más servicios de colectivos (los resultados de la “eficiencia” empresaria la podemos ver con la frecuencia y la limpieza de sus unidades). O pedirle a las empresas de energía que entierren esos pintorescos cables que adornan los árboles de nuestras veredas, o siembren más árboles, ya que parece que el aire acondicionado de las oficinas de los funcionarios no les da una idea de lo que sufre un paseante, en veranos cada vez más castigadores.
Sabemos que las cuentas no dan, y que muchos no pagan las tasas. Que la solución viene con un fondo provincial o nacional que compense las posibilidades locales. Pero entre las prioridades del uso de esas reservas bien catalogadas por nuestro ministro candidato, de exportaciones récord en energía, industria y productos agrícolas, haya un “guardadito” para poder atender a nuestros compañeros, esos que fueron esenciales en pandemia, y luego olvidados en otras coyunturas.