El mundo dice basta: el 8M paramos todxs

El almanaque dice: 8 de marzo. Si bien esta fecha siempre fue el “día de la mujer”, tal denominación fue cambiando de acepción a lo largo del tiempo, y sobre todo, en los últimos años. Recuerdo que, de pequeña era el día que “se premiaba” a la mujer solo por su género, como un estigma de supervivencia; había quedado relegado todo el contexto político, histórico y social en el que se acuño tal fecha como un acontecimiento particular dentro del calendario mundial.

Wikipedia, uno de los portales más visitados al momento de obtener información rápida sobre alguna cuestión, dice: El Día Internacional de la Mujer, antes llamado Día de la Mujer Trabajadora, debido a la decisión de la ONU de institucionalizarlo en 1975, conmemora la lucha de la mujer por su participación, en pie de igualdad con el hombre, en la sociedad y en su desarrollo íntegro como persona. Se celebra el día 8 de marzo. La primera celebración del Día Internacional de la Mujer tuvo lugar el 19 de marzo de 1911 en Alemania, Austria, Dinamarca y Suiza, y su conmemoración se ha venido extendiendo, desde entonces, a numerosos países. En 1972 la Asamblea General de las Naciones Unidas declaró 1975 Año Internacional de la Mujer  y en 1977 ​invitó a todos los Estados a declarar, conforme a sus tradiciones históricas y costumbres nacionales, un día como Día Internacional por los Derechos de la Mujer y la Paz Internacional[1]. Escueta periodización de la impronta social que ha tenido esta fecha, pero que da cuenta de la toma de conciencia sobre la envergadura de este acontecimiento a medida que fueron pasando los años.

Hoy, en el año 2018, el 8 de marzo no es solo “El día internacional de la mujer”, sino que es el día de la participación de toda la sociedad en su conjunto para buscar la igualdad en las relaciones sociales que forman la gran aldea global. Hoy, el 8M pasó a ser un día de activismo pleno, con paros, movilizaciones y reclamos, justos y merecidos, de ese sector de la sociedad que siempre ha sido relegado y al que se le ha intentado callar durante gran parte de la historia de la sociedad humana. Hoy, se retoma esa primera insignia de la mujer trabajadora, porque las mujeres representamos un gran porcentaje de la clase obrera mundial, el discurso de “el hombre trabaja, la mujer a la casa” ha caído y cada vez se encuentra más enterrado. Hoy, el 8M, es una fecha feminista, una fecha que pone explícitamente en primer plano las desigualdades sociales que dominan las relaciones sociales de producción y de interacción a lo largo y a lo ancho del mundo.

Esta lucha por la igualdad de derechos y oportunidades no corresponde solo a las mujeres, corresponde a todo el colectivo social, o por lo menos a todxs aquellxs a quienes les interese la construcción de un mundo más justo e igualitario. Y en esta cuestión es donde el feminismo se ensancha, se empatiza con todas aquellas minorías que buscan exactamente eso: gays, lesbianas, travistis, queers, bisexuales, transexuales, minorías étnicas y religiosas, ya que si el género no determina el lugar social al que se pretendió destinar a la mujer, la orientación sexual, el color de la piel, las creencias políticas, religiosas o las costumbres de una región, tampoco deberían ser razones para dobleg

She is beautiful when she’s angry

ar a tal o cual grupo particular dentro de la sociedad.

Entonces el 8M se presta como la ocasión justa para poder reflexionar sobre cómo funcionan las sociedades humanas en el mundo y el porqué de la necesidad de explotación del hombre por el hombre. No hay que tenerle miedo al feminismo, es la forma que encontraron las mujeres para repensar las desigualdades sociales a las que se las tuvo sometidas durante tantos años. Y digo “las mujeres” excluyéndome del discurso, ya que para mí, mujer de 28 años, no necesité del feminismo para darme cuenta de la desigualdad que la misma sociedad establecía en relación a los géneros, sino que una vez concientizada esa relación desigual a nivel social, necesité del feminismo como plataforma teórica y práctica para profundizar la toma de acción para dar por tierra las injusticias que conforman el trasfondo de la estructura social que nos envuelve. Esas mujeres que en 1857 salieron por primera vez a protestar por la falta de comprensión hacia que ellas eran trabajadoras en igualdad de condiciones que los hombre, iniciaron un camino de lucha que con pequeñas victorias a lo largo de todos los años transcurridos, nos permiten hoy seguir luchando por  el reconocimiento real y fáctico de nuestros derechos laborales, sociales y civiles, así como también vamos por más, profundizando el cuestionamiento al patriarcado que subyacente en la matriz social, planteando cuestiones como el aborto legal, seguro y gratuito, la violencia de género como un crimen, la instalación del término sororidad como la empatía entre las mujeres (a las que siempre se nos quiso hacer quedar como “jodidas” entre nosotras), entre otras cuestiones. Las batallas se ganan luchando, resistiendo y dando pelea, por más que nos llamen locas o histéricas, aquí hay ovarios que dan batalla y que buscan la igualdad por sobre todas las cosas, y en esa lucha, salimos ganando todxs. Sepan disculpar que este mes la columna cultural no tuvo mucho de cultural, pero de eso también se trata el compromiso social del arte como esfera particular de una comunidad: saber dar el lugar de expresión cuando una causa justa lo amerita, y ésta es una importantísima, sí las hay.

[1] Se recomienda el documental, entre otros documentales sobre el tema, el documental que se encuentra disponible en la plataforma Netflix  She is beautiful when she’s angry.

Rocío Rivera
rocio@huellas-suburbanas.info