MORÓN: La otra ciudad del Río de la Plata

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Hoy nos encontramos como al principio de los tiempos, en un Morón que ha zigzagueado entre lo tradicional, lo ortodoxo y con los despojos de su historial colonial. Un “Morón” que en el pasado ha sido imaginado como punto geográfico ideal, distinguido, y que en la actualidad, la narrativa ancestral le ha querido dar una altura mayor a la que se le asigna a un monte pequeño, es decir, a un montículo apreciable mirado en la distancia, en el que se puedan observar los auspicios de una metrópolis por nacer y ubicarse justo aquí, en lo que hoy conforma la mollera en la promesa de un Morón del ayer… si, justo aquí.

En el pasado, nuestro Morón fue el hábitat de tribus originarias ¡que de pronto! asediadas por el invasor español, parieron fortines y convirtieron la tierra común del indio autóctono, en vastas extensiones de campo y de solares…  asignadas a sus nuevos dueños “los colonizadores”.

Junto a estos sucesos, chacras y estancias reemplazaron al firmamento indiviso dado de un modo natural por Dios a las poblaciones indígenas existentes en esta parte sur de la geografía global.

No debemos dejar de recordar que las Comunidades Originarias existían en lo que ahora es Morón y aún previamente al avance de Juan de Garay.

Y así con el transcurso de los tiempos, llegó a la posta de paso y a la ermita de la Inmaculada… “La Parroquia del Oeste”. Por lo que Morón pasó de ser una aldea en una promisoria villa de la cañada.

Eso es lo que vieron todos los coetáneos en su época, cuando viajantes andariegos se asombraban por una lomada a no más de 20 Km. del Río Ancho, tirada por las bestias de carruajes y de una población naciente, estable… creciente.

Con esta riqueza histórica, los moronenses tenemos que poder en este siglo, hacer caso a la genética antecesora que nos obliga, como ciudadanos en el oeste de esta provincia, a cerrar el círculo primigenio en constante avance.

Signados todos nosotros, en una tarea iterable hacia aquella poesía tan discutida y más real que muchos de nuestros desencantos generacionales. Somos El Palomar; Villa Sarmiento; Castelar; Haedo; todos querandíes moronenses de verdad. Por consiguiente, la epopeya pronto puede llegar a dar sus mejores pasos, y concluir con la odisea de un Morón que debe ser. De un destino cierto y posible…

… de un Morón autogestionado, transitable, seguro, desagotado, luminoso, limpio, hospitalario, moderno, aproximado, solidario, reforestado, institucionalizado, podado, previsible, generoso… transparente y cuidado.

POR HOY

POR AHORA

POR SIEMPRE

  -MORÓN-

Italo Selser
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