¿Misterios?

En relación con el drama del submarino desaparecido, quisiera sugerir una medida de prevención a partir de la siguiente reflexión.

Si no se «logra» rescatar los cuerpos de los infortunados submarinistas, tal vez quede sin respuesta precisa la causa de la pérdida del «San Juan».

Pero lo más grave es que, sin profundizar en la posible «misión especial» (¿secreta?) del submarino, nunca sabremos si el accidente no ha sido un evento con material nuclear (¿residuos?; ¿carga prohibida?…)

La duda no es una cuestión menor, ya que, más allá de las vidas perdidas en el hecho en sí, la contaminación nuclear deja rastros terribles durante ¿décadas? y en un enorme volumen de agua y organismos, muchos de ellos utilizados como alimento por muchos pueblos además del nuestro.

Tal vez debamos exigir una medición del nivel de radiactividad en la zona, y no sólo a nuestro gobierno -que tal vez tenga la «necesidad» de encubrir la verdad- sino a nivel internacional, por las razones expuestas.

Nuestro país ha tenido una corta, pero no inocente, historia en materia de accidentes nucleares. Hay pocas fuentes para consultar al respecto. Pero una noticia podría confirmarse.

“El segundo accidente nuclear argentino fue el ocurrido en el reactor RA-2 el día 23 de septiembre de 1983, al parecer por una grave falla humana y que desencadenó una excursión de potencia en el reactor de investigación denominado RA-2, el cual se encontraba emplazado en el Centro Atómico Constituyentes, una dependencia de la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA) ubicada en el partido de General San Martín. Las personas del lugar (Villa Maipú, San Martín) rememoran que en dicha época murió una cantidad anormal de personas de cáncer, que vivían en las inmediaciones.”

Allí falleció un operador del Centro Atómico. Y otros varios habrían sufrido problemas serios de salud.

El hecho anterior habría tenido lugar en la Central nuclear de Embalse, provincia de Córdoba, unos meses antes y no habría tenido efectos definidos sobre la salud de persona alguna ni sobre el ambiente en general. Les invito a que investiguen acerca de ambos eventos.

De todos modos, la gran diferencia es que esos accidentes fueron ocultados (o minimizados) por el gobierno militar de la época. Y ahora, en cambio, vivimos en democracia.

Es cierto, no será la que quisiéramos, pero, al menos en las formas (y en las formalidades, dirían algunos) lo es.

Ojalá no persista el silencio.