
08 Jul Lucha de Clases y Frente Nacional: por una salida obrera y popular.
La crisis política dentro del Frente de Todos es la expresión de la lucha de clases dentro del Frente Nacional. Ni más ni menos que eso. Es la moralina clerical antipopular del keynesianismo, del posibilismo conservador de los albertistas y cristinistas, que se chocan entre sí los cuernos para ver cuál de sus facciones impone sus políticas y logra la hegemonía… hegemonía que por ahora sólo les representa obtener la potestad de hacer reformas y al mismo tiempo quedar bien con el establishment, antes llamado oligarquía.
Cumplir el acuerdo con el Fondo, bajar el déficit fiscal, hacer abrazos simbólicos y demás rituales fotogénicos, sacarle los puntitos negros de la espalda a la Sociedad Rural, la Embajada y los cocoons cachaquientos de IDEA, etc. Tales comportamientos, determinados por los manuales modernos de la etiqueta política, tienen como consecuencias premios, tales como secretarías, direcciones nacionales, o paquetes turísticos que dejaron de ser viajes a Cuba para “aprender a ser revolucionario” sólo mirando, y pasaron a ser viajes a The Vatican gift shop para verle de cerca la sotana y los techos (te quiero Diego) al Papa Francisco.
Se ve que a los funcionarios yuppies no sólo les da miedo la palabra Revolución (así, con mayúscula, como Lucha de Clases), ahora también les da miedo acercarse a ella. Y el castigo es impiadoso y autoinfligido: la masacre mass mediática que bombardea constantemente a la población es impiadosa. Y es autoinfligida por ser hija de la fusión de Cablevisión y Multicanal, de la renovación de las licencias a Clarín y de no resistir la caída de la Ley de Medios. Se legitimó con retórica popular y nacionalista el marco mediático que instauró Mitre cuando fundó La Nación, hace demasiado tiempo, en otro mundo, en otra vida.
Pero desde el principio de esta nota hablamos de Lucha de Clases (así, con mayúscula, como Revolución) y entonces cabe preguntarse: ¿y el sujeto histórico?, ¿y la Clase Obrera?, ¿y la CGT? Antes de responder estas cuestiones vale la pena reflexionar sobre la siguiente conclusión; la falta de un liderazgo obrero y popular dentro de un frente de clases determina que ese liderazgo pase a estar ocupado, ya sea por el nacionalismo burgués, por la pequeña burguesía o por ambos en plena lucha dialéctica por definir quién negocia primero con la oligarquía la paz de los cementerios, opción esta última que es la que tenemos hoy.
En esta coyuntura, la CGT, reunificada más bajo un pacto de no agresión que sobre puntos estratégicos, pasa un momento de aparente expectativa paciente. La debilidad orgánica del albertismo hace mella en sus acuerdos de cúpula, en esos pactos de no agresión interna que mencionamos antes y genera resquemores sobre todo con el kirchnerismo puro y duro, dado el pasado albertista de muchos dirigentes ex-FR y la presencia siempre opulenta de los inveterados gordos. No obstante prima, por ahora, una imagen hacia afuera de unidad y apoyo irrestricto al Ejecutivo Nacional. Y está bien. La Lucha de Clases dentro del Frente Nacional es interna. No se puede caer en la del peronismo que, al nacionalizar sus internas y liarse en la arena nacional, no hace más que alimentar el sistema comunicacional, político y práctico del bloque antinacional. ¿No habían creado las Paso para dirimir esas cuestiones y no hacer tanto circo?
El apoyo de la CGT al Gobierno es correcto. Las críticas también y en ese sentido la expectativa post asunción de Silvina Batakis, también es importante, porque al mismo tiempo, el mismo triunvirato está dejando trascender hacia afuera la posibilidad de un acto en apoyo al Ejecutivo Nacional, pero reivindicando la exigencia de un plan concreto para paliar las corridas bancarias y la consecuente y permanente suba de la inflación. Los aumentos paritarios no fueron escasos, pero a los salarios les pasa lo mismo que al Coyote cuando cree que alcanza al Correcaminos: lo aplasta el yunke de la inflación y otra vez a correr de atrás.
Siguiendo con las metáforas warnerescas, basta de medidas marca Acme.
¿Y hacia abajo?, ¿la CGT organiza hacia abajo? No. La clase obrera sigue dependiendo de sí misma, de su capacidad de organización, de la voluntad que le da su conciencia de clase. Ese factor inquebrantable que Marx solía identificar con una X, esa cualidad de no rendirse que determinaba la disciplina necesaria para sostener el cumplimiento de la decisión política del Qué Hacer leninista, aunque sea de manera inconsciente, está, siempre está. A veces en mejores condiciones, en este caso en un período de marcado reflujo o con menor volumen cuantitativo, pero siempre está.
La organización horizontal necesita volver a plantearse un programa nacional que hoy quizás esté representado en grupos minoritarios, y que necesita masificarse desde abajo, prescindiendo de la obsecuencia de los posibilistas, dejando de lado el infantilismo ultra izquierdista, pero creciendo sin pausa. Ya lo sabemos porque lo hicimos nosotros, esos puntos son una historia de los trabajadores; nacionalización de las empresas estratégicas, del comercio exterior, autogestión, cogestión, banca nacional.
¿No están la caja para hacerlo? No hace falta que lo repita aquel funcionario que veranea en Punta, mientras a los pibes no les alcanza para un guiso de arroz. Los trabajadores saben que no se puede hacer para mañana, pero si les dan herramientas y se educa mientras se construye; se puede organizar. No se va a poder evitar que sea un camino duro, habrá violencia porque habrá mentiras. Habrá enfrentamientos. Pero es la única manera de volcar el resultado de la lucha de clases hacia una conducción obrera y popular del movimiento nacional, que lleve la Patria hasta las últimas consecuencias y llene para siempre el vacío que provocan las rencillas nacional-burguesas.