Los trabajadores ante el desafío posibilista

Por Sebastián David Jiménez

No parece vislumbrarse, al menos en lo inmediato, una instancia de acercamiento en la relación gobierno-trabajadores. No parece buscarse realmente, lo cual es más preocupante aún. Si fue verídico el pase moyanista al bando neoliberal que él mismo supo combatir desde el MTA, no es menos cierto que el kirchnerismo lejos estuvo de darse a tiempo una política concreta hacia los trabajadores, a fines de mantenerlos como bastión incondicional de su política de recuperación soberana. No se trataba de «Moyano» en particular, sino de lo que concretamente representa Hugo Moyano hacia abajo; los trabajadores que conforman sus bases.
Las líneas que expresamos en el número anterior de Huellas Suburbanas son apenas una arista de una cuestión mucho más amplia. Ya fue dicho, ¿era o es imposible organizar un sistema periódico de actualización del mínimo no imponible y de los topes a las asignaciones? No, el posibilismo nacionalburgués podrá objetar agitando el fantasma del desfinanciamiento estatal, pero no podrá ocultar que tras el respaldo masivo al gobierno nacional que significó la victoria electoral de 2011, desde la conducción del movimiento nacional, no se planteó en ningún momento llevar adelante la organización popular necesaria para nacionalizar el comercio interior, exterior y expropiar de su base de sustentación a la oligarquía rentística agroexportadora. Ahí están los fondos de financiamiento para el paso superador de la «inclusión social» a la «justicia social».
Otra de las zonceras impuestas por el posibilismo fue expresada por la mismísima Presidente Fernández en aquel acto histórico en River junto a la CGT moyanista, recordará el lector que cuando Moyano planteó su deseo de «un presidente de la clase trabajadora», la Dra. Fernández le recordó lacónicamente, «yo también soy una trabajadora». Y le marcó una cuestión de clase, y explicitó el pensamiento real que subyace en muchos de los cuadros emergentes del neo-camporismo y que no tolera que la clase obrera pase de ser columna vertebral a cabeza pensante.
El gobierno nacional pareciera seguir confiando en una burguesía «nacional» que demuestra, como históricamente lo ha hecho, mayor facilidad para acordar con el bloque oligárquico-imperialista que con las fuerzas nacionales. Así, era esperable la reacción virulenta del empresariado organizado en el Grupo de los 6, ante la reforma a la Ley de Abastecimiento. La runfla empresaria acumuló ganancias extraordinarias durante la última década, merced en parte al incentivo a la producción y el consumo interno, y en parte también a la insuficiencia y la ineficacia de los mecanismos estatales de regulación de las actividades del sector. Las leyes burguesas, a no olvidarlo, todavía muestran un claro desbalance entre la justicia que sirve los intereses de los propietarios de los medios de producción y la que defiende los intereses de la clase trabajadora.
Si el gobierno nacional hubiera asumido para sí la defensa de estos intereses, estaríamos ante otro escenario de cara al futuro, con una CGT unida y con sus bases apuntalando la construcción de nuestra independencia.
Recordemos que ya comenzaron a correr rumores de negociaciones avanzadas entre la CGT Azopardo y la CGT Alsina para una reunificación, reconocidas incluso por dirigentes de ambos sectores. Por otro lado, el Instituto CIFRA de la CTA conducida por Hugo Yasky, prevé pedir para diciembre de este año un bono extraordinario y una excepción de la deducción del Impuesto al Salario aplicable a esos bonos y al medio aguinaldo. Pedido sustentado en un estudio propio, que en sus datos preliminares dan como resultado una inflación al menos cuatro puntos por encima de los datos oficiales.

Ante este panorama, teniendo en cuenta el mero rol de «ordenador de las masas» que asumen las burocracias sindicales en connivencia con el empresariado, con delegados acólitos que disfrazan de «democracia» sus asambleas, transformándolas en instancias informativas de acuerdos onerosos ya preexistentes. La única vía que le queda a la clase obrera es la intuición y la memoria, pero sobre todo la conciencia de que existió un pasado al cual es imprescindible no volver. Que hay un presente por el cual luchar y al cual conducir, preparándose, conociendo la raíz y la estructura de clases de aquello que vamos a modificar; nada más y nada menos que la historia de nuestra patria. 
Retomar la senda de la Revolución Nacional iniciada en 1945 y superarla cualitativamente con sentido socialista y latinoamericano. Militar en éste sentido, compañeros trabajadores, es la consigna de la hora.
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