Lecturas veraniegas: “Letra en la sombra” de Pablo Melicchio.

En la tapa, una “a” exhibe su cuerpo tridimensional, dominado por las luces y las sombras. Dentro, entre las páginas, las luces y las sombras que, como humanos, nos exhiben, danzan mostrando nuestra naturaleza; o, mejor dicho, mostrando nuestro cemento: eso que nos constituye en la ciudad. Vivimos en un revoque al vacío, porque, en realidad, estamos adentrados en mar abierto, con las piernas vencidas, y nuestra existencia se prolonga por esas cosas (edificios, sueños, objetos) que nos ofrecen mientras tiramos manotazos de ahogados. Decir que en la ciudad está nuestra naturaleza, siendo porteñxs, argentinxs, latinoamericanxs, es estar negando nuestro origen, regalándole al conquistador una sonrisa de sumisión. Nuestra verdad fue relegada a la sombra como tantas cosas vitales ignoradas por la luz, siempre arbitraria. Pareciera que las cosas están dadas, pero Pablo Melicchio nos enseña que fueron construidas y que existen intenciones. Gracias a su precisa lectura, narra la marginalidad que transita el ser humano por la ciudad, donde siempre está cerca del amor y del suicidio, de la verdad y de la mentira, de la felicidad y de la frustración, de la luz y de la sombra.

Parque Rivadavia: Escenario donde transcurren varias escenas de la novela

En la oscuridad de la cárcel de menores “La Roca”, se oculta “el Asunto”, y el protagonista que habita la novela “Letra en la sombra” lo sabe. Es más, gracias a aquella verdad oculta en la penumbra, decide apartarse y dejar de ser partícipe de la maquinaria. Es cuando abandona su puesto de psicólogo carcelario que encuentra a un ex paciente en el Parque Rivadavia: Mariano Enrique. Un chico particular que simulaba ser un ladrón de supermercados en los pasillos de la cárcel, pero en el consultorio, su único espacio de contención dentro del desamparo rutinario, se desenmascaraba. Mariano, el ladrón de libros. Gracias a esa especialización, el psicólogo, también interesado en los libros, pero no en delinquir, encuentra un puente con él; nexo peligroso para la impersonalidad que la psicología impone al terapeuta. Durante su trabajo en “La Roca” y luego, desempleado, pero aun jugando las cartas del psicoanálisis, el psicólogo decide dejarse interpelar por la historia de Mariano.

En medio de Parque Rivadavia se dio el reencuentro. Luego de una charla breve y tímida, el psicólogo nota la situación marginal de Mariano y monta un consultorio improvisado en la plaza: sobre un banco de material, sus dos cuerpos enfrentados. La primera de muchas sesiones al aire libre donde el tema central sería la vuelta al robo de Mariano, la necesidad de desandar su historia. Los encuentros serán varios y así el personaje de Mariano se ira destejiendo, sus hilos serán partículas de un mundo oculto: la madre y el cáncer, su padre y los golpes, su hermano y la locura. Entre todos esos componentes la coerción de la ciudad, de la que ni el psicólogo, con toda su pulcritud de ciudadano correcto, se salva.

Cinematográficamente el escritor describe: “Un ciego tropieza con una baldosa levantada, pero no se cae, se queda en la esquina esperando una mirada. Bocinas, una frenada, gritos. Una ambulancia intenta avanzar y un hombre doliente espera su imposible pronta llegada. Parece, cada día con mayor certeza, que la tarea del hombre no es entender al mundo, sino crear mayor confusión. Basta con asomarse a la calle, ¿es la inevitable explosión de los fracasos cotidianos?” Pablo sabe que la frustración es el residuo del que la ciudad no se hace cargo y, también, la maldita mochila que las mayorías cargamos. Porque no todxs comenzamos con un “gol a favor”, la empresa de papi, la vida pensada. El éxito está diseñado en términos generales sin contar las historias propias; como en este país, donde el éxito siempre fue dictado desde afuera sin revisar nuestra historia, donde palpitan caminos propios y liberadores. Por eso es entendible si fracasamos intentando armar un país a la “europea”, o si queremos ganar millones, como pocos, en tres días. Esa es la meritocracia, medirnos por el mérito y no por el cómo se obtuvo. La calle es el campo donde cada uno busca donde abrevarse y esta novela expone los elementos que se juegan,armando escenas grandes, como una foto satelital, e íntimas, como una selfie. Gracias a la literatura se puede alternar entre esos dos tipos de planos. “El Asunto”, que atraviesa toda la novela, es una problemática general, social, y la búsqueda del “Libro Inhallable” (que condujo al protagonista al Parque Rivadavia, donde se dio el primer encuentro) la problemática personal, existencial.

Leer “Letra en la sombra” es dejarnos conducir por esa dualidad indivisible que es el ser humano, como ente social e íntimo, y otra dualidad, arbitraria, como la luz y la sombra (¿qué son?). Al compás de la poesía, adentrarnos en este libro es otro motivo para pensarnos.

Felipe Melicchio
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