
08 Mar Las palabras y las cosas
È un mondo difficile…
Difícil tarea ésta de buscar transmitir expectativas que el propio editor no posee en demasía.
Es el delicado juego entre aportar una descripción reflexiva de nuestra realidad, sin caer en el pesimismo deliberado ni en un optimismo sobreactuado.
Alejarse de ambos polos sólo aproxima al profesional de la comunicación a un “respetable desfinanciamiento” que, a su vez, resta las mayores posibilidades de ampliar su proyecto periodístico en todos los aspectos.
¡Pareciera ser que el Viejo Vizcacha tenía razón, nomás! Caso contrario, bancarse la de Fierro y Cruz, en un prolongado invierno que no percibe mejorías a través de los cambios de gobiernos.
Y todo el mundo lo sabe, así es como nos va, nos recuerda eternamente el cantautor canadiense Leonard Cohen.
Palabras y realidades
Por encima de la realidad efectiva, abundan los discursos. Algunos de magnífica calidad oratoria, otros signados por ramplonas brutalidades. Declamaciones que pasan con el correr del tiempo, como el cauce del río y su consabido destino, mientras la “temperatura social” muchas veces muestra otros sentires, preocupaciones cada día más alejadas de los cruces político-mediático-judiciales; la carestía de la vida en constante aumento, el temor por la inseguridad (la muy real y, para colmo, agigantada por los grandes medios), angustias múltiples por falta de trabajo, todo ello atravesado por el efecto Covid en el ánimo colectivo de casi todas las sociedades del orbe.
Absolutamente desinteresados por cualquier tipo de práctica político-militante, una robusta mayoría de nuestra sociedad ansía pilares básicos para una supervivencia digna, y no mucho más que eso, pero tampoco menos: Salud, trabajo, vivienda, tranquilidad económica, seguridad en las calles, pequeña posibilidad de proyectarse a futuro junto a sus familias…
Ejes que se desmoronaron según cualquier indicador durante la gestión anterior, y que, de comenzar a revertirse de modo más palpable que discursivo, puede asegurarle al frente gobernante una gran victoria en las elecciones de medio término. Lo cual abriría otra correlación de fuerzas parlamentaria, para que ahí sí, ya sin nuevas excusas, el Ejecutivo allane su senda para avanzar en una batería de temas de interés esencial para el desarrollo de un proyecto nacional sólido, inclusivo y orientado desde y hacia la Justicia Social. Cierto y sabido es que los grandes sectores del privilegio financiero, apuntalados por fuerzas políticas neoconservadoras y poderes de tradición elitista, como lo es el Judicial, lucharán corporativamente para impedir cualquier avance gubernamental a favor de sectores populares, por menores y más tímidos que dichos intentos sean.
En esencia, continuamos en un 2020 “largo” en múltiples aspectos, como sabiamente metaforiza nuestro cómic de contratapa. La puja se mantiene inalterable, el centro del debate político continúa situado en torno a la ya mítica figura de Cristina Fernández de Kirchner (tanto para sus defensores como para sus detractores) si bien luego del encendido discurso del 1/3, Alberto Fernández avanzó varios casilleros en la relevancia que le asigna la oposición junto a los multimedios, ávidos de obtener una pronta “vendetta” de desgaste previo a las elecciones del presente año.
Dichas maquinarias están levantando temperatura y sus engranajes comienzan a trabajar con mayor intensidad. Para el oficialismo, detenerse en esta escalada de cruces y optar por retornar al carril de pretender gobernar con 1 millón de amigos, a esta altura de las circunstancias, podría resultar fatal. Pero la oposición, con la mayoría de los resortes judiciales, mediáticos y financieros operando a su favor, sabe que transita un sendero peligroso con una estrategia por momentos que excede cualquier límite para la convivencia social, como fue la “apoteosis de la muerte” realizada en Plaza de Mayo el pasado 27 de febrero, que incluyó un “show” con bolsas mortuorias de inocultable simbología amenazante contra referentes del oficialismo y los Derechos Humanos.
Jugar con fuego conlleva importantes riesgos. Por ende, ambos bloques tienen mucho para perder este año, si dan el más ligero paso en falso.
Y mientras tanto, el grueso de la sociedad de a pie, prosigue en líneas generales con su desinterés o abierta desconfianza hacia el conjunto de la dirigencia política, muchas veces incapaz de discernir entre unos y otros, y enviando a todos a la misma bolsa. Ahí reside algo de lo más dañino y peligroso que varios “formadores de opinión” se han encargado de hacer calar hondo, con sus repeticiones de enunciados durante años, entre millones de compatriotas: el descreimiento o incluso el desdén por el sistema democrático en sí.
Eso sólo puede revertirse desde la política, claro está, pero no desde el mero discurso. Mucho menos desde la andanada de selfies en redes sociales, sino bajando a las cosas, y articulando cueste lo que cueste para comenzar a resolver los problemas elementales de una sociedad golpeada por la enfermedad, la incertidumbre financiera, el temor a otra ola inflacionaria y la tensión que implica la falta de una oferta masiva de empleos registrados y bien remunerados. Cuestión ésta última que parecería comenzar a revertirse, de acuerdo a los recientes datos de crecimiento de la industria y, en particular, del rubro de la construcción.
Son momentos para fortalecer convicciones y avanzar de manera contundente. Habrá que ir viendo en el día a día, cuál de estos grandes bloques que encierran dos proyectos de país irreconciliables, mueve más rápido y mejor sus piezas.