La vieja historia del rol del Estado

Se dice habitualmente que los gobiernos marcan su impronta en situaciones determinadas, en cómo actúan frente a la coyuntura. El kirchnerismo se fundó en aquel recordado conflicto por la 125, de allí Cristina conformó su gobierno. Hoy Alberto Fernández se constituye  a partir de la manera en que está enfrentando la crisis por el coronavirus, muy distinto a aquel conflicto con al agro porque el enemigo no es tan visible y porque ahora toda la política está detrás del presidente, y hacía allí queremos ir.

Los primeros meses del gobierno de Fernández estuvieron marcados primero por ayudar a los de abajo, los últimos de la fila. Y luego por encarar la negociación de la tremenda deuda que dejó el macrismo. En ese contexto, el presidente recibió críticas de parte del Frente de Todos por cierta inacción al momento de tocar intereses. Pero a la vez los sectores más duros del PRO cargaron contra su gobierno buscando reeditar el conflicto con parte del campo, aunque nada tuviera que ver el contexto.

La crisis por el COVID-19 le sirvió a Alberto para salir del laberinto por arriba y para esquivar las críticas de un lado por ser muy lento, y del otro por ser “populista”. Se mostró firme y seguro para declarar la cuarentena total y obligatoria y para hablar de detenciones por incumplimiento. Alberto encontró en la crisis su capacidad de liderazgo, y detrás de él se encolumnó todo el arco político. Allí está lo novedoso.  La dificultad que enfrenta su gobierno, es ni más ni menos que el poder que tiene para enfrentarse a las corporaciones.

Cuarentena parte uno

La manera en el que el presidente se enfrentó a la crisis despertó elogios por todos lados durante los primeros quince días de aislamiento. La foto junto a Perotti, Larreta, Kicillof y Morales representa esa idea de “la Moncloa Argentina” con la que gran parte del periodismo fantaseaba siempre. La famosa frase de “sentémonos en una mesa y pongámonos de acuerdo” se clarificó con esa imagen. Y aclaramos, no es que esa idea nos entusiasme, sino que más bien la creemos como algo que ignora los verdaderos conflictos políticos. Pero en esta coyuntura, y con los actores que tenemos, Alberto logró lo que muchos le pedían y para lo fue ungido como candidato a presidente: Acordar.

Veamos este fragmento de una nota de Ernesto Tenembaum en infobae el pasado 22 de marzo: “Fernández, por ahora, gana por contraste con ellos (Macri y Cristina): parece una persona normal, que está preocupada más por el destino de los habitantes de su país que por el suyo propio, o por lo que tal o cual periodista dice de él o por cumplir con extraños dogmas”. Alberto encontró aprobación de periodistas como Tenembaum, característicos por querer “saltar la grieta”, pero también lo hizo en periodistas de TN, de C5N, o de cual canal o medio se le ocurra.

La cuestión ahora es lograr ese mismo respaldo y consenso cuando hablamos de políticas públicas de salud, sobre todo teniendo en cuenta que se está debatiendo fervientemente de la idea de un “nuevo orden” y la necesidad de tener Estados cada vez más fuertes. La Argentina con su historia peronista no debería ser la excepción. Pero ahí entra en juego el conflicto que sí o sí tendrá que afrontar el presidente. ¿La coyuntura se llevará puesto su impronta conciliadora y acuerdista?

Cuarentena parte dos

Los primeros 15 días no hubo duda en base a la decisión del Gobierno de elegir la salud por sobre la economía. Alberto se aferró a la idea de “la salud es lo primero, la plata va y viene”.  Duró lo que podía durar. No parecería ya, iniciando abril, lugar para generar contradicciones entre la salud y la economía. Una economía descuartizada por donde se la mire no puede aguantar parada tanto tiempo. Desde los barrios hasta las PyMES, desde los pueblos hasta los trabajadores independientes, la crisis económica se recrudece y la salida es incierta.

El gobierno respondió como pudo, tal vez sin intentar ir por más (hasta ahora): Créditos a empresas pequeñas, REPROS, ayudas sociales a los más postergados, prohibición de despidos (post-cruzada con Paolo Rocca), y algunas otras medidas más.

El problema fue la implementación de esas medidas frente a un Estado que no tiene los mecanismos para resolver demandas de manera rápida, y tampoco el poder para exigirle a los poderosos más allá de lo discursivo.

Los temas de fondo siguen siendo: inflación y la necesidad de intervenir en la formación de precios y entrega de alimentos mediante redes comunitarias en los barrios de manera urgente. Y por supuesto, el gran dilema: ¿Quién pone la plata?

La imagen de los cientos de jubilados haciendo interminables filas para poder cobrar su ingreso mensual,  incluso yendo sin tener que hacerlo  dejó al descubierto varias cuestiones: La falta de fuerza para enfrentar a los bancos, el poco contacto con “la calle” por parte de los funcionarios, y la falta de una política de comunicación clara que no concentre todo en el presidente.

El rol del Estado

Todas las medidas que mencionábamos más arriba están englobadas en el corto plazo, en una situación de emergencia.  Pero la necesidad de tener un Estado fuerte cuando se enfrentan situaciones como estas da lugar a pensar la discusión más allá de la coyuntura, y teniendo en cuenta como se constituirá el famoso “nuevo orden” del que tanto se habla en el mundo.

El Estado Argentino ha respondido, sí, pero también quedó demostrado esa política del gobierno de “distribuir la miseria” frente a la incapacidad de ir más a fondo a la hora de afectar intereses. Quizás, llegada la posibilidad de que en el mundo se replantee la necesidad de poner a los Estados por encima de las corporaciones, sea una buena oportunidad para que la Argentina deje de tener Estados que solo intervienen en situaciones extremas y encima lo hacen sin el poder suficiente.

Alejo Spinosa
alejo@huellas-suburbanas.info