
06 Jun La utilización de plaguicidas, su efecto socioambiental y la exposición ciudadana en ámbitos urbanos y periurbanos
Quizás, sólo quizás, a muchos de los lectores/as de esta publicación, la problemática asociada a la utilización de plaguicidas le parezca alejada a su realidad cotidiana, dado que se relaciona con las actividades agrarias realizadas en ámbitos rurales. Muy por el contrario, los plaguicidas se hallan vinculados a nuestra vida diaria, más allá del lugar donde vivamos o desarrollemos nuestras actividades.
Se denominan plaguicidas, agrotóxicos, venenos a un gran grupo de sustancias químicas que se utilizan para “combatir” a insectos, hongos y plantas silvestres, a las cuales denominamos “plagas” y que compiten o se alimentan de las plantas que los seres humanos sembramos para alimentarnos, también se manipulan para “erradicar” a los insectos que transmiten enfermedades. Ahora bien, ¿Cuáles son problemas asociados a estas sustancias tóxicas? En primer lugar, la cantidad utilizada. En efecto, en nuestro país se utilizan más de 500 millones de litros de plaguicidas cuando hace treinta años se usaban 30 millones. Esta elevación en la cantidad de uso, que no guarda relación con el incremento en la superficie agrícola, muestra claramente el fracaso de la estrategia basada en la utilización de plaguicidas sin plantear una planificación integral en el manejo de las adversidades.
Este incremento obedece a varias causas: los monocultivos son insustentables (no recrean sus condiciones de existencia) por lo cual requieren de la aplicación permanente de insumos químicos para sostenerlos, también debemos agregar la generación de resistencias específicas de nivel genético en insectos y plantas silvestres ( las dosis habituales de plaguicida no causan daño en los organismos blanco), por último y no menos importante, ha permeado entre los productores agrícolas una cosmovisión utilitarista, alejada de la inclusión de los seres humanos en la naturaleza, por cual se cree que la única herramienta para accionar contra insectos es la utilización de agrotóxicos. En este caso no se analiza que las poblaciones de seres vivos se relacionan con el lugar que ocupan en los ecosistemas, y dentro de ello el alimento que poseen y la acción de sus predadores y parásitos.
En segundo lugar, el problema se relaciona con el tipo de plaguicidas utilizados, su constitución química, aspecto que hace a sus características toxicológicas y desde allí su capacidad de producir daño, no sólo en los organismos para los cuales son utilizados, sino en todos los seres vivos, incluidos los humanos. En este sentido, se utilizan en nuestro país 125 plaguicidas denominados altamente peligrosos, los cuales pueden causar enfermedades de tipo agudo (dolor de cabeza, vómitos) y crónico (los síntomas aparecen muchos años después de la exposición) como las disrupciones endócrinas, las enfermedades epigenéticas y las alteraciones en el sistema nervioso. Estos plaguicidas también pueden afectar a las abejas, a los microorganismos del suelo, a los peces y a los insectos benéficos como los predadores de insectos perjudiciales (la vaquita de San Antonio, los sapos, etc.).
En tercer lugar los plaguicidas pueden viajar grandes distancias, según su estructura química, siendo arrastrados por los flujos y corrientes de agua, por el viento y aún con lo que se denomina efecto saltamontes, pasar del estado sólido al gaseoso, pudiendo recorrer más de 3.000 kilómetros para acumularse en las zonas frías (Alaska, la Antártida, los picos nevados de las cordilleras, etc.). Los análisis de agua realizados en las comunidades de Lobos, Pergamino y Tandil muestran una alta presencia de plaguicidas más allá de lo límites establecidos.
Por último, los plaguicidas también se utilizan en ámbitos urbanos, en las campañas sanitarias como a nivel domiciliario en el “combate” contra las hormigas, las moscas, ratas y mosquitos. En este caso, los plaguicidas se adquieren en supermercados, negocios de venta de alimentos para mascotas y en los de comercialización de artículos de limpieza. Se trata de las mismas formulaciones de plaguicidas que los utilizados en las actividades agrícolas, pudiendo producir los mismos daños, con el agravante de que conviven permanentemente con las personas (ubicados en las alacenas, galpones, estantes del lavadero). Por su parte, en las campañas sanitarias la utilización de plaguicidas expone en forma directa a las personas, además de permanecer durante mucho tiempo depositado en bancos de plazas, juegos infantiles, etc. Dado que pocas veces alcanzan en forma directa a los insectos “blanco” muestran, además de su efecto socioambiental, una baja eficiencia en el control de los insectos.
Como ya fue mencionado, los plaguicidas pueden afectar a todos los seres vivos alcanzando nuestro cuerpo más allá del lugar donde vivamos o trabajemos, ya sea por exposición directa, como por la contaminación del agua, suelo, aire y alimentos. En este último caso la presión comercial, de intermediarios y consumidores, por obtener productos con alta calidad formal o comercial lleva a los productores a utilizar plaguicidas hasta casi el momento de cosecha.
Pero no estamos condenados a depender del uso de los plaguicidas: por el contario, podemos plantearnos cambios rotundos a partir de analizar la realidad, no debemos centrarnos en las consecuencias de un sistema productivo insustentable, basado en el aporte continuo y creciente de insumos, como lo es la aparición de insectos y plantas silvestres, sino en las causas de porque estos se convierten en un problema. Una mirada ecosistémica basada en la dinámica de las poblaciones nos posibilitaría comprender que hemos alterado los nichos ecológicos de estos organismos, facilitando su vida y reproducción al brindarle más alimento, y al eliminar a sus “enemigos naturales”, los predadores y parásitos. La agroecología, como paradigma, también nos da las bases, principios y prácticas para producir alimentos de manera sustentable, ética y adaptada al cambio climático. Para lograrlo se requieren políticas públicas adecuadas, organización comunitaria y compromiso de los ciudadanos/as.