
06 May La unidad antimperialista latinoamericana ¿avanza o retrocede?
Lo primero a pensar es de que hablamos cuando decimos imperialismo. La categoría imperialismo remite en su explicación más acabada y completa al libro de Vladimir Ilich Lenin, “Imperialismo, fase superior y última del capitalismo” en ese texto se explica como la unión entre el capital industrial y el capital bancario genera un poder que en la práctica subordina al Estado, convirtiendo al mismo en Estado imperialista llamado también central, esto hace que mediante la política y la coerción, el Estado en cuestión genere una serie de países periféricos subordinados y dependientes.
Para desarrollarse, el estado central exporta capitales pero no en forma de préstamos, sino como “inversiones” que tienen dos objetivos principales: apropiarse de los recursos naturales de los países periféricos y también apoderarse de su mercado interno.
Las llamadas inversiones se hacen en función de los intereses de las potencias imperialistas, por lo tanto no generan el desarrollo que necesita el país periférico dependiente, sino un desarrollo atrofiado, así nacerá la burguesía local o pro imperialista, cuya renta la obtiene capturando una parte del gran negocio que realiza el país central.
Por lo expuesto, es que el imperialismo no es un fenómeno externo a los países dominados, sino que actúa fronteras adentro a través de la burguesía asociada al gran capital internacional.
Lenin, al realizar este análisis, no inventa ni crea nada novedoso: se basa, como rebela la publicación de sus trabajos previos (Cuadernos sobre el imperialismo) en más de 270 libros o trabajos que desde distintos ángulos abordaron el tema.
Entonces podemos decir que la resistencia al imperialismo no comienza con el ideal comunista, sino que data de mucho antes, cuando el colonialismo comienza a transformarse en imperialismo y, como el fenómeno es percibido de distinta manera por los sujetos expoliados, las resistencias serán distintas formando bandos o partidos distintos.
El hecho de que distintos partidos o sectores sociales tengan contradicciones con las políticas imperialistas, pero también tengan diferencias entre sí, va a permitir que la burguesía pro imperio trabaje sobre las divisiones y consolide su dominación.
En 1922 el presidente Hipólito Yrigoyen y el Coronel Enrique Mosconi crean la primera empresa estatal petrolera del mundo, YPF, obviamente tal creación no obedecía a un súbito ataque de “izquierdismo” del “peludo radical” sino a la necesidad de una naciente burguesía nacional en ascenso, que necesitaba que la energía no fuera manejada en función de intereses extranjeros.
La gran discordancia es que el mismo gobierno que nacionaliza los recursos petroleros pensando en un proyecto nacional, es el que por acción u omisión comete una de las mayores masacres obreras de la historia Argentina, conocida como la Patagonia Trágica, justo un año antes. Claro, el proyecto nacional radical de ese entonces no podía ofrecer otra cosa que no fuera la sumisión o la muerte a los trabajadores revolucionarios de la Patagonia.
El 6 de setiembre cuando la oligarquía pro imperialista se cansó de negociar con Yrigoyen, ningún gremio se movilizó en su defensa, y es más, algunos anarquista dijeron que les daba lo mismo los golpistas que el gobierno radical. El problema fue que ese desencuentro abrió la puerta a la dictadura y al “fraude patriótico” por 15 años, hasta la llegada de Perón en el 46.
A la caída la URSS, Fidel Castro es interpelado en una entrevista por haber copiado el modelo soviético marxista leninista de partido único. En aquel momento Fidel responde que sin negar el carácter marxista leninista del Partido Comunista Cubano, si bien aclara que además tenía también un carácter “martiano”.
Fidel se estaba refiriendo a las ideas expresadas por José Martí en las luchas por la independencia de Cuba, ya en 1898 el héroe de la nación cubana, expresaba claramente conceptos antimperialistas y entendía que se debía terminar con el colonialismo español y evitar caer en las garras de la dominación estadounidense. Para lo cual proponía crear el partido único de liberación. Fidel, en este caso, logra el acuerdo virtuoso entre el ideario nacionalista y la construcción de un estado popular y socialista.
Y ahora
El reciente proceso electoral ecuatoriano ofrece sin duda una muestra de cómo los desacuerdos entre sectores antiimperialistas conducen a una derrota segura y a la entronización de un gobierno fiel a los intereses de Washington.
Los pueblos originarios son intrínsecamente antimperialistas, porque tanto el colonialismo español como el imperialismo yanqui no solo persiguen su sumisión política y económica, sino que precisan la destrucción de su cultura. Ahora también desconfían de esa izquierda progresista que habla el idioma del conquistador y tiene modelos de desarrollo eurocentrista.
Está demás decir que quienes desde un discurso indigenista cerrado o desde una fraseología “izquierdista” súper revolucionaria tienden a exacerbar las distancias entre los distintos sectores antimperialistas, lo tengan claro o no, trabajan para el enemigo.
La también reciente elección peruana ofrece un panorama altamente lleno de peligros pero también de oportunidades. La derecha no pudo unificar una candidatura única, al igual que tampoco pudo hacerlo la izquierda, pero está claro que frente al peligro de un gobierno popular, Mario Vargas Llosa se abrazará con Fujimori olvidando todas las viejas “rencillas”.
El movimiento popular fue a las elecciones en Perú con dos propuestas principales, una tradicional de izquierda clásica encarada por Veronika Mendoza y otra con base campesina en el norte de Perú, expresada por Pedro Castillo.
Pedro Castillo sorprendió a todos ganando las elecciones peruanas y deberá enfrentar en segunda vuelta a una derecha ultra liberal y corrupta representada por Keiko Fujimori.
Un acuerdo entre Mendoza y Castillo, que sumados obtuvieron cerca del 30% de los votos tiene la posibilidad de sumar al conjunto de las fuerzas populares y provocar la derrota de las fuerzas pro imperialistas de Perú. El pueblo peruano, como siempre, será quien tenga la última palabra.