
06 Nov La problemática de la distribución de la tierra
Mientras asistimos a la mediatización de una discusión entre hermanos, el gobierno avanza con la expansión de la frontera agraria y los cultivos transgénicos.
El sociólogo Pierre Bourdieu, desde su teoría de los campos sociales en la cual conceptualiza y conjuga conceptos como los hábitos, los intereses y las estrategias, nos alentó a pensar que nuestros puntos de vista sobre un tema, aun los más cotidianos, son “vistas desde un punto”. Es así como, desde un lugar nos paramos, como seres históricos y en permanente interrelación con otros seres, para desde allí ver, analizar y actuar en dicha realidad. Los aspectos que trataremos en esta nota son vistas desde el punto de vista particular de quien escribe, a partir de su observación y reflexión.
En los últimos números de esta revista hemos venimos tratando la problemática de la tierra en nuestro país, haciendo hincapié en la necesidad de discutir, tanto en los territorios urbanos cuanto rurales, sobre la distribución y el acceso a la tierra como bien común natural y de naturaleza social.
Asistimos en las últimas semanas una disputa entre los hermanos Etchevehere acerca de la sucesión de la tierra heredada de su padre y de la posibilidad de usufructo posterior. De un lado aparece Luis Etchevehere, ex presidente de la Sociedad Rural Argentina, entidad que representa a los sectores con mayor concentración de capital y tierras de nuestro país. A su vez, el mencionado ocupó el Ministerio de Agricultura durante el gobierno de Mauricio Macri. En otro sector se ubica su hermana, Dolores, también heredera, dispuesta a ceder la parte del terreno que le corresponde para la generación de proyectos agroecológicos. Uno y otro sector se fue “poblando”, enriqueciendo de adhesiones con el apoyo de medios de comunicación, C5N de un lado y TN del otro, políticos kirchneristas de un lado y macristas del otro, cada quien tomando parte acerca de la legalidad o no de un acto privado, relacionado con una sucesión inconclusa. Fue patético escuchar a diputados, gobernadores, senadores, dueños de grandes extensiones de tierra hablar de reformas agrarias, en tierras de “otros pero no en las mías”, del mismo modo escuchar a conspicuos miembros del establishment agrario hablar de la propiedad de la tierra, del arcaísmo de pensar en reformas agrarias, de la imposibilidad de producir de manera agroecológica a fin de “paliar el hambre del mundo”, y que no debemos detener “el tren del progreso”.
Fue impresionante escuchar a gobernadores y a otros formadores de decisión, esgrimir argumentos sobre la soberanía alimentaria, cuando en la misma provincia de Entre Ríos se libran acciones legales y de movilización comunitaria para impedir que se continúen realizando pulverizaciones con plaguicidas, en las cercanías de las comunidades, aún de las escuelas rurales.
Unos y otros se equivocan. Lo hay que discutir la Función Social de la tierra, y su redistribución pero de manera ordenada, integral, crítica, libre, con argumentos, de la misma manera que comprender que la agroecología, como paradigma civilizatorio, la cual conjuga dimensiones sociales, ambientales, políticas, tecnológicas y espirituales, es mucho más que un slogan y plantar de manera diversa algunas hortalizas.
Ahora bien: mientras todos discutíamos esta situación tomando y formando parte, el gobierno, a través de su Ministro de Agricultura, con acción u omisión y el aval de otros ministros, sigue adelante con sus iniciativas para incrementar la producción agropecuaria mediante la “iniciativa 200 millones de toneladas de granos”, brindando a su vez la posibilidad de cultivar trigo transgénico. Ambas situaciones, aunque avasallan la sustentabilidad ambiental y la soberanía alimentaria, recibieron menos atención mediática y política que el desencuentro de los hermanos Etchevehere.
Desde el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación (Argentina) se lanzó la “iniciativa 200 millones (200.000.000) de toneladas de cereales , oleaginosas y legumbres” con los objetivos de fomentar y desarrollar nuevas inversiones, a fin de incrementar la producción agropecuaria, su transformación y agregado de valor a nivel de las agroindustrias para desde allí incrementar la producción nacional (PBI), generar empleo registrado, producir saldos exportables, y con ellos divisas a partir del intercambio internacional. Una vez más, se intentará incrementar la producción y productividad de los sistemas agrarios a fin de generar ingresos, de fomentar el desarrollo de la agroindustria, de generar saldos exportables, del mismo modo y bajo los mismos paradigmas reduccionistas y extractivistas que aquellos contenidos en otros planes y programas que se han implementado en los últimos… 200 años.
En el anexo de la disposición se hace referencia a las tecnologías “de punta” a fin de reducir el área de amortiguamiento. Cabe recordar que en muchos distritos, y a partir de la movilización de las comunidades, se logró poner un límite a la aplicación de plaguicidas dadas sus características químicas, su movilidad en el ambiente y su efecto en la salud. Retrotraer la medida implicaría, una vez más, exponer a la población, especialmente a los niños a sustancias dañinas para la salud.
A su vez, el gobierno aprobó el cultivo del trigo HB4 tolerante a la sequía proveniente de la empresa Bioceres. La promoción y cultivo de vegetales genéticamente modificados no han cumplido ninguna de las promesas que se anunciaron desde 1996. No han producido una reducción en la utilización de plaguicidas, ni una merma en los costos de producción. Tampoco han promovido, en sí mismas, un incremento en los rendimientos, y lo que es más importante, no han detenido ni la pobreza, ni el hambre en el mundo. Muy por el contrario, junto a la expansión de monocultivos bajo un estilo de siembra directa basado en la aplicación de herbicidas, ha suscitado la utilización de plaguicidas y con ellos un incremento en los costos de producción, un aumento en la escala de las unidades de producción, y desde allí procesos de concentración económico – productivo.
Liberar al ambiente de semillas tolerantes a la sequía implica no tener en cuenta que la agricultura es responsable de una tercera parte de los gases de efecto invernadero. Tampoco esta liberación de cultivos OGM se atiene a resguardar la soberanía alimentaria; parecería que las frases “defendamos la mesa de los argentinos” o “Promovemos la soberanía alimentaria” no tienen en cuenta una de las dimensiones más importantes de este derecho, constituido por la calidad intrínseca de los alimentos, visiblemente alterada al tratarse de productos modificados en su misma esencia.
Animémonos a ser críticos y propositivos, pensando en propuestas superadoras de la coyuntura, verdaderamente sustentables y que respondan a las necesidades de una redistribución de la tierra y de la consecución de la soberanía alimentaria.