La Presidencia salta al otro lado de la “grieta”

Se van… si nos aseguramos de ello, con decisión, unidad y dientes apretados. Si nos mostramos condescendientes, sólo será un dulce slogan de engaña-pichanga.

La mañana del 28 de octubre leí una reflexión del doctor en Ciencias Sociales, Alejandro Horowicz, que sirve de fundamento para el nervio motor que hace seguir andando a esta publicación: “La autocrítica no es un flagelo. Es un instrumento para cambiar la acción política. Entonces, autocrítica o repetición perpetua”. Como no nos atrae reincidir en prácticas que podamos considerar erróneas, pasemos a honrar la propuesta arriba enunciada.

Esto es: analizar desde una trinchera, sin dobles sentidos, sin seguidismos ni andar saltando, en términos periodísticos, del oficialismo a la oposición según nos convenga en cada momento.

El país y la región intercambian las esperadas opiniones y contrapuntos tras la victoria electoral alcanzada por el Frente de Todos, que catapulta al Dr. Alberto Fernández a la Presidencia de la Nación. Un resultado provisorio que arroja múltiples dudas respecto al escrutinio en varias regiones e intendencias del país, pero que más allá de algunas denuncias formales, como las que ya presentaron la Dra. Graciana Peñafort o el apoderado del PJ, Jorge Landau en idéntica sintonía, indica de momento una diferencia del orden de los 8 puntos porcentuales a favor de Fernández, por sobre la cuasi insólita “remontada” de Mauricio Macri hasta los 40 puntos, tan atractivos al marketing multimediático y al mundillo de las finanzas del lunes 28, bien tempranito.

Diferencia que también le sirve al bloque neoliberal para instalar la idea de su fortaleza política legislativa, y de paso mantener consolidado al imaginario de la parte de nuestra sociedad que avala y se entusiasma con las políticas de exclusión y hambre de Cambiemos.

El periodista y comunicador popular Pedro Lanteri, alertaba por redes sociales el pasado 23/10: “No dejaron que se audite Smartmatic y su código fuente (sistema que fue modificado desde las PASO); a último momento la Junta Electoral desdobla los telegramas de escrutinio; cambian el sistema de votación para los miembros de las fuerzas de seguridad; se están repartiendo boletas truchas (…) de mínima, tratarán de licuar la correlación de fuerzas a la vez que meter mayor cantidad de parlamentarios como forma de condicionar el próximo gobierno”.

Misión cumplida, pensarán quienes así obraron. Curiosamente, la Dra. Carrió ahora anuncia –una vez más- su retiro de la política tras haber “finalizado su misión”.

Aún si diésemos formalmente por válido el cuadro electoral tal como se presentó el 27 a la noche, podemos afirmar que la elección del FdT es impecable y una bocanada de aire fresco para las esperanzas de, al menos, la mitad de los habitantes de este país.

También repercute positivamente en un escenario regional tan candente como dramático, donde el desplome de las fuerzas conservadoras amenaza con no concretarse sin un continuo derramamiento de sangre. Dolorosamente lógico: Los intereses supranacionales que han venido sometiendo y condicionando bajo sus directrices a buena parte de los gobiernos de la Patria Grande, no suelen dar el brazo a torcer sin antes “vengar” su gradual retirada con un desmadre socioeconómico de magnitudes. Nosotros tenemos triste y vasta experiencia en ello.

No puede sorprender, más allá de la probabilidad (¿permitirán que el recuento definitivo sea absolutamente transparente, y debidamente divulgado su resultado?) de estirar un poco, o bastante más la brecha en los guarismos finales a favor del Frente de Todos, y acaso hasta modificar el destino de alguna banca parlamentaria, el estado de partición cuasi irreconciliable en el que se encuentra la sociedad argentina. Es algo que viene desde sus orígenes, claro está. Pero que se potencia cuando se logra imponer en la agenda mediática su aparente paridad en la correlación de fuerzas. “Ganglios de un cáncer que los discursitos de amor no lograrán disolver” leí por ahí, de una pluma magistralmente afilada.

En ese fango intentamos avanzar, a paso de tortuga y rodeados de serpientes. Pero no hay alternativa: con las vicisitudes que podamos hallar al interior del bloque nacional popular (aún me permito caracterizarlo de ese modo. El futuro no tan lejano permitirá profundizar y hasta revisar tal cuestión), estamos en el punto máximo de construcción popular de masas que el conjunto de la sociedad argentina desea permitirse establecer. Con lineamientos económicos que seguramente traerán polémicas, decisiones en materia de legislación laboral por resolverse y disputar, y un entorno internacional al acecho del menor tropezón que nuestro futuro Presidente pueda cometer, para irrumpir en términos de desestabilización, sin mayores rodeos.

Pedir más, en el marco sociocultural que hemos sabido construir, habría ingresado en el terreno de la fantasía, o de las utopías que, decían algunos que sabían mucho más, sirven para caminar. Pero no queda margen para el ensueño: la lucha dista de haberse ganado. Disponemos de un conjunto variopinto y muchas veces no exento de traiciones, con el cual deberemos ir ganando espacios de poder, uno a uno, frente a un bloque del neoliberalismo financiero en el que no titubean: hacen lo que tienen que hacer. En cualquier aspecto, con tal de preservar el control de los resortes de poder en manos de un proyecto antipopular hasta la médula.

¿48 a 40? ¿Quizás 50 a 38? El pueblo argentino solidario, que honra sus mejores tradiciones latinoamericanistas y de reivindicación de su clase trabajadora, acaba de asegurar el primer mojón en una cadena de combates que recrudecerán en dureza, intransigencia e incluso violencia por parte de “la otra Argentina”, esa que se jacta de su racismo e intolerancia, su desprecio por el compatriota pobre, y que arderá de odio cuanto mayor pretenda ser la profundización en la recuperación de los derechos para las mayorías populares.

No hay puentes para “unir la grieta” (antes la llamábamos más certera y dignamente, lucha de clases). Dicha “grieta” únicamente se resolverá el día en que uno de los “bandos” se imponga absolutamente sobre el otro. Para ello, habría que hablar en términos de control total de los medios de producción y cambio.

Como ello NO va a suceder, habrá que pugnar por prevalecer con el mayor grado de hegemonía y unidad popular posible, en un marco de “grieta” permanente.

Daniel Chaves
dafachaves@gmail.com