
05 Jul La hoguera de las vanidades
“A nadie le faltan fuerzas; lo que a muchísimos les falta
es voluntad”, Víctor Hugo
Alguna vez, un respetado profesor que continúa siendo fuente de consulta en cuestiones de geopolítica, señaló que nuestro movimiento nacional, cada vez que tiene que dirimir sus internas, es capaz de arrojar al país por la ventana.
En los últimos años hemos sido indirectas víctimas de dicha cuestión, toda vez que ese vasto conglomerado sociopolítico, sindical y cultural, dejó amplio margen de maniobra para que un gobierno títere de los más rancios intereses políticos y financieros, tanto internacionales como amparados en los resortes del poder real que se mece a costa de los trabajadores en este país, se salga con la suya en el sistemático y furibundo proyecto de saqueo económico y degradación institucional que se propusieron concretar.
A ojos vista está la efectividad que han tenido en la realización de sus propósitos.
Del mismo modo, y durante años de reflexiones, hemos venido compartiendo y alertando a nuestro público lector acerca del inocultable sostén mediático y judicial del que se continúa valiendo el frente antinacional para construir un discurso hegemónico desde una realidad tan amordazada como distorsionada. Ello es innegable, ciertamente. Pero que, nos animamos a conjeturar incluso desde una posición al filo de lo contrafáctico, habría resultado un plafón insuficiente para sustentarse y avanzar a toda prisa, en el caso de que el conjunto del movimiento nacional popular hubiese mostrado cohesión e integración al servicio de un plan de resistencia contra el régimen neoconservador que iba expandiendo sus tentáculos.
Demasiado tarde para revertir lo que ya acaeció.
En nuestros días, la antesala de las elecciones más relevantes, acaso, de los últimos 36 años de país –considerando que están en juego dos modelos de nación y, tras los mismos, las posibilidades efectivas de supervivencia para millones de compatriotas- muestra una tendencia hacia la esperada unidad del sector ampliamente mayoritario de la oposición real al “clan” Cambiemos. Hasta el momento, suficiente para concatenar victorias electorales en múltiples elecciones provinciales y municipales. Pero que aún muestra serias rajaduras -¿la grieta dentro de la grieta?- cuando nos arrimamos a la confección de las listas no tanto nacionales, sino en particular las de pago chico.
Pueblo chico (o no tanto), infierno grande, que le dicen.
Más allá del simpático y tantas veces certero refrán arriba recordado, las internas del campo nacional popular sólo están zanjadas muy en apariencia. Debajo de la superficie coexisten rencores, divisiones propias de otra época del país y del desarrollo de la humanidad, y el condimento tristemente conocido de la deslealtad en caso de no obtener la porción de la torta que determinado grupo esperaba alcanzar.
La derecha gobernante nos muestra una vez más el camino: Aunque no se pueden ni ver, terminan abroquelándose bajo una causa en común: impedir el retorno del “populismo” al poder en nuestro país.
Lo nuestro, más democrático y con un debate muchas veces transversal y enriquecedor para algunos sectores, se nubla ante determinados objetivos por rencillas de cargos, otros casos rayanos en la misoginia y la desautorización etaria de candidaturas jóvenes, vaya uno a saber desde qué falso pedestal de construcción política en un distrito netamente perdedor para los nacional populares, como es la C.A.B.A., sin dejar de lado oscuros juegos de destrucción del frente posible, alcanzado con sacrificios y renunciamientos en algunos distritos donde tiempo atrás, la más completa atomización era un hecho indiscutible, para tranquilidad y satisfacción del frente Cambiemos.
Cuantitativamente, deberíamos estar hablando de una mayoría nítida del lado del campo nacional popular. Bajo la cual no fuese suficiente toda clase de operaciones mediático judiciales, y el muy dudoso nuevo sistema informático para los escrutinios de agosto y octubre no permitiera despertar riesgo alguno frente a la marea de unidad opositora.
Cierto es que contamos con la fuerza de la militancia y, evocando a Miguel de Unamuno, la razón en nuestros propósitos. Cierto es que los apoyos que faltan para garantizar la victoria electoral, deberán ser buscados entre la población indecisa e incluso entre ciudadanos provisoriamente desencantados con la gestión del Pro a nivel nacional.
Pero también es cierto que hay enconos internos que no logran diluirse, y se hacen tan evidentes hasta para buena parte de la ciudadanía, que como diría el inolvidable personaje de Juan Carlos Calabró, ello se nos vuelve “un pelotazo en contra”.
Mientras esto sigue sucediendo, buena parte del pueblo trabajador no puede continuar esperando a que se resuelvan dichas luchas de vanidades y contraofertas de cajas chicas.
Los de abajo, los damnificados de todo este drama laboral y económico imperante, no cuentan en sus vidas con el flotador que sí poseen muchos dirigentes… y se van hundiendo en la desolación, el desamparo e incluso, la muerte a manos de la misma banda de potentados que los despreció desde los inicios mismos de nuestra historia patria.