
05 May La “grieta” en la tercera edad
El caso de los chispazos en las salas de espera
Si algo apasiona a buena parte de los argentinos, es discutir sobre fútbol o política en la vía pública, en bares o en momentos de espera. Las generaciones más jóvenes tienden a encapsularse más en sus tablets o celulares. Pero hay tradiciones que nuestros adultos mayores, felizmente, no pierden. Y es el gusto por entablar conversación.
Claro que no siempre dicho acto permite arribar a buen puerto… el caso de los debates por política dan una muestra palmaria al respecto.
Doña Marisa, “la abuela” como le llaman comerciantes y vecinos del barrio donde transita sus días, es afable y cálida. Pero los años, con los debidos infiernos atravesados, y su dolor ante toda injusticia social que padecen demasiados millones de compatriotas, la sublevan.
Es consciente, cuando va a recibir sesiones de kinesiología a través de Pami, que buena parte de los abuelos allí presentes, apoyaron y aún sostienen al presidente Mauricio Macri y a todas las políticas que aplica. Tanto las económicas como las represivas… sin mirar los perjuicios constantes que su propia generación viene soportando.
Doña Marisa, empanadita de por medio, siempre que la veo me reitera que no le sorprende esa apoyatura al conservadurismo de Cambiemos, de parte de “los viejos” como ella –que bordea los 80- los denomina. “Son los mismos que siendo jóvenes apoyaban a Lanusse, a Videla, a Martínez de Hoz; y son los mismos que aplaudían a Cavallo en los años 90” se encoleriza.
Para peor, días atrás y en la trastienda del paro del 30 de abril, se topó con un puñado de jubilados que, en la mencionada sala de espera del centro de kinesiología, defendían a capa y espada al Presidente de la Nación, y acusaban de vagos, ñoquis y demás epítetos a quienes lo denostaban.
Nuestra abuela Marisa recogió el guante, y con su cansancio a cuestas, interpeló a la anciana Cambiemita.
-¿Usted es jubilada ama de casa, no es cierto?
-Sí, ¿Qué me quiere decir con ello?
-Que está jubilada gracias a Cristina Kirchner. Y gracias a lela se puede aplicar los electrodos en la espalda, hoy mismo, en este mismo lugar. Así que, por favor, antes de criticar al gobierno anterior, tenga a bien callarse la boca.
(Silencio sepulcral. Golpe de escena, irrumpe el anciano que con mayor audacia defendía al actual gobierno).
-Usted no nos puede hacer callar de ese modo.
-Dígame señor, ¿Qué edad tiene?
-85 años, ¿Por qué?
-Es lógico entonces…
-¿Qué me está queriendo insinuar?
-Que es lógico que piense con tamaña irresponsabilidad. Sólo alguien que tiene poco carretel de vida por delante y, por lo tanto, desde su egoísmo no le interesa el futuro de nadie, total usted no lo va a vivir, puede tener el descaro de seguir apoyando a esta gente. Y si aún le queda un halo de vergüenza propia, guárdese a silencio y espere a las elecciones para opinar en las urnas.
(Segunda caída de telón, en riguroso silencio. Pero otras abuelas comenzaron a animarse en la crítica agria contra Cambiemos, lentamente).
En ese instante, llamaron a la entrañable abuela Marisa para aplicarle su sesión.
La artrosis no la deja en paz, pero como buena antigua militante de la democracia, no se anduvo con contemplaciones con los racistas, xenófobos y desclasados de toda la vida.
Sólo la campana del kinesiólogo la dejó en el umbral de ser la heroína completa de una historia que, como siempre hasta ahora, nos deja con la tensión de un final abierto.