
08 Jul LA ESCASEZ DE AGUA: ¿SE SOLUCIONA CON GUERRAS U OTRAS ALTERNATIVAS?
Todos sabemos que el agua es base de la vida, pero es un bien que escasea, y que se debe gestionar racionalmente por el bien de la humanidad y de los ecosistemas. En este siglo XXI se transformó, como nunca antes, en un elemento estratégico en la agenda internacional y, por tanto, ha adoptado un papel central en la política mundial.
Durante el siglo pasado el consumo de agua ha crecido bastante más que el doble de la tasa de aumento poblacional. Este contexto ha obligado a que muchas ciudades aplicaran el racionamiento, como ha ocurrido entre muchas otras, con Lima, Ciudad del Cabo y Roma. La contaminación y el cambio climático colaboran con la sequía de las canillas, por lo que otras ciudades, como El Cairo, Londres, Atlanta, Estambul están a punto de quedarse sin agua. Actualmente solo hay tres países, Mozambique, Papúa Nueva Guinea y la República Democrática del Congo, donde más de la mitad de la población sufre por su carencia.
La escasez de agua, ha sido siempre motivo de disputas. Se mencionan 343 guerras por el acceso a fuentes de agua. La más antigua, de que se tiene memoria ocurrió en 2500 AC, cuando Urnanshe, rey de Lagash construyó canales que dejaban sin el líquido elemento a la ciudad de Umma, en las proximidades de la actual Bagdad. En nuestro país tuvimos un conflicto entre las provincias de Mendoza y La Pampa por el río Atuel que duró 73 años.
Datos de UNICEF indican que aproximadamente 1.000 niños mueren diariamente a causa de enfermedades diarreicas asociadas con agua potable contaminada, saneamiento deficiente o malas prácticas de higiene. El Papa Francisco, basándose en esos datos señaló: “»Me pregunto si en esta tercera guerra nos estamos moviendo hacia el tercer mundo por el agua». Si el “oro negro” (petróleo) fue el detonante de conflictos durante el siglo XX, ¿no será el “oro azul” el desencadenante de los mismos en este siglo XXI?
Naciones Unidas define en 2013 la seguridad hídrica: “Capacidad de una población para salvaguardar el acceso sostenible a cantidades adecuadas de agua de calidad aceptable para el sostenimiento de los medios de vida, el bienestar humano y el desarrollo socio económico, para garantizar la protección contra la contaminación transmitida por el agua y los desastres relacionados con el agua, y para la conservación de los ecosistemas en un clima de paz y estabilidad política. Pero las proyecciones a futuro nos señalan un futuro negro en este siglo, signado de guerras por el agua.
Varios investigadores sostienen que la guerra por el agua ha comenzado. Indican su génesis a partir del momento en que el Banco Mundial desarrolló políticas de privatización global del agua, junto a empresas estadounidenses como Monsanto y Bechtel. Siempre defendió la tesis de que la forma de aumentar la disponibilidad de agua, es tratándola como un producto más del suelo y del subsuelo. Al igual que el cobre, el oro y el petróleo, debe ser explorado y desarrollado por capitales privados que tengan el aliciente de la ganancia para animarse a invertir.
Estudios posteriores indicaron que “las políticas desarrolladas por el Banco han reducido el acceso de la gente al agua, llevado a la destrucción ambiental, resultado en el desplazamiento y la miseria de las personas, ahogando mejores opciones para el manejo de los recursos del agua, han tenido un enorme costo de oportunidad, y favorecido las ganancias corporativas sobre la responsabilidad social y la equidad». Varios países afectados comenzaron a desarrollar programas de remunicipalización de los servicios.
El acceso al agua a nivel global indica profundas diferencias que se siguen acentuando. Más de 3000 millones de personas acceden a menos agua de la que necesitan a diario, el 40%de la población padece de escasez y otro 30% vive sin acceso saneamiento básico. La ONU estima que para 2030 el problema del acceso al agua provocará el desplazamiento de 700 millones de personas.
Como paliativos, una evaluación de la desalinización del agua de mar y el tratamiento de aguas “grises” residuales (podría ayudar a comunidades agrícolas afectadas por sequías) a nivel mundial estima que un mayor uso de estas técnicas podría reducir la proporción de la población mundial que sufre una grave escasez de agua del 40% al 14%. Argentina posee varias plantas desalinizadoras, siendo la de Caleta Olivia la primera de ellas (emprendimiento encarado por el CONICET y la Universidad Nacional de la Patagonia Austral.
Por su parte, Aguas Bonaerenses (ABSA), cuenta con diez plantas de ósmosis inversa.
Luego del fallido intento de monopolizar globalmente el servicio de distribución de agua por parte de empresas estadounidenses, surge desde ese país el ofrecimiento de resolver el problema. Aunque su plan contiene peligrosas características a las que hay que prestar atención.
En 2021 la vicepresidenta Kamala Harris había señalado que las guerras del futuro no serán por el petróleo sino por el agua. Actualmente, la Casa Blanca presenta el “PLAN de GESTION PARA LA SEGURIDAD GLOBAL DEL AGUA” (manejo de recursos hídricos a nivel global), asumiendo el liderazgo mundial de acceso equitativo al agua. Pero su desarrollo y control no lo ejerce la Agencia de Protección Ambiental, sino el Departamento de Defensa.
En el texto del documento de 16 páginas, la Casa Blanca vincula seguridad del agua con seguridad nacional en 12 ocasiones. Con dicha mención de “seguridad nacional”, Estados Unidos, históricamente, ha justificado guerras en defensa de su economía. Sus “intereses” van siempre más allá de sus fronteras y se auto erige en un agente capaz de interferir en asuntos de otros gobiernos en esta materia. La Subsecretaria de Defensa, Kathleen Hicks, expresó “que se debe evitar la oportunidad que podrían tener grupos violentos de aprovechar suministros limitados de agua para ganar influencia”. EE.UU. solo busca afianzar su influencia global en todos los aspectos (el agua es un recurso clave cada vez más en peligro).
Este proyecto surge, casualmente, en momentos en que Estados Unidos aplica un Plan de Restricción al Uso del Agua en el área de Los Ángeles. Esto se debe a la sequía del Río Colorado, cuyas aguas abastecen a 1 de cada 10 estadounidenses. Otro punto que han tenido en cuenta son los países con mayores concentraciones de agua dulce: en primer lugar se encuentra Brasil, seguido por Rusia, Canadá, y recién en cuarto lugar aparece Estados Unidos, y muy cerca suyo, China. Si se tienen en cuenta los últimos conflictos por petróleo con Irak, Siria y Libia, la postura con respecto al agua, debe ser tenida en cuenta permanentemente.
Nuestro país se posa sobre una de las mayores reservas de agua dulce conocidas del planeta, y que puede ser codiciada por el gendarme global. Es el Acuífero Guaraní, compartido con otros tres países, y que por su volumen, es el tercero en importancia a nivel mundial. Los acuerdos para compartir el agua son una forma común de calmar el tipo de disputas que culminan con enfrentamientos bélicos. Es por eso que el innovador Acuerdo sobre el Acuífero Guaraní de 2010, suscrito por Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay, ratificado por todos los estados ribereños en 2018, podría proporcionar lecciones de política útiles para mejorar la seguridad hídrica en la región de América Latina y el Caribe.