La compleja realidad

Si fuésemos a ser extremadamente prolijos, este retorno a “Huellas” debiera prologarse y plantearse de otra manera.

El silencio y las ausencias son mensajes muy claros para quien busca entenderlos.

En los últimos meses me decidí a concentrar esfuerzos en mi capacitación sobre Educación Ambiental Integral, coincidentemente con las derivaciones de la sanción de la Ley correspondiente  (N° 27621/2021).

Asombrosamente fui comprendiendo que, en las miradas más avanzadas sobre el tema, como ya había descubierto con el concepto de “agroecología”, hay mucho más y muy distinto de lo que se deriva del nombre.

Que se trata de nuevas construcciones (y tal vez no tan nuevas) para abordar el mundo. Para vivir en él.

Lo que demanda menos cháchara, y más compromiso con las acciones cotidianas, en cualquiera de los ámbitos en los que nos movamos.

Porque no es sólo una cuestión de teorías. No es algo para aprender y comentar.

Porque esa misma Ley, incluso, evidencia que es posible hablar mucho (y escribir al mismo ritmo), y sin embargo, que “no pase nada”.

Porque no se trata de acceder y divulgar un conocimiento. Y aunque el sustantivo “Educación” nos haga pensar en las escuelas y universidades, docentes y estudiantes, investigadores y sabiendes, aunque esos artículos no terminen señalándolo con precisión, hay mucho más que lo de siempre. Y mucho más de y para tod@s.

El conocimiento sería -dicen- una interpretación de las cosas. Y la realidad, ese conjunto dinámico que integra y relaciona las cosas.

Y mientras tanto, en la tarea misma de conocer y decir de él, la realidad va cambiando y nosotr@s en ella.

Por eso, mientras me iba metiendo en tema, primero, e iba programando qué desarrollar en esta nota, “pasaron cosas”…

Entre otras, una gratuita agresión a la condición de un ser tierno como el asno (“El burro hablando de orejas…”), que no merece.

Incluso, en tren de ternuras, me acordé de Dumbo, un personaje imaginario que no era otra cosa que un elefantito  con orejas enormes. Tratando de adaptarse a su condición. Lo que le hubiese sido imposible si no se hubiese metido a ser útil con sus inmensas pantallas.

Lo que me llevó a pensar, lentamente, que el tema no está en “el saber”, sino en cómo se hace vida de eso.

Cosa que algun@s no han llegado siquiera a soñar. Porque para entender no sólo hace falta inteligencia (que se desarrolla, con el adecuado ejercicio y las oportunidades, aunque a la ministra Acuña le cueste entenderlo). Hay que tener (de eso se trata, justamente) experiencias de vida.

Y por esos días, en relación con la Convención sobre el Cambio Climático, que tuvo lugar en Glasgow (Escocia), en el mes de noviembre próximo pasado, se difundió un mensaje inolvidable. A propósito de estas cuestiones que vine comentando.

Y tengo miedo que, por esta circunstancia mediática y tecnológica que nos ha ido ganando, lo que voy diciendo termine siendo más de lo mismo. Palabras,  opiniones, blablabla…

Quisiera por eso proponer incluso un neologismo, para negarlo cada día, a cada paso: “opinófago”. Fagia es una raíz latina para referirse al “comer”.

No quiero seguir en la onda de don Mariano G (que Dios lo siga guardando…) y hablar de los latines…

Quiero advertir que nos hemos convertido (y por eso nuestra dependencia de los aparatos que las emiten –en forma escrita, por audio y /o con imágenes) en “comedores” de opiniones. Incorporamos (como niñit@s imprudentes) todo lo que nos “dicen”, sin evaluar “cómo nos va a caer”. Y tampoco de dónde provienen.

Por eso creo que es esencial dejar de deglutir “pavadas” (nueva disculpa en este caso al ave) y tomar nota, en cambio, de lo que nos dicen quienes practican lo que proponen para otr@s.

Sano es el sueño impostergable de un ancian@.  Tal vez lo importante sea recordar “Que hable poco y lo preciso” (San Martín – Máxima 9na -)

A propósito del encuentro en Glasgow, el ex Presidente Lula (Luiz Ignacio da Silva), en lugar de aprovechar su salida de prisión (a la que otr@s debieran  entrar, para no salir nunca) para irse a hacer fiaca a Villa La Angostura, quiso hacer algunos aportes y entre otras cosas se preguntó: “¿Cuál normalidad?”, en referencia a esa situación que muchos añoran, esos tiempos de la prepandemia. Que -lo señala el mencionado ex Presidente- no eran tiempos dorados, cuando todo estaba bien.

“¿A qué normalidad desea volver la humanidad? La verdad es que mucho antes del primer caso de Covid-19, el mundo ya estaba enfermo, víctima de un virus igualmente mortal llamado desigualdad.

La desigualdad es la causa de innumerables muertes que ocurren en todo el mundo. Incluso cuando el certificado de defunción informa a Covid-19 como causa de la muerte.

La desigualdad mata todos los días. Las encuestas realizadas antes del inicio de la pandemia mostraron que el 1% más rico del mundo poseía más del doble de riqueza que los casi 7 mil millones de habitantes de este planeta.

Y que los 22 hombres más ricos del mundo acumulaban más dinero que todas las mujeres de África.

Desde entonces, la desigualdad ha crecido. En medio de la pandemia, los multimillonarios se enriquecieron en miles de millones de dólares. Al mismo tiempo, los pobres han alcanzado un nivel de pobreza tan devastador que les llevará una década y media recuperar lo que perdieron y volver a su pobreza inicial.

Esta no puede ser la normalidad a la que la humanidad quiere volver. No podemos aceptar como normal que un selecto grupo de hombres blancos y ricos hagan turismo espacial, mientras que aquí en la Tierra millones de pobres, principalmente mujeres y negros, continúan muriendo de hambre.

Que cientos de millones de personas no tienen acceso a agua potable, electricidad, vivienda digna, salud y educación”.

Porque si hacemos (él lo hace) una rápida visita a esa realidad, en la que vivían (viven y seguirán viviendo, hasta que les llegue la Parca) muchas personas, sin comida, sin trabajo, sin vivienda, sin dignidad -siquiera, como la dádiva que les quieren ofrecer de yapa, l@s mism@s que se las quitan-, debemos rechazar de plano la idea de “volver a la normalidad”.

Y desarrollar  TODAS LAS ACCIONES que nos aseguren un mundo distinto. Para tod@s. Y aquí viene la cuestión “INTEGRAL”, del nombre de la Ley.

Donde no sólo cuidemos el agua, el suelo, el aire, sino que nos hagamos cargo de l@s huérfan@s a causa de las guerras, l@s enferm@s a causa de los agrotóxicos, las víctimas de todas las formas de violencia prohijadas por los negocios espurios de quienes crían un sistema en el que algun@s manejan ingentes sumas de dinero, no sólo provenientes del narcotráfico, sino logradas por el lavado de dinero, la trata de personas, órganos, armas, medicamentos, influencias…

Y Lula no dice de lo que no sabe, porque cuando habla del hambre y la persecución, no lo hace  “de oídas”, sino por recordarlos en carne propia.

Y al proponer cambios no se refiere a hacer lo que le conviene a algun@s; absolutamente convencid@s de que deben recuperar sus derechos, consagrados en Constituciones y Leyes hechos por ell@s (o sus antepasados -seres inolvidables, generalmente por lo que les dejaron, habitualmente a costa de lo que le quitaron a otr@s-).

Sería óptimo que comencemos, ya mismo, en lo que nos esté más a tiro (pero no solamente en lo que nos sea más cómodo), a desandar otras tradiciones, otras costumbres, que realmente lo que significan es facilitar el trabajo a quienes niegan derechos a la protección de la indefensión (incluyendo aquí a niñ@s y postergad@s o perseguid@s por cualquier motivo).

Y a reclamar de manera activa por el cumplimiento de cuestiones básicas: el reintegro de lo robado, la reparación de los daños provocados (todos son ambientales), el aporte de lo necesario para que se superen la miseria y el hambre.

No nos debiera preocupar la deuda con el FMI, ni la libertad de prensa o la aplicación de excepciones y privilegios, mientras no se haya “desalambrado” esta realidad que no es natural. Sino una picardía de algun@s para aprovecharse de l@s demás.

Edmundo Mario Zanini
eduardo.zanini@huellas-suburbanas.info