JUBILADOS – UNA DEUDA IMPAGA

Año tras año los trabajadores pasivos, jubilados y pensionados, ven que su situación económica desmejora mientras que sus necesidades de salud se incrementan con el paso del tiempo y las necesidades de supervivencia, como alimentación, vestido, calzado, abrigo y vivienda se hacen imposibles de solventar con los magros ingresos que reciben.

 

La supervivencia de los mayores no está contemplada en los planes de todos los estados de nuestro continente sudamericano y el Caribe. Son las propias familias, a veces los vecinos, quienes deben asumir el mantenimiento de los adultos mayores, cuando la realidad indica que estas deberían dedicar todos sus esfuerzos y escasos recursos para atender a los más pequeños, que son el futuro de nuestra nación sudamericana.

 

En Argentina, si bien el gobierno ha intentado realizar encomiables esfuerzos para aumentar los ingresos nominales de los jubilados, la constante suba de la canasta alimentaria, los alquileres y los medicamentos, ha dejado a una gran porción de beneficiarios de la previsión social por debajo de la línea de pobreza. Para junio del 2021 la jubilación mínima de ANSES, se ubicaba en $ 23.000, unos u$s 230 al cambio del dólar oficial, sin tener en cuenta el impuesto país que se debe tributar para acceder a este tipo de dólar. Los entes de Previsión y Asistencia Social deberían destinar y distribuir los recursos indispensables para la atención de los adultos mayores, pero no siempre tienen el respaldo presupuestario necesario para hacerlo. Quienes generaron la riqueza social en nuestros países durante muchos años de trabajo y esfuerzo, treinta, cuarenta y a veces cincuenta años en actividad para luego caer en el olvido, la miseria y depender de las limosnas de alguna agencia estatal, o directamente a cargo de sus familiares más jóvenes, hijos y nietos.

 

Consideramos que durante esta pandemia el debate entre lo privado y lo público ha quedado definitivamente saldado. Nadie nos va a venir a hablar a corto o mediano plazo de las bondades de lo privado. En nuestra América del Sur, las tesis privatistas de los fondos de jubilaciones y pensiones (AFJP en Argentina, AFP en Chile, etc.) fueron rebatidas con el paso del tiempo y la generación de una clase pasiva empobrecida hasta el extremo. Se ha comprobado empíricamente que ha dejado a los “clientes de las AFP” por debajo de la línea de pobreza sin la cobertura indispensable a la hora del retiro de la vida laboral, sin una tasa de reposición acorde a sus ingresos durante la vida activa. Por ello, no caben dudas que los fondos de las jubilaciones deben estar asegurados por los Estados Nacionales, quienes son los únicos capaces de dar respuestas a este sector. Los empleadores deben hacer sus aportes patronales para el sostenimiento del sistema, como compensaciones de las ganancias o plusvalía que sus dependientes le han generado a lo largo de la vida laboral. Así como también los trabajadores activos deben hacer sus aportes para el futuro e intervenir en la fiscalización y control de los fondos previsionales, que deben ser administrados por una organización estatal autónoma, con autoridades elegidas por trabajadores activos y jubilados.

 

Es necesario un Estado fuerte que controle la evasión impositiva y previsional, los contratos basura, el trabajo precario y el trabajo no registrado, porque todas estas son las causas que luego en el futuro generan, como consecuencia, arcas vacías, escasas o inexistentes para atender a los trabajadores retirados de la vida activa. Lo mismo ocurre con el sistema de salud, donde el sector público tuvo que salir a cubrir las emergencias y urgencias que no pudieron atender los prestadores del sector privado.

 

La Pandemia ha demostrado en todo el mundo y en nuestro continente también, que los más débiles del sistema económico vigente son los adultos mayores, quienes han muerto y mueren por decenas en las UTI, o directamente en sus domicilios o casas de retiro, y que los sistemas de salud privados no han podido dar respuesta a tantos casos positivos en tan corto lapso de tiempo. Una nota aparte deberíamos hacer en otro número sobre las consecuencias que la desigualdad de oportunidades y la avaricia de los poderosos está generando sobre el otro extremo de la población latinoamericana y del caribe, también de otros continentes, o sea los niños y los adolescentes.

Roberto Coluccio
roberto@huellas-suburbanas.info