Inventar o errar

Con respeto por Simón Rodríguez

Repetir las viejas fórmulas que enseña el sistema imperante en buena parte del globo, necesariamente conlleva a similares resultados que en ocasiones anteriores. Los contextos cambian, y eso “ayuda” a que las recetas del liberalismo global experimenten sutiles variaciones. Pero en esencia, ganan los mismos de siempre, pierden los nadies más postergados, y un ancho universo de clases medias oscilan entre años de bonanzas y otros de vacas flacas, atentos en función de ello, a alternar sus tendencias hacia enfoques ideológicos que van desde un progresismo más o menos tolerable a los ojos del tablero internacional y sus expectativas, y un fascismo duro y crudo en épocas signadas por crisis financieras e identitarias, cual sucede en la post pandemia de múltiples países, fundamentalmente occidentales.

Estamos atravesando todo este abanico de realidades y experiencias en lo específico de nuestro territorio nacional. En clara sintonía con la incansable repetición de mensajes multimediáticos que ya no esconden detrás de sus adjetivaciones, el odio que pretenden esparcir entre sus audiencias, se radicalizan peligrosamente sectores de ultra derecha con una gran visibilidad y encubrimiento mediático (¿Y judicial, por si acaso?) dispuestos literalmente a todo, incluyendo el atentado político y la explícita desestabilización institucional por vías violentas en algunos casos, y sutiles (financieras) en otros, con un marcado desprecio por el modelo demoliberal que, con idas y venidas, ha logrado resistir en pie desde 1983 hasta la fecha.

Por el otro lado, una militancia aún con gran poder de movilización y organización, a la búsqueda de sostener liderazgos todavía fuertes al interior del movimiento nacional popular, pero bastante erosionados en la opinión pública general, y como plan alternativo, se estaría impulsando la construcción de algún nuevo referente (o referenta) que garantice continuidad de los lineamientos políticos con los que brilló el kirchnerismo años atrás. Pero que, como todos sabemos, ya no cuenta con el beneplácito de la mayoría social, sino con un apreciable y nada desdeñable tercio intenso de la misma.

Cercanos a éstos, pero no amontonados (hasta que no suenen los timbres de las roscas por las listas electorales) buena parte de las más altas conducciones del gobierno nacional y aliados provinciales, sindicales y empresariales, se obstinan en jugar a la “Pax” del equilibrio hasta con aquellos que gatillan pistolas a la cabeza, acaso en clave socialdemócrata “a la europea”… lástima que haya que recordarles lo esencial: no formamos parte del Viejo continente, ni tenemos resueltas las cuestiones nacionales que en aquellas latitudes parecieron ofrecer estabilidades durante varias décadas.

Lo realmente acuciante para la gran mayoría

 Esa búsqueda recurrente por lograr acuerdos de precios “indoloros” para el empresariado en su amplio conjunto, y que deviene en la crisis de hiperinflación que estropea todo el resto del crecimiento que el gobierno pueda querer mostrar en otros ejes de su gestión, tales como desarrollo de la economía macro, empleo, recaudación por vía del turismo, entre otras variables. Un siempre hipotético descenso de la pobreza, pero que esta vez vino de la mano con un aumento de la indigencia, es una respuesta simple y contundente a la problemática que mantiene en jaque permanente a la gestión que, al menos formalmente, encabeza Alberto Fernández. Y es que, sin ánimos de fantasear algo que no es en los hechos, para la mayoría de la población que va desde una clase media-baja hasta los amplios sectores populares de magros ingresos, los permanentes aumentos de precios en todos los productos relevantes para aspirar a una vida cotidiana “normal”, les vuelve cuasi imposible sostenerse, y mucho menos aún, construir perspectivas de futuro con esperanzas sustentadas en una realidad concreta y tangible para estos compatriotas, que se cuentan por millones.

Algunos afirman que, si el gobierno no logra detener la inflación en los próximos meses, su panorama electoral se tornará cada día más sombrío. Otros plantean que primero es necesario saber cómo se pretende alcanzar ese triunfo económico, y a qué precio social se buscará lograr tal cometido. Es una pulseada en desventaja, no sólo por la actitud sistemáticamente hostil que esgrimen los sectores del poder financiero y económico, sino además por casi tres años de gestionar empecinadamente desde una estrategia no confrontativa y muy proclive a otorgar variadas gamas de concesiones a los adversarios de toda estirpe y pelaje.

En la otra orilla, una guerra para ver quién radicaliza más sus discursos y sus impulsos, en una siniestra promesa implícita del trato que le “ofrecerán” a los compatriotas que, eventualmente, no asimilen mansamente un esquema de país para muy pocos beneficiados y oleadas de damnificados. Lo de siempre, pero esta vez con métodos más salvajes, si caben al hacer un poco de memoria de nuestra historia nacional.

Fórmulas nuevas para desafíos nuevos. Inventar un nuevo contrato social, político y cultural (y electoral) o errar en la permanencia de la conciliación contra los lobos sin cadenas y al acecho. El escenario amerita la construcción paciente de una esperanza sobre bases sólidas, comprobables en su realización, y de dignidad nacional.

Como alguien escribió en la Biblia hace un par de milenios: “No se echa vino nuevo en odres viejos, porque los odres se revientan, se derrama el vino y se pierden los odres”. Para vino nuevo, odres nuevos.

Nos leemos en la próxima.

Daniel Chaves
dafachaves@gmail.com