Inflados

La inflación es un indicador de la disputa de intereses entre el capital y el trabajo. Lucha de clases decimos los nostálgicos del análisis complejo y contradictorio. El lenguaje neoliberal le dice “flagelo”, como si fuera una enfermedad, un fenómeno natural que nos trae el destino, como el viento o las tormentas.

Y nuestro pueblo está perdiendo la guerra contra la inflación, es decir, no tenemos la fuerza que se requiere para torcer las tendencias alcistas que nos imponen para proteger sus ganancias lxs empresarixs dueños de las empresas concentradas de alimentos, industria y servicios privados.

¿Por qué sucede esto? Porque ellos tienen más solidez política y extorsionan a un gobierno de coalición que alcanzó para sacarle el gobierno al representante de la evasión, la concentración y el endeudamiento desaforado… pero no para recortarles el poder.

Tienen a la Corte Suprema como empleados caros y el partido judicial completo de camiseta macrista. Los medios con mercenarios de sobre y sponsoreo, ametrallando cuando asoma cualquier cabeza o iniciativa con olor a nacional y popular.

El “campo”, es decir lxs dueños autopercibidxs del país y el comercio externo, el ingreso de capitales y con control material de los alimentos, son el núcleo de acero del odio a todo lo que los regule, controle o reduzca sus privilegios mal-habidos en guerras contra los originarixs, masacre de huelguistas, 7 golpes militares y sendos genocidios contra el pueblo trabajador.

Las finanzas en manos de pocos bancos, con el poder de esquilmar al tesoro público y sellar sus condiciones usurarias al conjunto de la población. Un cerrojo que apenas pudimos postergar con la deuda externa macrista, impagable y fugada con pases de manos a las cuentas externas de sus gestores. Una decena de empresas productoras de alimentos haciendo todas las trampas posibles para que el conjunto de los mortales sostenga sus márgenes de ganancias, haciendo promesas que no cumplirán, amenazando con desabastecimiento y mercado negro.

El sistema policial listo para reprimir, secuestrar o matar opositores a tales directrices, y el de espionaje atento a emprendimientos que empalmen con los intereses de sus permanentes patrones, sin importar demasiado cuánto los desarmemos o les quitemos los celulares…

En tal marco, encontramos a un movimiento obrero dividido entre los dirigentes permeables a los deseos de los empresarios, cuando no empresarios ellos mismos, y a la vez otros capaces de poner la palabra y el cuerpo en peleas dignas y valientes hasta el riesgo de la cárcel y la persecución judicial. Por otro, movimientos sociales apostando a su propio esquema de acumulación de poder, tendencias transformadoras sin respaldo político oficial y agrupaciones de izquierda más atentas a disparar contra los que compiten en listas que contra el verdadero poder capitalista.

Una traducción de esto en la mentalidad popular es la tendencia de preocuparse sólo por su casa, destino, familia o persona. Despreciar o alejarse de todo lo que implique decisiones colectivas, destinos comunes, promover nuevos liderazgos para marcar rumbos y hacerse cargo de lo público. Esto es, la política.

La guerra, allá cerca, con todas sus consecuencias en aumentar la velocidad y voracidad de los empresarios del mundo, especulando con los precios de alimentos y energía, aprovechando las desgracias ajenas fabricando armas que otros usarán para reducir población. Amenazando con intervenciones, golpes blandos, persecución judicial y mediática contra cualquiera que se oponga a sus intereses.

¿Qué nos queda? Los votos y la calle. Hay que juntar más votos para que sea más poderoso el músculo para las palancas profundas. Para nacionalizar el litio, sostener YPF, repartir los beneficios del gas, proteger el agua potable de la voracidad del norte, ponerle el cascabel de las retenciones a los especuladores campestres y desvincular los precios de los alimentos internos de los externos, tener una empresa nacional de alimentos que regule y estabilice. Para reducir la jornada laboral y crear más puestos de trabajo, para distribuir la riqueza y empardar al menos, como lo hizo Cristina, los sueldos del conjunto con las ganancias de pocos. Abrir los ojos y estar listos para salir a rebelarnos contra las injusticias, poniendo el cuerpo y la bronca organizadamente en plazas y calles, para que vean que no nos dejamos abusar. Nuestras abuelas y abuelos lo sabían, nuestros padres lo hicieron. Nos toca a nosotrxs y nuestrxs hijxs dar esa pelea.

Gustavo Zapata
gustavo.zapata@huellas-suburbanas.info