Historia en clave nacional: Perón, ese terco impulsor de la Unidad Latinoamericana

Si hubo un esclarecido visionario de la necesidad de la Liberación de nuestro continente mediante la integración de los “países” que lo integran fue el Presidente PERON. Su publicitada frase “El año 2000 nos encontrará Unidos o Dominados”, aunque difundida ampliamente en sus últimos años de vida, incubó desde los inicios de su vida política. En una carta de febrero de 1946 al caudillo oriental Luis Alberto de Herrera le escribe: “Hay que realizar el sueño de Bolívar. Debemos formar los ESTADOS UNIDOS DE SUDAMERICA”.

Durante su primera presidencia envió al antiguo radical yrigoyenista Diego Luis Molinari a recorrer el continente arrimando las ideas unificadoras: Mercado común, moneda común, una banca continental y una ciudadanía común para todos los latinoamericanos. Su concepción central le señalaba nítidamente que no era factible pergeñar y consolidar la independencia económica ni la justicia social sólida en el marco del monocultivo y la desunión.

Poco pudo hacer en esos primeros años cercado por gobiernos hostiles o débiles: Chile, administrado por González Videla, llegó al poder merced al voto comunista para enseguida proscribir al comunismo y desatar una feroz represión. Bolivia, con la agonía del líder revolucionario Gualberto Villarroel, derribado en julio del 46 por una saga de dirigentes afines a los propietarios mineros. El Paraguay con su herencia decadente producto de la vieja guerra de la Triple Alianza. Brasil con Getulio Vargas recientemente derrocado por los buenos amigos de la Embajada norteamericana. Y el Uruguay presidido por los batllistas, prolijos pero tercos custodios de las ideas “Coloradas” de los viejos enemigos de Artigas y Lavalleja.

Los intentos igualmente fueron hechos: El representante del M:N:R. de Bolivia, Siles Suazo recordaría años después el hecho que, inmediatamente de lanzados al exilio, sus correligionarios, tratados en Chile como “ingratos a la democracia”, fueron acogidos cariñosamente en la Buenos Aires justicialista: “Queríamos muchas cosas. Abastecimiento de ganado en pie, asistencia por la sequía, apertura de fronteras con Brasil…Perón con enorme cordialidad encontraba respuestas para todo. Concordó con lo del ganado y mandó abrir la frontera con Brasil. “Sin problemas. No hay fronteras. Todos somos latinoamericanos”, exclamaba el Presidente.

El segundo gobierno (51-55) se acompañó con cambios en el panorama político de los vecinos: En Chile arribó el General Ibáñez, proclive a acordar con Perón. En Bolivia, Paz Estenssoro, también de la línea nacional. En Paraguay llegó Stroessner, que aunque ideológicamente conservador, fue cautivado por la simpatía del argentino y sus muestras elocuentes de afecto histórico al bravo pueblo guaraní. Y en Brasil se asistió al retorno de Getulio Vargas, comprometido en pactar con el General de los descamisados, hasta que acorralado por sus enemigos Pro imperialistas acabó pegándose un tiro.
Los acuerdos se fueron suscribiendo incesantemente: Con BOLIVIA se rubricó el “Contrato Chacur” para impulsar la fundición de estaño en suelo del altiplano. Con CHILE se concretó el Tratado de Complementación para alumbrar un Mercado Común que se dejaba abierto a la adhesión de los demás países del continente, lo que fue inicialmente firmado por Venezuela, Colombia, Ecuador, Paraguay y Bolivia.

Posteriormente multiplicó convenios con el Paraguay, reparó antiguos agravios y aventó chauvinismos viejos al reconocer en el histórico Ejercito del Mariscal LOPEZ una heroicidad sin par.

En noviembre de 1953, en la escuela de Guerra disertó con ésta idea central: “Es indudable que en nuestro continente (en especial Sudamérica) está la reserva de materia prima y alimentos más grande del mundo. Esto nos indicaría que el porvenir es nuestro y que en los futuros afanes marchamos con una extraordinaria ventaja respecto a las demás zonas, que han agotado sus posibilidades de producción alimenticia…” Pero enseguida alertó en que la experiencia mundial nos indicaba que las Súper potencias no iban a pedirnos los elementos críticos “por las buenas”, sino que pretenderían despojarnos de esos recursos naturales que descansaban bajo nuestro suelo. Y ampliaba: “La ARGENTINA, sola, no tiene unidad económica. BRASIL, solo, tampoco. CHILE, solo, tampoco posee esa unidad económica; pero los tres países unidos conforman quizás, la unidad económica más extraordinaria del mundo entero…porque toda esa inmensa disponibilidad constituye su reserva…de la cual todavía no hemos explotado nada”.

Después de su derrocamiento y largo exilio retornó con una Tercera y plebiscitada presidencia: La vecindad continental lo acorraló con un panorama similar al de 1946: Chile con la dictadura asesina y proyanky de Pinochet. Bolivia, con el despedazamiento interno de la camarilla prominera. Paraguay atrapada en la estrategia brasileña. En Uruguay ascendía Bordaberry como cara visible de una retrógrada dictadura cívico-militar. Y el Brasil prevalecía su tradicional papel de socio privilegiado y subimperialista de los EE UU.

Pero el viejo caudillo indocriollo venia a morir por la patria y por las ideas de siempre en torno a la unidad del continente. Insistió. Rompió el cerco económico de CUBA, abrió la inmigración a los pueblos de la Patria Grande, multiplicó los créditos con Chile, proyectó, reimpulsó y ejecutó obras camineras y de infraestructura con Bolivia, Paraguay. Concluyó la vieja disputa limítrofe con Uruguay sobre el Río de la Plata con generosidad tal que el antiguo pueblo enemigo del caudillo 20 años antes, se lanzó a las calles a vivar su apellido.

Una deuda sentimental abrigaba con el Paraguay. En el invierno de 1974, anciano, físicamente débil y soportando una pertinaz llovizna que asolaba los alrededores de Asunción recibe el saludo de 21 cañonazos desde una nave guaraní, como desagravio a viejas persecuciones políticas y como reconocimiento al más grande amigo del Paraguay, según lo calificaron.

Con su generosidad y predisposición habitual tiene oportunidad de disertar y puede insistir en la necesidad de la integración del continente, como impulso insustituible para asegurar el bienestar de los pueblos y el progreso de los países.

Eso fue el 6 de junio. Al día siguiente, el desgastado cuerpo del líder regresa a la Argentina. El 8 de junio, notoriamente debilitado, recibe al radical Ricardo Balbín, ahora su aliado.
Comenzaba un indetenible camino hacia su muerte, acaecida el 1 de julio al mediodía.