
06 Ago Guerra del Paraguay: Batalla de LOMAS VALENTINAS
La mal llamada “Guerra del Paraguay”, que debería llamársela “Guerra contra el Paraguay”, se encuentra plagada de hechos notables por el heroísmo de los paraguayos. Se mezclan a menudo, la política y el salvajismo. Ocurrió de todo en esta contienda, provocada por la ambición de Inglaterra, a lo que debemos sumar los gobiernos cómplices de Brasil y Argentina, y lo digo con mucho dolor. Bartolomé Mitre y sus secuaces, fueron culpables de tanta desgracia paraguaya. Este tema lo desarrollaremos en otra oportunidad.
En estas líneas me voy a referir a una de las páginas más honrosas y sangrientas vividas por el ejército paraguayo.
El 21 de diciembre de 1868, al mando del Mariscal López, el ejército paraguayo resiste, en Lomas Valentinas, el embate de los aliados. Muy superiores en número. En Asunción la población moría por las calles.
Los brasileños, luego de la batalla de Avay, acampaban en las cercanías de un lugar llamado Villeta, tomándose un descanso de diez días, para realizar exploraciones y construir defensas.
Mientras tanto López, a los ponchazos, intentaba sin poder lograr construir por falta de tiempo y de brazos suficientes no pudo realizarse. Se limitó a preparar sólo algunas trincheras sobre la loma de Itá-Ybaté, donde emplazaron la artillería. Reunió apenas 4.000 hombres.
El jefe brasileño Caxias, reinicia las operaciones con la siguiente proclama: “Camaradas, el enemigo vencido por nosotros en el Puente de Ytororó y en el Arroyo Avay nos espera en las Lomas Valentinas con el resto de su ejército. Marchemos sobre él, y con una batalla más habremos concluido nuestras fatigas y privaciones. ¡El Dios de los ejércitos está con nosotros! ¡Ea! Marchemos al combate que la victoria es cierta, porque el general y amigo que os guía nunca fue vencido.
¡Viva el Emperador! ¡Vivan los Ejércitos Aliados!”
Henchidos de triunfalismo y “vestidos de gala”, los brasileños avanzan divididos en dos grandes columnas, a las órdenes de Mena Barreto y Jacinto Machado de Bittencourt, con el propio Caxias como comandante en jefe. Mena Barreto recibe orden de marchar sobre el Pikycyry, Bittencourt, apodado el Barón del Triunfo lo hace sobre Potrero Mármol, para apoderarse de los animales de abastecimiento del enemigo, cosa que consigue con relativa facilidad. Captura 3.000 vacunos y se retira dejando una división que ocupa Potrero Mármol. Caxias ocupa la loma Cumbarity donde emplaza la artillería.
A las tres de la tarde se inicia el asalto. Avanzando en dos columnas, por los únicos dos pasos de accesos. La artillería paraguaya logra detenerlos momentáneamente, haciendo estragos sobre la masa compacta de tropas hasta que finalmente llegan hasta las trincheras, donde se entabla una encarnizada lucha:
http://www.lagazeta.com.ar/guerra_del_paraguay.htm“Los paraguayos, que estaban escondidos en los fosos – O´Leary cita a un historiador argentino sin dar su nombre- se levantaron de repente y la emprendieron contra los brasileños, viéndose entonces algo parecido a los combates de los hombres de armas de la Edad Media. Los riograndenses del Barón del Triunfo que se batían en la primera línea, cruzando lanzas con los paraguayos, y las dos caballerías desmontadas dándose golpes de pica y sable y tomándose a brazo partido, presentaron a los ojos de la historia la más bella perspectiva de ese día”.
Convengamos, sin embargo, que la perspectiva no era muy bella que digamos.
Los brasileños son rechazados, y descendiendo las lomadas son perseguidos y sableados por la espalda hasta que logran llegar a sus trincheras, donde se hacen fuertes. En una última carga de los paraguayos, cae muerto con la cabeza destrozada de un balazo, al frente de los jinetes, el Coronel Felipe Toledo, jefe de la escolta presidencial de López, de 75 años de edad.
“Valois Rivarola –relata O´Leary- recibió también un balazo en la cabeza, en medio del espantoso entrevero. Herido gravemente en la garganta en la batalla de Avy, no pudo permanecer impasible ante el amenazante movimiento del invasor. Tambaleando a causa de la debilidad producida por la hemorragia, saltó sobre su caballo corriendo como un relámpago al frente de algunos acá-morotis a incorporarse a la reducida columna de Caballero (este señor Caballero, fue el mejor y más fiel militar que tuvo López). Los brasileños lo vieron por última vez, en aquella tarde memorable, blandiendo su temible espada, en todo el esplendor de su heroísmo. Consumado el rechazo, volvió al Cuartel General, bañado en sangre, sosteniendo la cabeza entre las manos”. El Barón del Triunfo, herido en un pie, se retiró al inicio de la batalla”.
Desmintiendo a los detractores de López, que lo acusan de cobarde, el Coronel Juan C. Centurión describe: “El Mariscal López mandaba en persona, y se encontraba a caballo en el mojinete de la acera del cuadro de la derecha del Cuartel General, rodeado de ayudantes, que caían a su lado heridos y muertos. El hombre estaba inmutable, dando prueba de la mayor serenidad y sangre fría. Cuando el enemigo consiguió por un momento dominar la primera meseta, avanzó sobre la segunda, llegando hasta media cuadra del punto donde él estaba; pero ni aún entonces hizo el menor movimiento, manteniéndose tranquilo, con la mayor impavidez”.
El Mariscal no se movió de este sitio, a pesar del peligro y de la notificación que se había recibido con la muerte del Teniente Aguilera, de que en este lugar arreciaban ya las balas. Permaneció allí, siempre a caballo, hasta la noche». (Testimonios de la Guerra Grande. Tomo II, Pag.15)
La noche puso término a la batalla, y si bien a López le quedaban escasos cien hombres, todavía estaban dueños del campo. La guerra debió haber terminado en esa trágica jornada, pero los brasileños no pudieron poner término a “fatigas y privaciones tras esta última batalla”. Como les prometiera Caxias. López ya “no tenía soldados, no tenía proyectiles, no tenía qué comer. Sólo noventa fantasmas le rodeaban en la cumbre de la trágica colina, aguardando sus palabras para correr a la muerte”; se retira con los restos y para el 27 logra reunir a “dos mil combatientes inválidos y niños, a quienes hubo que poner barbas postizas para quitarles su aspecto infantil, detuvieron durante ocho horas el ataque de 28.000 aliados. La batalla terminó cuando terminó nuestro ejército.” (O´Leary, citado por J. María Rosa, Historia Argentina).
Por su parte, el General Martín T. Mac Mahon, Ministro norteamericano que presencia la batalla, nos deja este desgarrador testimonio: “Seis mil heridos, hombres y chiquillos, llegaron a ese campo de batalla el 21 de diciembre y lucharon como ningún otro pueblo ha luchado jamás por preservar a su país de la invasión y la conquista… otros han fugado (hacia su propio ejército) de las pocilgas que utilizaban los invasores como prisión, el cuartel Paraguayo comenzó a llenarse de heridos incapacitados positivamente para seguir la lucha. Niños de tiernos años arrastrándose, las piernas desechas a pedazos con horribles heridas de balas. No lloraban ni gemían, ni imploraban auxilios médicos. Cuando sentían el contacto de la mano misericordiosa de la muerte, se echaban al suelo para morir en silencio”.
Muchos juzgan inexplicable el hecho de que López, con el ejército destruido haya logrado escapar del cerco enemigo con un puñado de hombres. Comentando el hecho, Thompsom se pregunta: “En la orden del día, Caxias declara que López, en su retirada, “sólo iba acompañado por 90 hombres y que de éstos únicamente 25 llegaron con él a Cerro León”. Si esto no es enteramente exacto, poco le falta para serlo; y sabiéndolo ¿Por qué Caxías, general en jefe del ejército aliado en guerra, no con la nación paraguaya sino con su gobierno, y teniendo 8.000 hombres de caballería admirablemente montados y enteramente desocupados no persiguió a López, a quien podía haber tomado sin perder un solo hombre? ¿Fue una imbecilidad o por el deseo de sacar más dinero de la proveeduría del ejército? ¿Fue un pretexto para mantener permanentemente un ejército en el Paraguay, o existía inteligencia secreta entre Caxias y López? ¿O lo hizo para dar a López el tiempo necesario para reunir hasta el último paraguayo con el objeto de exterminarlos en guerra civilizada?”. (G.Thompson, La guerra del Paraguay, Pag. 11)
Las preguntas que se hacía Thompson, son las mismas que nos hacemos hoy. Nadie las puede contestar.
Fuentes:
– Cerro Corá- Perez Pardella
– García Mellid. Atilio. «Proceso a los falsificadores de la historias del Paraguay».
– Castagnino L. Guerra del Paraguay La Triple Alianza contra los países del Plata.
– La Gazeta Federal www.lagazeta.com.ar