Grietas y combates frente a tierra arrasada

En la editorial anterior mencionábamos lo difícil que habría sido imaginar, cinco años atrás al momento de fundar esta publicación, el marco institucional y socioeconómico en el que naufragaría la Argentina para finales de julio del presente año.

Tampoco podríamos haber previsto, apenas un puñado de meses atrás, la victoria popular al borde de lo avasallante, que se concretaría en las PASO del 11 de agosto último pasado. Desearla y soñarla, sí. Tener certezas de una posible victoria cuasi irreversible a escala nacional y de la provincia de Buenos Aires, ni el más optimista. Pero probablemente quienes sí lo hayan evaluado en tanto hipótesis dentro de las variables trabajadas en sus múltiples diagnósticos, sean los integrantes del gobierno Cambiemita y no pocos miembros del escasamente honorable “Círculo Rojo”.

Sus políticas conllevan consecuencias, ahora y siempre. En ciertos contextos, desencadenan puebladas, represión, sangre de trabajadores… en otros, la decisión democrática a la hora de condenar mediante el sufragio a los hambreadores de multitudes y saqueadores a favor de unos poquitos.

Y como los “mercados” no tienen más patria que sus acciones y bonos, ni más Dios que sus cuentas bancarias y cajas de seguridad dispersas por todo el orbe –preferentemente sin declarar- no presentan mayores reparos en hacerle “explotar la bomba” financiera en manos de Mauricio Macri, su amigo e integrante de clase, y no esperar, tal como estaría pautado, hasta después del 10/12 para interpretar los últimos acordes del saqueo financiero, y el crimen social, más violento de los últimos 18 años.

Aún así las cosas, vaya que de algún modo estarán comprometidos multi-recíprocamente, que aún en un ocaso putrefacto del ya de por sí hediondo neoliberalismo en el uso del poder político –y judicial- vigente, sus principales figuras, al menos, aparentan un convencimiento en la llegada a las elecciones de octubre con las chances intactas, cuando el olorcillo que va propagándose por toda la extensión de nuestra patria, habilita a avizorar una victoria de ribetes históricos a favor de las fuerzas que confluyeron en defensa del pueblo trabajador argentino en sus diversas ramas productivas.

Los grandes medios, más allá de vergonzantes panqueques que no era tan alocado esperar que aflorasen, libran una colosal aunque devaluada batalla por el sentido, para maniatar y en lo posible, arrodillar al futuro gobierno de acuerdo a sus apetencias ideológico-empresariales. Menuda tarea, entre tantísimas otras, la que le espera al más que probable nuevo gobierno de base popular, contra las cuales deberá pulsear, y vencer, ante grupos siempre afectos a la manipulación de masas en pos de una desestabilización institucional.

La “herencia” del hambre

Mientras dichos ejes, y tantos otros aún más dramáticos, se entrecruzan en un ajedrez jugado a todo o nada, la vida cotidiana continúa su desesperante cauce, y las barriadas populares sólo tienen tiempo para sobrevivir o perecer en el intento.

El drama del hambre, urgente y febril, lejos está de ser un relato de ciencia ficción; se palpa en cualquier centro comercial del conurbano bonaerense, en las elegantes recovas de la avenida 9 de Julio o Leandro Alem porteñas, y explota ni bien uno se interna algunos pocos minutos en colectivo o bicicleta hacia los barrios más periféricos.

No puede existir peor “pesada herencia” que vastos sectores de nuestro paciente pueblo, humillados y hambreados.

No pueden existir peores seres humanos que quienes niegan o incluso justifican tales aberraciones y atentados contra la sacralidad de garantizar a los niños bien formados y alimentados, de cara a un futuro muy áspero de transitar en condiciones nutricionales y sanitarias desventajosas.

Ellos y nosotros, o caminos paralelos que no se cruzan

Cierto es que de la convivencia se nutre e ilumina la democracia. Pero ¡Bendita sea la grieta! Que nos diferencia de los insensibles, los hipócritas y los desalmados que, por si fuera poco, se rasgan las vestiduras sólo cuando a ellos les conviene.

La lucha de clases, mixturada de acuerdo a los drásticos cambios tecnológicos y culturales de la humanidad, tampoco es un romántico ensayo ficcional: Existe, late y se percibe en las enormes diferencias (“grietas”) que podemos observar en el componente de quienes marcharon para reivindicar al gobierno que libró el mayor saqueo nacional, acaso, de nuestra historia, en contraste con los cientos de miles de humildes compatriotas que reventaron la 9 de Julio en reclamo del pan más urgente, y también en búsqueda de paz y trabajo. Ni más ni menos que eso.

Cincuenta ediciones de Huellas Suburbanas, finalmente, han obrado como camino circular para volver a reiterar las mismas ideas fuerza: La grieta es insanable. Sólo se achica con el beneficio de las grandes mayorías, y ello implica en forma directamente proporcional un inevitable perjuicio para los acomodados de siempre.

Hay quienes se enojarán, indignarán, se erizarán los pelos, patalearán o quizás chillarán por estas convicciones, pero en la senda del engrandecimiento del pueblo trabajador, el camino incluye, inexorablemente, a dichos combates. Deberemos estar a la altura de las circunstancias.

Daniel Chaves
dafachaves@gmail.com