Generación de riqueza y trabajo

Hay que empezar a discutir la generación de la riqueza, y no la distribución de sus migajas.

Las “grandes diferencias” que presentan economistas y políticos, en los medios de comunicación hegemónicos, intentan instalar una falsa grieta en la opinión pública. Pero, lo que llama poderosamente la atención es que las cuestiones que se debaten y “enfrentan” a ambos frentes electorales, solamente, sean: el porcentaje de distribución de las riquezas, la presión fiscal, los impuestos y las normativas de regulación sobre la actividad privada.

Sin embargo, en ningún momento se hace foco en el problema principal que tiene la economía argentina, que es la escasa generación de riqueza nacional, el método de su desarrollo, la propiedad altamente concentrada y el carácter transnacional de la misma.

Con el objetivo de no discutir, ni poner en relieve los grandes temas estructurales de la economía nacional, simulan un enfrentamiento en la superficialidad de la puja distributiva como si fuera el único camino posible hacia la mejora de la calidad de vida de nuestro pueblo.

Por ello es que, desde abajo, el Pueblo trabajador que sufre las nefastas consecuencias de esta acumulación sin sentido, la violencia de la competencia extrema como ordenadora de nuestras vidas, la inseguridad de no tener las necesidades básicas cubiertas, necesitamos observar y analizar la economía desde otro paradigma que no sea el establecido por aquellos que nos oprimen. Porque solo comprendiendo es que podremos actuar en consecuencia, exigir y/o ejecutar por mano propia los cambios necesarios para modificar esta injusta realidad.

Entonces, resulta importante fundamentar, con datos concretos,por qué motivos afirmamos que el problema principal es la generación de riquezas.

Antes de la consolidación del liberalismo (alineado al modelo agroexportador en la política económica nacional), suceso que transcurrió en la década del 90 pero inició mediante de la dictadura cívico militar de 1976, la Argentina producía bienes y servicios, principalmente, para su mercado interno, y exportaba sus excedentes de producción a fin de adquirir divisas para reinversión, desarrollo, como también para la compra al extranjero de los pocos bienes que no se producían localmente.

Ese modelo productivo que vino a destruir la dictadura militar, y los gobiernos democráticos que la sucedieron, se caracterizaba por ser una economía mixta: El Estado ocupaba los sectores estratégicos con el objetivo de garantizar la protección y fortaleza del mercado interno, donde el empresario privado se desarrollaba produciendo y generando trabajo genuino. A su vez, se trataba de un modelo agrícola, ganadero, pero también industrial, que hacia foco en el autoabastecimiento de la mayoría de bienes y servicios que el pueblo argentino consumía con el fin máximo de asegurar la independencia económica sobre la producción y moneda extranjera. De esta manera, se lograba que el conjunto de la población económicamente activa disponga de un trabajo formal, con un ingreso básico, jubilación, y derechos laborales asegurados.

Todo eso vino a destruir la dictadura y, a partir de la década del 90, se consolida el liberalismo colonial mediante privatizaciones, y cierres de fábricas, que excluyeron al Estado de su rol de planificador y regulador de la economía. Desde ese preciso momento, se libera el comercio exterior argentino al dominio transnacional y se adopta un perfil netamente agroexportador en detrimento del mercado interno y, por lo tanto,de la industria y el trabajo local.

Como se puede observar, hacia 1990, el monto de exportaciones era de 9,500 millones de dólares y pasados 30 años de esas políticas, aumentó un 684%, a 65,000 millones. Sin embargo, el enorme aumento de divisas no se tradujo en desarrollo económico y social, por el contrario, la apertura de importaciones ocasionó que la ocupación formal cayera de 64% a 42% de la población económicamente activa. Los resultados a la vista: Un gran aumento del ingreso de dólares, y una drástica caída del trabajo. Crecimiento de la concentración de riquezas y profundización del problema principal, la falta de empleo.

Sumado a esto, vale aclarar que ese sector exportador, que dirige, acopia, distribuye y comercia la producción local, está compuesto en un 80% por compañías transnacionales.

Portodo lo expuesto, es que afirmamos que el principal problema de la Argentina es el método, la propiedad y la orientación política de la generación de las riquezas.

No hay un futuro posible de justicia social sin una protección de nuestro mercado interno y una política orientada a la industrialización para recuperar los puestos de trabajo perdidos. Para cumplir ese objetivo, y excluir a las transnacionales que fugan incesantemente las riquezas generadas en nuestro suelo, se precisa recuperar el rol histórico del Estado en los sectores estratégicos de la economía nacional.

En principio, resulta indispensable un Estado fuerte que administre el ahorro nacional, para contar con soberanía monetaria – financiera, y el comercio exterior, para ejecutar la decisión política. Banca multinacional, aduana privada, oligarquía extranjera y empresarios importadores nunca lo hicieron, ni lo harán, por sí solos.

Tenemos un enorme potencial si nos disponemos a emprender un proceso de industrialización que sume valor agregado a la producción actual y pueda sustituir el enorme caudal de importaciones vigentes. Contando con una población económicamente activa de 23,5 millones de argentinos, hay más de 6 millones de compatriotas que se encuentran sin tarea real en un país en el que está todo por hacerse.

La disyuntiva de fondo, la discusión que hay que dar y todos ocultan, es: Patria industrial o colonia empobrecida, no hay más alternativas.

Rodolfo Pablo Treber
rodotreber@huellassuburbanas.info