Francia, ¿impostura?

El punto de partida de la situación actual en Francia es conocido: hay un rechazo para aceptar dos años más de trabajo.

Hace poco más de un siglo, la esperanza de vida era de 49 años. Hoy es de 79 años para los hombres. Se han ganado 30 años a la muerte y está atestiguado que llegamos, en general, a los 70 años con mucha mejor salud que antes. El número de horas de trabajo en sí ha bajado mucho, los franceses son los únicos en el mundo en tener las «35 horas», una reducción de horas trabajadas, pagadas como equivalente de 39 horas (medida implementada por el gobierno socialista de Lionel Jospin en 2002).

En los hechos, la economía francesa viene perdiendo potencia desde hace 4 décadas (mayor tasa de desindustrialización en Europa), debido a depredaciones externas y a fuertes inercias internas.

Todos los demás países europeos trabajan hasta los 65 años (algunos, como Suecia o Suiza, hasta los 67).

Ningún país del mundo tiene vacaciones tan largas (EEUU: 15 días), ni tantos días festivos, por no hablar de los fines de semana largos.

El sistema sanitario, barato y generalizado, casi no tiene parangón en el mundo (véase Gran Bretaña, por no hablar del costo de la asistencia sanitaria en Estados Unidos).

Los conservadurismos internos pesan mucho. Defender a cualquier costo los derechos adquiridos o postergar la reforma del Estado son posturas, que hoy en día y dado el contexto desindustrializador, resultan conservadoras.

El presidente Macron está descrito como no democrático al recurrir a un decreto presidencial 49/3 para implementar la actual reforma jubilatoria. Existen, naturalmente, deficiencias económicas, desigualdades de ingreso, concentraciones de capital o desarticulaciones territoriales en una economía que va mutando. Pese a esto, Francia se encuentra entre los diez países relativamente privilegiados y bastante agradables para vivir.

En este contexto, los franceses revelan una suerte de impostura de la revuelta, más envueltos en una burbuja de privilegios propios de otras etapas, que dispuestos a encarar una nueva realidad del mundo en recomposición, más austero y competitivo.

Las huelgas actuales, además de ser anacrónicas, acelerarán el declive interno.

Francois Soulard
francois@rio20.net