Escudos y garrotes

“Si no creyera en quien me escucha
si no creyera en lo que duele
si no creyera en lo que queda
si no creyera en lo que lucha…”

Por: El Mujik

 El mito del “remisero facho” en sus años dorados

Pocas veces preciso subirme a un remis o, en menor medida, a un taxi en la localidad de Morón. Si debo acercarme a la redacción de Huellas, lo hago a pie o en mi trineo electrónico. Jamás me sobra un peso y más bien siempre me ocurre todo lo contrario. Pero esta vez se presentaba una emergencia. Un viaje breve, poco tiempo. El costo mínimo. Abrí mi billetera, llena de anotaciones y escasa en billetes. Conté, cual niño que va al kiosco a comprar caramelos: las cuentas cerraban. Llamé a una agencia. Al rato inicié viaje.

Fuera de lo previsto, el chofer –bigotito setentoso, mal carácter, rictus de amargura crónica- se empecinó en hegemonizar la temática de la conversación. Me «primereó». En lo personal, con hacer vagas referencias al clima habría sido por demás suficiente. Pero mi interlocutor tenía otros planes en mente.

Sin mayores preámbulos insistió en remarcar, exultante, los “palos justificados” contra los docentes en la aciaga noche del 9 de abril en plaza Congreso, y fue más allá, visiblemente envalentonado: hizo tronar su reclamo para que se aplique similar “tratamiento” para peatones que cruzan “mal” las calles, para vendedores ambulantes “negros o villeros”, y tampoco se privó de incluir en la macabra lista a “zurdos, musulmanes y defensores de los ladrones del gobierno anterior”. Así, con dificultad para conservar su calma y una exaltación indisimulable, avanzamos las primeras cuadras, con el chofer más cercano en conducta al inolvidable Norman Bates que al buenazo de Morgan Freeman en “Conduciendo a Miss Daisy”.

Proclive a la erupción, acaso innata a los de mi estirpe; grandilocuente y desenfrenado, arremetí golpe por golpe, en lo que se convirtió en un breve viaje de dos kilómetros de extensión, sofocados en un griterío sórdido mientras intercambiábamos miradas por el espejo retrovisor, cuales pandilleros señalándose la esquina y la hora para dirimir quién es el dueño del baldío…

Le espeté adjetivaciones, a mitad de camino entre simbólicas y estereotipadas contra el pensamiento ultramontano y retrógrado que se empecinaba en imponer. Y hasta honré a mis ancestros y le recordé lo que a los de su calaña les sucedió en mi lejana Rusia hace, curiosamente, 100 años atrás… o quizás uno, dos, o tres años menos.

Lejos de inmutarse, protestó y cuestionó contra quienes, desde mi profesión, no nos dedicamos a honrar en todo momento a las “Fuerzas del Orden”. Para mantener la línea argumentativa, se indignó ante algunas demostraciones concretas de índices de desocupación en alarmante crecimiento y pobreza que se concatenan, irremediablemente, junto a cada oleada de derecha en sus versiones liberal, conservadora, neoliberal, inconstitucional o constitucional, según cada período histórico que hayamos atravesado. Y no se privó de deslizarme, con semblante desafiante y sabedor de la total impunidad con la que cuenta en estos tiempos de tan pocas luces institucionales, que si fuera de mi “interés” él bien podría presentarme a un par de “coroneles amigos” que ostenta en su vitrina de condecoraciones… acaso imaginarias, o no.

Este Mujik, siempre gigantón y campechano pero de arrebatos explosivos, abonó el viaje sin cortesías sobreactuadas ni bien llegamos a destino. A todo ello, el antihéroe de origen –muy contra su voluntad- popular se jactaba de aguardar noticias de su efímero cliente para proveerle “mejor información” en una eventual futura oportunidad…

… Pero lo que nunca se habrá imaginado el alienado, era que el Mujik, al bajar, se acercaría hasta su ventanilla, le daría la mano –un apretón fuerte y glacial-, los ojos cruzándose chispazos, y se despediría evocando “como dijo mi Comandante Hugo Chávez Frías, sepan administrar su victoria… porque es una victoria de m… y no se olvide jamás, que hagan lo que hagan, lleguen hasta donde lleguen, al final del camino… ya sea en la pobreza o desde las ruinas mismas, emergerá el pueblo una vez más. No se desanime compatriota, tómese un antiácido de inmediato. Pero vaya sabiéndolo con todas las letras: Hay una sola certeza a lo largo de este sendero, y es que VAMOS A VOLVER”.