“En los barrios se vive una solidaridad que es maravillosa”

Entrevista a Eduardo De la Serna, sacerdote integrante del

Grupo de Curas en Opción Por los Pobres

El sacerdote Eduardo de la Serna desarrolla su oficio en Bernal oeste, municipio de Quilmes. Es miembro del Grupo de Curas en Opción por los Pobres, fieles seguidores-herederos del Movimiento de Sacerdotes por el Tercer Mundo de aquellos años 60 y 70 en toda nuestra América. Doctor en Teología, además es profesor Emérito de Sagradas Escrituras, ha sido autor de varios libros y artículos de rigor académico.

Conversamos vía telefónica con De la Serna, para que nos brinde un análisis donde se agrupan actualidad socioeconómica en tiempos de coronavirus, y el rol de la iglesia para el difícil contexto que nos toca atravesar.

Padre Eduardo, ¿Cómo ve a nuestro país en el marco de la pandemia que estamos soportando? ¿Qué opinión le merece la labor gubernamental y de los profesionales de la salud en esta instancia?

Yo creo que, obviamente, el país está pasando por un muy mal momento, de los peores que yo he vivido en muchos aspectos. La sensación de angustia, de sentirse que uno no puede, en muchos casos la soledad… eso es una cuestión importante de lo que se está viviendo en estos momentos. Por otro lado, me parece que se escucha y se vive en los barrios la sensación de que nos están cuidando. Creo que en los barrios se cree que lo que se hace es una porquería, pero es la menor de las porquerías posibles, para decirlo de alguna manera.

El gobierno está haciendo lo que puede. Seguramente debe haber medidas que no son las ideales o lo que fuere. Lo que sí creo tener en claro, es que se piensa, se evalúa, se investiga y se toma la medida que parece mejor ó al menos, la menos peor. En la gente eso se traduce en que, si bien se la ve molesta, cansada, no se ve una actitud rebelde, y eso me parece que es importante de tener en cuenta.

¿Vislumbra el nacimiento de nuevas reglas de organización para el tablero político económico mundial? ¿Qué fuerzas observa que están en pugna de cara a la aún incierta salida de la pandemia?

Con respecto al tablero mundial, creo que faltan elementos, y además también hay que ver la correlación de fuerzas. Uno a veces cree ver que va a pasar tal cosa, pero el poder económico suele ser lo suficientemente perverso y fuerte como para impedir que algunas cosas pasen.

¿Por ejemplo?

Uno ve, y la gente ve que el hecho de que nos estén cuidando es positivo, pero también se ve una campaña feroz –basta mirar las primeras planas de los diarios de siempre- en contra de absolutamente cualquier cosa. En ese marco, ¿Qué puedo desear? Desearía que algunas cosas hayan quedado claras, por ejemplo el rol del Estado, de una aerolínea de bandera, de la educación pública, los medios de comunicación que no deben estar en manos hegemónicas, el rol de las universidades y la investigación públicas, la salud pública… en tal sentido, sería de desear que esto lo aprendamos a nivel mundial. De todos modos, también observo que la cabeza del imperio tiene tanto poder, que no se sabe cómo va a seguir esto: hay quienes son capaces del suicidio antes que ceder en determinado asunto.

¿Qué rol debe asumir la Iglesia en semejante contexto?

Personalmente pienso que el rol que debe jugar la iglesia, es la de anunciar la Buena Noticia de parte de Dios. La iglesia existe para comunicarle al mundo una buena noticia, que tiene que ser real; no puede ser ingenua o ilusoria. Esa buena noticia va a ser tal, si sabemos mirar más allá, si sabemos descubrir los elementos positivos. Si somos capaces de ver que, más allá de que hay muchísima gente que la está pasando mal, desborda de gente ayudando o haciendo algo por el prójimo. Hay muchísima solidaridad, y eso es un valor que ojalá no se pierda. La palabra solidaridad es cristiana por excelencia. Y la iglesia existe para eso. Sí puedo encontrar entre la gente la buena noticia de que, ante estas situaciones, la mayoría nos descubrimos como hermanos. Nunca falta alguien que sobra, diría Mafalda, pero nos descubrimos como hermanos cercanos, para compartir, trabajar, ayudar y dejarnos ayudar por el hermano. Esas cosas son maravillosas. Ese es el rol principal de la iglesia: descubrirnos como hermanos porque Dios es nuestro padre.

Casi en simultáneo, al momento en que estamos compartiendo esta comunicación, reducidos grupos violaron la cuarentena con una manifestación frente al Obelisco y al Cabildo porteño. ¿Cree que los sectores defensores del “orden” neoliberal sobrepasan hasta límites del cuidado básico de la vida, en su afán de aferrarse a la preservación de sus intereses?

Tenemos que ver qué entendemos por libertad. Los neoliberales entienden la libertad desde una perspectiva absolutamente individualista. Cada libertad a lo sumo se incorpora a las libertades de otros, pero mi libertad es una especie de Dios o divinidad absoluta. Entonces algunos sostienen que no hay que pagar impuestos… tienen un criterio de la libertad que no se condice en lo más mínimo con el planteo de vida en sociedad. Si tengo que decirlo rápidamente: Merecen mi más profundo desprecio. No tienen un análisis social, no tienen un análisis histórico y no tienen un análisis antropológico de la realidad. Claro, algunos de esos han nacido en cuna de oro o algo parecido, y así es bastante fácil pensar en una actitud de meritocracia o cosas por el estilo. Desde dicha perspectiva, el pobre tipo que tuvo la “mala suerte” de nacer en el África, está condenado a ser explotado, oprimido, expoliado, saqueado por los poderosos, porque ninguna ley o norma existe por encima de mi propia libertad… aquel dicho liberal, del que yo no comparto su totalidad, que dice que la libertad de uno termina donde empieza la del otro… traído a este contexto, sirve para responderles: ustedes tienen derecho a salir si no me van a infectar. Pero como estamos en una sociedad con un virus altamente contagioso, no deberían poder salir. Y deberían ser sancionados, y eventualmente detenidos. Esto lo diré irónicamente: Espero que esos pobres engendros humanos hagan una nota ante escribano público que renuncian a terapias intensivas y al uso de respiradores. Que no le roben el tiempo y el espacio de tener un respirador o una cama en UCI (Unidad de Cuidados Intensivos) a los que las van a necesitar por que éstos los contagiaron.

¿Cómo se vive enfrentando la pandemia en el ámbito territorial dentro del cual usted se desempeña? ¿Hay buena articulación entre las instituciones estatales y aquellas de raíz comunitaria?

En el barrio donde estamos, hay que decir que la cuarentena se respeta bastante bien. La mayoría de la gente anda con barbijo, en los comercios de cercanía no podés ingresar sin eso… hay un intento de cuidarse. A pesar de la visible incomodidad, aburrimiento y molestia general, pero no se ve una reacción con ganas de salir a romper todo, para exponerlo con claridad. En el barrio en el que estoy, Bernal oeste, hasta ahora tenemos muy pocos casos de Covid-19. Hay una actitud de cuidado y respeto por lo que está haciendo el gobierno nacional, al igual que el provincial y el municipal, cuyas medidas la gente las considera racionales de aplicar. Las relaciones con el gobierno municipal son bastante buenas. La intendenta (Mayra Mendoza) tiene una cierta presencia en los barrios, cosa que, al menos en el que yo transito cotidianamente, nunca vi al anterior intendente Molina.

Por último, Eduardo, ¿Piensa que esta pandemia “potencia” la brecha entre aquellas personas que ejercen la solidaridad y aquellas que manifiestan egoísmos y/o mezquindades varias, aún en tales circunstancias? ¿Qué expectativas de cerrar dicha “grieta” conserva usted, en tanto militante social y desde su fe cristiana?

Por supuesto que el egoísmo es perjudicial para la vida humana en todos los aspectos, y en casos como frente a una pandemia lo es doblemente. En estos casos, las actitudes de los egoístas que no tienen en cuenta la situación del prójimo, del hermano, del pobre, el enfermo, el desocupado, son doblemente nefastas. Por el contrario, reitero, en los barrios se vive una solidaridad que es maravillosa. Yo estoy gratamente sorprendido, alegre de ver la cantidad de gestos de solidaridad que se están viendo en el día a día. Como contracara, en este barrio tenemos al frigorífico Penta; allí la patronal no ha permitido el ingreso de los trabajadores, no ha pagado los salarios y los trabajadores están en movilización. Pero eso suele pasar con las patronales: cuando ven que no pueden ganar lo que quieren, se van, y que los laburantes se las arreglen… pero ahí queda de manifiesto que la meritocracia deja de funcionar. Eso es robo, saqueo, estafa, impunidad de los que tienen poder.

¿Con respecto a cerrar la grieta? La verdad, yo tengo ganas de que la grieta se abra cada vez más, depende de qué grieta estemos hablando. Si se cierra porque no hay explotadores ni oprimidos, porque no hay violentos y violentados, porque no hay víctimas y victimarios… si esa grieta se cierra así, bienvenida sea. Pero si la grieta se cierra porque nos hacemos los distraídos y no hablamos de la realidad, ni confrontamos contra la injusticia; si no confrontamos con que Penta no paga los salarios, o que los medios de comunicación parecieran querer que la gente se muriese, en la línea de Bolsonaro, Trump y compañía… si no confrontamos con todo ello, cerrar la grieta entonces nos convertiría en imbéciles. Y yo esa grieta prefiero mantenerla viva, porque no acepto ser un imbécil.

Alentar la solidaridad es algo maravilloso, pero eso dependerá si nosotros somos capaces de que triunfe la solidaridad, o si triunfan el egoísmo, la indiferencia, en cuyo caso tendremos que rezar para que la grieta crezca día a día y muchos se caigan en ella, preferentemente los causantes de la misma, que son los injustos, los violentos, los mentirosos y los cultores del odio.

Daniel Chaves
dafachaves@gmail.com