Elecciones, impostura y marketing: la política y la palabra.

De Septiembre a Diciembre se viene una avalancha de elecciones. La Paso de medio término, más de mil elecciones para renovar mandatos sindicales, la renovación en la CGT y las legislativas definitivas. Se supone que en una coyuntura tan singular como ésta, la principal protagonista debería ser la palabra pero, sin embargo, la palabra se ha oscurecido, silenciada bajo el estruendo ensordecedor de los multimedios del poder y el vale todo infame de las redes sociales. Y sin palabras deviene la oscuridad, más allá del telón blanquito lavado de los afiches de campaña se avecinan épocas oscuras.

Porque lo primero que se vacía de contenido si falta la palabra es la política y los síntomas son evidentes; se balbucea el «deseo» de vivir cómo queremos pero nadie habla de pleno empleo. Se señala a los bancos y a las corporaciones pero éstos siguen maniobrando con las leyes de los últimos veintiocho mil Congresos con sus diversas conformaciones. Si no se modifican los marcos legales nada va a cambiar. Y el pueblo obrero, popular, el que hace arder el fuego desde abajo, así cómo entiende enseguida cuándo le hablan de la Patria, entiende igual de rápido cuándo un otario de saco y corbata ignora sus necesidades o finge que le interesan. Un ejemplo de «ayer nomás»;  acabamos de escuchar en días recientes a Matías Kulfas representando al gobierno, a Daer representando a los gordos de la CGT y a Funes de Rioja representando a las patronales, denostando cualquier tipo de discusión posible con respecto a la reducción de la jornada laboral sin baja salarial. Una demostración de consenso bestial donde confluyeron en contra de la clase obrera la burguesía agrupada en la UIA, la partidocracia oligárquica y el posibilismo nacional burgués del gobierno del Dr. Fernández. No se plantea nada más allá de slogans y salvas. Ni unidad latinoamericana, ni nacionalización de los recursos económicos y naturales. Todo es imposible a los ojos de quien ya tiene sus necesidades cubiertas. Y formación política para la renovación de cuadros cero. Con los yuppies pequeño burgueses que viven pariendo las pseudo ciencias que nos tiró por la cabeza el Imperialismo, alcanza y sobra de candidatos.

Y en la CGT no cambia demasiado la ecuación. Sergio Palazzo fue el candidato que tiró sobre la mesa la cuestión de la jornada laboral desde el campo nacional. Y también se lo nombra para participar, de manera directa o a través de algún otro compañero de la Corriente Federal, en la conducción colegiada que se propondrá el 11 de noviembre tras el Central Confederal de Septiembre. Entonces, que Daer haya atacado una propuesta suya, puede considerarse una cuestión de clase entre dos representantes de gremios de la pequeña burguesía, pero de los cuales uno defiende una causa de la clase obrera y el otro un interés del capital concentrado. Aquí sí estamos hablando de una cuestión política seminal. Porque la posibilidad de que Pablo Moyano entre en escena, posibilidad que abrieron desde el mismo sector de los gordos de los gremios de servicios, podría entroncar con la postura de los únicos candidatos del movimiento obrero en las listas, Palazzo, Correa y Siley, agregando al panorama la posibilidad de que esta última ingrese a la conducción colegiada de la CGT bajo la figura, a crear para aportar al cupo femenino, de co-secretaria. En lo concerniente a las elecciones por gremio…nada nuevo bajo el sol. Listas eternizadas, presión, patotas y proscripción interna. Y, nuevamente, formación política para la renovación de cuadros inexistente. Y de nuevo el silencio. Porque allí dónde no hay libertad ni soberanía intelectual posible, sólo sobrevive la paz de los cementerios.

Silenzio stampa, afectación, simulación. Tanta impostura me recordó que, allá por el siglo XVII la comedia italiana dell’arte, la farsa, supo concebir a uno de los payasos más icónicos de la cultura universal; Scaramuccia, que pasó a la historia por las palizas de Harlequin, pero principalmente por su debilidad clínica por la farsa y la afectación. Y aparentemente Scaramuccia sigue vivo en el homenaje permanente de los políticos profesionales en campaña. Soberbio, medroso, idiota, apocado, avispado o valiente según la escena o, en este caso, la coyuntura de campaña. Scaramuccia no hablaba de LAS COSAS. De hecho casi no hablaba. Hablar es expresar una idea mediante un conjunto X de sonidos que le significan algo al oyente, y lo que dicen los genios del marketing, el coaching y el maquillaje no le significa nada al pueblo que dicen representar. Es bijouterie contra esmeraldas. Es un plan social, aún con todo lo que tienen de progresivos los beneficios del Estado de bienestar ante la pauperización extrema, contra el pleno empleo, la justicia social y la soberanía. Parece un lugar común pero, lamentablemente, es una cuestión que sólo el pueblo plebeyo puede resolver: la Patria o la Colonia.

Sebastián Jiménez
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