
27 Feb El precio de la paz
Por: Gustavo Zapata
Profesor de Historia
En 1938 hubo un trabado de paz en Munich que garantizaría la paz entre Neville Chamberlain y Hitler… allí, el primer Ministro inglés cedió a todas las exigencias del bueno de Adolph, quien prometió que no avanzaría sobre más territorios.
En 1990 con la caída y disolución de la URSS la OTAN se comprometió a no sumar a más países de la ex república soviética…
En 2014 un golpe de Estado en Ucrania, no condenado ni por gobiernos ni por la prensa, sacó del poder a un gobernante que tenía buenas relaciones con el gobierno ruso. La celebración de la autodenominada “revolución naranja”, protagonizada por neonazis, llevó al gobierno a diferentes actores, el último de los cuales es este ex cómico de nombre Volodimir Zelenski. Los que no condenaron las primaveras árabes y no hicieron demasiados llamados a la paz en Siria, atacada por ejércitos fundamentalistas, no repudiaron invasiones a Irak, Afganistán, ni tampoco vierten una lágrima por las agresiones permanentes a la población palestina… ahora se rasgan las vestiduras por Ucrania.
Los neonazis ucranianos lograron que el congreso de su país reconociera como “héroe nacional” a un colaborador de los nazis como Stepán Bandera, cuya estatua es homenajeada en Lviv y cuya memoria es recordada en una fiesta nacional. No conozco condenas de los organismos de derechos humanos internacionales a este hecho de flagrante negacionismo. Hasta formaron un batallón de Azov con estos paramilitares nazis, ahora parte del dispositivo de defensa ucraniano.
Tampoco se conocen repudios a la incursión de militares ucranianos, no informados por la prensa occidental en la frontera rusa. No veo lágrimas en la televisión pública por los ¿1? ¿14000? muertos en los 8 años de guerra abierta en el Donbass, para reprimir los reclamos de autonomía primero, y luego de independencia de las repúblicas de Lugansk y Donetsk. Quizás no haya familiares en Argentina de ciudadanos que padezcan estos efectos colaterales…
No hubo condena a la presencia de miles de militares norteamericanos entrenando al ejército ucraniano, ni la venta de armas antitanque y otros recursos que engrosaron la deuda externa de esa maltrecha economía. Tampoco observamos sorpresa alguna a la declaración en Munich (casualmente) del actual presidente Zelensky de nuclearizar sus fuerzas armadas.
Está naturalizado que los norteamericanos tienen derecho de ocupar con sus tropas y entrenar a cualquier ejercito que lo pida, y que en la frontera de Rusia se puede amenazar con construir armas de destrucción masiva.
Los acuerdos de Minsk, máximo esfuerzo por encontrar una solución negociada, fueron incumplidos en primer lugar por el gobierno más interesado en la paz, por estar comprometido su territorio y su población.
Pero… los rusos son los malos… lo sabemos desde niños.