
09 May El poder es un auto en marcha
En los últimos días vimos como el Consejo de la Magistratura ha sido cooptado por la Corte Suprema de Justicia, siendo esto una violación flagrante de la normativa vigente. Sin ir más lejos, de la propia Constitución Nacional. Más allá de los nombres, de quienes pueden ir, me interesa hacer un análisis más sociológico, por fuera de nombres y apellidos independientes de la sociedad. Aunque no podré obviar algunos, será para apoyar la tesis que sostendré: el poder se ejerce, no se tiene. Evitar tantos nombres propios funciona en la medida en que entendamos que no hay un sujeto detrás del poder, siempre e inexorablemente, queriendo arruinarnos la vida (o la República, para nuestro caso). A veces, incluso con buena intención, se establecen verdades que funcionan como una fuerza que regula y determina nuestras vidas.
Será Michel Foucault quien sostendrá la tesis del ejercicio del poder como mecanismo de regulación de la vida. Lejos está este pensador de sostener que haya un motivo último, una razón que nos empuje a asumir el poder. Simplemente, es el momento histórico en el que vivimos que determina nuestras conductas del poder. Tesis que compartirá Cristina Kirchner cuando dijo hace pocos días que no alcanza con la banda y el bastón para tener el poder. Es muy cierto ya que el poder funciona en las relaciones y no en las personas. Da igual que tituló tengas, lo importante es la función que ocupes en una relación. En ese sentido, el gobierno de Alberto Fernández no tiene el poder porque la relación que debería establecerse con los centros del poder económico, no se ha establecido. O para decirlo de otra forma, en base al consenso se dilapida el conflicto. Más sencillo aún: si el gobierno no ejerce el poder frente a los sectores concentrados de la oligarquía argentina, no hay resistencia. Tenemos hoy un poder sin resistencia.
En ese sentido, Rosatti, más inteligente que Alberto Fernández, decidió ejercer el poder y ocupar un lugar que a todas luces no debería haber hecho. Sin embargo, no me propongo aquí establecer un bien o un mal, sino una utilidad del poder, su mecanismo instrumentalizado respecto a las relaciones sociales. Debería ser hora de que el liberalismo por izquierda que el gobierno intenta impulsar, aprenda un poco más de estas situaciones ya que si no tendremos que pensar que: o el gobierno es un conjunto de personas que están alineadas a la derecha mientras nos dicen que no son de derecha o es un gobierno sin poder, que sería un auto sin ruedas.
Otro punto interesante, en esta línea, es la historia del término magistratura, que nos remonta a la República de Roma, en su época de mayor apogeo, allá por el 509 a. C. En este momento histórico, el poder funcionaba como una producción de sujetos capaces para gobernar y dirigir ejércitos. La Carrera de las Magistraturas, consiste en una preparación de 10 años en el ejército, para pasar a poder ocupar los lugares de cónsul, pretor, cargos más importantes de ese entonces. Pero lejos de resaltar en esta nota meros acontecimientos históricos, me propongo apoyar lo antes dicho sosteniendo que en esta carrera de la magistraturas como capacitación para ganar experiencia de gobierno, estaba orientada al ejercicio del poder, no tanto la idea que se tenga del poder. Se producían personas capaces de gobernar, de ejercerlo. Tenían muy en claro que el poder no se trataba de títulos o de honores, sino de gente con actividad para hacerlo.
En resumen, la pintada de cara que la casta de jueces intentó y Cristina detuvo, nos debe hacer ver que el poder no es un objeto sino una relación, y que el interés del mismo está en ejercerlo. Es completamente sintomático como el gobierno deja constantemente de ejercer el poder, o se retrotrae como con Vicentin, haciendo un ejemplo claro de que no entienden cómo funciona esto. Dejado este vacío en el ejercicio del poder, la Corte lo ejerció y Cristina, pero no Alberto.