
06 Nov EL LIBRE COMERCIO. GANAMO, PERDEMO Y SIEMPRE PERDEMO
Existen algunas construcciones ideológicas en relación a la economía internacional, relacionadas con el intercambio entre países que se han catapultado al infinito como “dogmas”. Por lo tanto todo país que quiera insertarse en el concierto de las naciones debe si o si adoptar ese precepto. Reflexiono colateralmente en relación al vocablo “concierto” y con similar filosofía de la frase del título: Describo. Un conspicuo habitante del barrio donde vivo diría: En ese supuesto concierto, los países más pobres, somos un instrumento más. Y lo único que vamos a conseguir es que nos hagan “sonar”.
Dos de esos dogmas que hace tiempo circulan por todo el mundo, como verdad revelada y que comenzaron a aplicarse en nuestra América son los TRATADOS DE LIBRE COMERCIO (TLC) y TRATADOS BILATERALES DE INVERSIONES (TBI). Se cumplen 25 años de firma del NAFTA, TLC firmado por Canadá, EEUU y México. Que le trajo a este último país muchos problemas e incumplimiento de las beneficiosas promesas de mejoría de su economía nacional. Haga Ud. lector la siguiente prueba, deje de leer esta nota y salga a la vereda, a la primera persona pregúntele si el libre comercio es conveniente para la economía del país. Apuesto que un porcentaje cercano al 100 % responderá, SI.
Igualmente en esta nota me ocuparé de los Tratados Bilaterales del Inversiones (TBI). Estos acuerdos consisten, en apariencia, en brindar seguridad jurídica a los inversores transnacionales, con el fin de financiar áreas que el país receptor necesite modernizar, expandir, explotar y/o desarrollar, como ser privatizaciones de empresas públicas, exportaciones de recursos de la nación, inversiones en agroindustria, explotación petrolera y minera, comunicaciones, etc. Por supuesto, dichas inversiones se realizan para que las empresas obtengan ganancias de esa gestión. Pero si por algún motivo la administración del país receptor necesitara, quisiera o se viera en la obligación de modificar, cambiar las condiciones originarias del TBI y esto influyera en las ganancias de los inversores, dicho estado, debe compensarlos con cuantiosas cifras. Casi siempre esos montos superan varias veces las cifras de inversiones (a veces prometidas y no realizadas) porque incluyen las “ganancias esperadas”. El litigio se lleva a cabo en un tribunal arbitral internacional, por ejemplo en el CIADI, que es un tribunal del Banco Mundial, o en tribunales privados cuyos integrantes son generalmente abogados especialistas de bufetes internacionales, ligados a las empresas transnacionales. Que no podrían ser “árbitros” porque tienen conflictos de intereses y que, por supuesto, en la inmensa mayoría de los casos fallan en contra de los estados nacionales. Además, como los estados nacionales no puede acudir a la justicia de su país y lo deben hacer en tribunales supranacionales están resignando su soberanía a las cláusulas de los TBI en beneficio de empresas e inversores privados.
Un ejemplo de esto fue el litigio que el consorcio de empresas SUEZ y VIVENDI, AGUAS DE BARCELONA y AWG llevaron al CIADI, contra el estado argentino, por la cancelación de la concesión de la empresa que debía suministrar agua potable y servicios sanitarios a la ciudad de Buenos Aires y otros partidos del conurbano bonaerense, AGUAS ARGENTINAS S.A. Dicha empresa incumplió el contrato firmado en 1993. No realizó las inversiones que había prometido y además proveía agua con alto contenido de arsénico, no apta para el consumo humano. Comprometiendo la salud de 12 millones de personas que habitaban en ese territorio. La ciudad capital Argentina y los partidos circundantes a la misma. El gobierno del presidente Néstor Kirchner en marzo de 2006 puso fin al contrato y nacionalizó el suministro de aguas, creando la empresa AYSA, que hasta la actualidad realiza esa tarea. El fallo fue favorable a las empresas en 405 millones de dólares. El Gobierno de Macri, logró llegar a un acuerdo y pagar 257 millones de dólares, cuando la inversión, había sido de tan solo 120 millones de dólares. El tribunal no tuvo en cuenta los argumentos del estado argentino: la posibilidad real que muchas personas enfermaran o murieran intoxicadas por incumplimientos en las inversiones, ni tampoco las multas impagas cuyo monto total ascendía a 110 millones de la moneda argentina.
“Cabe mencionar que en total hay unas 9 demandas relacionadas al sector de saneamiento y distribución de agua y a la crisis del 2001, tres de las cuales involucran a la empresa francesa Suez (Echaide, 2017). La mayoría de esas demandas fueron decididas a favor del inversor, obligando al Estado argentino a pagar más U$S 850 millones a las empresas que aprovecharon la crisis del país para enriquecerse” (PUBLICADO EN CLATE 2020).
Otro ejemplo ocurrió en Colombia. La minera Eco Oro, de origen canadiense, demandó a ese país en el CIADI a raíz de las clausulas del TLC firmado entre ambas naciones. Esgrimen que la finalización del proyecto aurífero en Santurbán implicaba una expropiación indirecta. La decisión del Estado colombiano se tomó en febrero de 2016 cuando, después de una serie de protestas sociales multitudinarias, la Corte dictaminó que se discontinuara la explotación minera en los ecosistemas de alta montaña denominados páramos. Santurbán es uno de esos ecosistemas, allí explotaba una mina Eco Oro, la empresa inició un juicio en el CIADI, reclama US$ 764 millones por indemnización. Dicha cantidad supera en tres veces a la inversión que fue, supuestamente de US$ 250 millones.
Así son estos tratados, le dan toda la seguridad a las empresas y le quitan la soberanía al país. No cuentan las condiciones sociales, económicas, las crisis de cualquier tipo, las cuestiones ambientales, los derechos humanos o los derechos de las comunidades originarias, ni siquiera el derecho a una vida digna. Solo aseguran el lucro de las trasnacionales. Los países siempre pierden en los tribunales, porque aunque algún fallo resulte favorable deben hacerse cargo de los honorarios de los bufetes que defienden a las empresas litigantes, que rondan aproximadamente los U$S 5 millones. O sea como cantábamos en broma cuando los resultados del fútbol, no nos eran favorable: GANAMO PERDEMOS Y SIEMPRE PERDEMO!!! Metete el TLC y si quieres el TBI también. ¿Sabes dónde? Si, lo saben pero quedaría mal decirlo en esta nota. Aprendamos a no naturalizar esas construcciones ideológicas antinaturales.
Por algo en el 2005 en Mar del Plata, los líderes latinoamericanos dijeron. NO AL ALCA.