El Gran Hermano del país binario

Interpretaciones y lecturas sobre una mesa política donde el menú no expresa las urgencias populares sino las necesidades sistémicas. Mediocridad y supervivencia calendarizadas, sin que nadie tire del mantel.

Gentileza Carlos Caramello 

Fuente: https://www.fmlapatriada.com.ar

“Ésta debe ser una tristeza urbana.
Los edificios no dialogan
y el cansancio silba. Niños piden limosna
y no huelen a gardenia. Allí, secos.”

Juan Gelman

Que Alberto quiere ser de nuevo presidente y que Cristina no quiere que Alberto sea otra vez es, más o menos, el análisis político del momento. La fantasía neurasténica de un país binario en el que despuntan algunos genios, pocos monstruos y el resto se desenvuelve en esa mediocridad suma de cierto malestar permanente y cierto enojo instalado.

No hay más malos. Todo discurre en la medianía del poco deseo por profundizar las cosas: los diagnósticos, los afectos, las esperanzas. Una rueda de la fortuna en la que el consumo de cabotaje viene a paliar las ambiciones clasemedieras de aquella Argentina ascendente: un buen trabajo, una casa decente, vacaciones… Alcanza con pagar un par de plataformas online, salir a comer cada tanto a restaurantes de moda (en los que se cocina cada vez peor) y dar la pelea “política” en las redes: el oxímoron de convertir lo colectivo en individual.

El país murmurante, el que fluye por las entrañas vacías y flacas del pueblo, es el convidado de piedra. Un actor imprescindible sólo a la hora de los votos, un sujeto siempre ajeno del reparto. Raro, porque en su nombre se hacen tantas cagadas que uno podría suponer que, además de invocarlo, a veces se lo escucha. Pasa que a los dirigentes les cuesta mucho “bajar a territorio” (en la semántica de la expresión está la clave) y los que hacen negocio hasta con tu necesidad de ir al baño han encontrado un nuevo asunto: intermediar la pobreza.

Son algunos (no todos) de los exégetas de los pobres, de los lenguaraces de los castigados, de los intérpretes de los humildes los que elaboran los análisis reduccionistas que les alcanzan a los líderes para acomodar su juego de claroscuros cada vez más oscuros, cada vez más aislados.

Ahí la síntesis es la foto. La sonrisa impostada. La frase que busca ser esperanzadora y apenas si coquetea con el cinismo. “La reunión fue buena”; “unidad en la diversidad”; “acordamos que las PASO…”.

Pero no acordaron que hay millones a los que les crujen los huesos de esta alianza sin nudos, de este paquete de reuniones sin medidas. No acordaron ni se acordaron de los estómagos que rugen, los viejos que se quieren morir cada vez que reciben sus “beneficios” jubilatorios y los pibes que, a falta de otra pasión (porque no le pidas pasión al término medio) se abrazan a los discursos incendiarios de los payasos del imperio, siempre dispuestos a más, siempre decididos a la heroica tarea de que otros mueran.

No se trata, entonces, de las ambiciones de un presidente que no es pero quiere ser (vaya uno a saber por qué) ni de los que intentan impedírselo. Es más profundo. Y a la vez más vital.

Es la necesidad de tonalidades que escapen de las evanescentes (que siempre combinan), y se animen a lo fulgurante, a lo atrevido, a lo disruptivo. Hay que intentar la magia de ser inoportuno. De volverse incómodo para ese Poder (con mayúscula, sí) hecho por personas que se están muriendo y que deben alucinar que la sangre del pueblo los renace de modo vampiresco.

Si “a la oportunidad la pintan calva”  (1), depilémonos.  Que las pilosidades distingan a los gorilas que tienen (o creen tener) la vaca atada y volvamos a las fuentes. Porque la voz del pueblo es la voz de Dios, aunque hoy, parafraseando a Porfirio Díaz, estemos demasiado lejos de los dioses y extremadamente cerca de los Estados Unidos.

(1)En la mitología grecorromana, la diosa Ocasión era representada sin pelo, excepto por encima de la frente.

Carlos Caramello
carlos.caramello@huellas-suburbanas.info