El desconcierto del neoliberalismo latinoamericano (*)

El retroceso de Estados Unidos no convence a los sumisos neoliberales latinoamericanos de dejar de mirar al Norte. Ellos afirman que es el momento de aprovechar la actual vertiente globalista de Biden, para crear incentivos a la llegada de inversores yanquis.

Así retoman los mitos del gran desarrollo, que impulsaría la presencia protagónica de la primera potencia. Pero no explican el fracaso padecido por ese mismo rumbo durante las últimas décadas. El extractivismo minero enriqueció a las compañías imperialistas, sin ninguna contrapartida favorable para la región. Y lo mismo ocurrió con el modelo de las maquilas, que ha sido la antítesis de un crecimiento incluyente de América Latina.

Ilusiones vanas

Los neoliberales repiten un discurso del pasado, a pesar de las reticencias inversoras de las empresas estadounidenses. La mayoría de esas firmas buscan ganancias rápidas con reducido riesgo propio y no ofrecen las imaginarias oportunidades que propagan sus admiradores.

Esas actitudes de los capitalistas yanquis concuerdan con los enormes desequilibrios de las economías latinoamericanas. En lugar de tomar nota de esta realidad, los neoliberales continúan culpando a sus conciudadanos por las desgracias de la región. Enfatizan las responsabilidades de los “gobiernos populistas”, que desperdician la oportunidad de recuperar los favores del Norte con renovados actos de docilidad. Pero no enuncian un sólo ejemplo exitoso de esa mansedumbre.

El balance de los presidentes latinoamericanos más obedientes de Washington ha sido funesto. Las penurias del capitalismo dependiente fueron invariablemente potenciadas por esas gestiones. Ha sido tan nefasto el principio del ciclo (Salinas, Cardoso, Menem, Aylwin), como su reproducción durante la reciente restauración conservadora (Macri, Duque, Peña Nieto, Bolsonaro, Piñera).

Los neoliberales sustituyen la evaluación de esas trayectorias por la repetición de lugares comunes. Reiteran que los “problema son nuestros” y ajenos a la presencia estadounidense.

Esa mirada atribuye el subdesarrollo a la idiosincrasia, las costumbres y los comportamientos de la población. Pero omite que en la mayor parte de la historia regional, el rumbo de la sociedad no estuvo dictado por las mayorías populares.

Esa elite desprecia a sus compatriotas, exhibiendo su admiración por las potencias que dominaron a Latinoamérica, lucrando con la apropiación de los bienes comunes y la explotación de la fuerza de trabajo. Primero ensalzaron al opresor europeo y luego a su reemplazante estadounidense.

Desde el siglo XIX el liberalismo regional ostenta una manifiesta fascinación por el Norte y un simétrico desdén por los pueblos originarios de sus territorios. Esa tradición elitista nunca desapareció y recobró fuerza en todas las coyunturas políticas de preeminencia conservadora.

Algunos herederos de ese legado reconocen con mayor realismo, que Estados Unidos ya no opera como la indiscutida potencia hegemónica. Constatan que la pérdida de ese liderazgo torna muy difícil la mera alabanza o la simple sumisión. Pero igualmente postulan la conveniencia de preservar un lazo de dependencia frente a la ascendente gravitación de China.

Pero no aclaran por qué razón ese continuado padrinazgo de Washington sería beneficioso para América Latina. Recurren a un curioso razonamiento invertido, donde la atadura a una potencia declinante augura ganancias. Si el postulado neoliberal de las ventajas del status dependiente es insostenible, los provechos adicionales que aportaría la fidelidad a una potencia en retroceso son imposibles. Es sabido que los imperios en declive multiplican la exacción de recursos de las periferias sometidas.

Disyuntivas frente a dos poderosos

 La idealización neoliberal de Estados Unidos continúa atada alos tratados de libre comercio, EEUU ya no puede sostener. Sus fascinados seguidores de la región no han tomado nota de esa contradicción. Simplemente mantienen el viejo libreto de reivindicación de los convenios que promovía el Consenso de Washington.

Los neoliberales han perdido la brújula frente al escenario actual. Por un lado, propician las iniciativas de los grupos capitalistas que motorizan las lucrativas tratativas con China y por otra parte, mantienen su alineamiento con Washington. Ninguna de las dos opciones, incluye algún desarrollo económico con avances sociales para la región.

El libreto neoliberal es particularmente funesto en el escenario actual. La región se ha transformado en un gran espacio caudal rebosante de recursos naturales. Con el 7% de la población mundial, América Latina dispone del 42-45% del agua dulce, la mitad de la biodiversidad e inconmensurables reservas de petróleo, gas y minerales. Alberga, además, el 80% del litio, el 93% del estroncio, el 61% de la fluorita, el 59% de la plata, el 56% del renio, el 54% del estaño y el 44% de la platina.

La coyuntura bélica que ha sucedido a la pandemia ha potenciado la incidencia de esas fuentes de abastecimiento. La guerra de Ucrania ha encarecido abruptamente los alimentos y los combustibles, que la región puede proveer en grandes cantidades y a costos reducidos.

Pero tener los insumos no significa saber aprovecharlos, y nuestros neoliberales siguen mirando al norte.

[*] A partir de un trabajo de Claudio Katz, Resumen Latinoamericano, 1 de abril de 2023.

Gabriel Sarfati
gabriel.sarfati@huellas-suburbanas.info