El carácter reaccionario del concepto de «desmedido crecimiento urbano»


Según los «expertos», la causa fundamental de lo ocurrido en La Plata con la reciente lluvia torrencial y extraordinaria es el «desmedido crecimiento urbano», como titula alegremente Página/12 (*).


Evidentemente, ni los expertos ni los tituleros se detuvieron a reflexionar sobre las palabras que usan.

«Desmedido», en efecto, ¿en relación a qué?

El crecimiento urbano es. Puede ser alto, bajo o medio. Concentrado o disperso. En fin: puede asumir muchas formas. Pero, «desmedido», no.

Por lo mismo que carece de sentido la expresión tan trillada de «el pueblo nunca se equivoca» o su contrapartida «el pueblo puede equivocarse».

¿»Equivocarse», en relación a qué, sino a la idea de lo «correcto» que tiene el que hace el planteo?

La vara de comparación siempre es, en cambio, una construcción ideológica.

En el caso del crecimiento urbano, calificarlo de «desmedido» implica proponer una forma alternativa de existencia del país, que reduzca sea la tasa de crecimiento vegetativo de las ciudades (desde hace mucho tiempo, por ejemplo, la tasa de crecimiento vegetativo es el principal componente del crecimiento de Buenos Aires, entendida como conurbación), o que altere los flujos migratorios para que dejen de
dirigirse a las ciudades existentes.

Dicho sea de otro modo: calificar de «desmedido» al crecimiento urbano argentino es plantear una política de estricto control de la natalidad para reducir drásticamente la tasa de fertilidad de las mujeres que viven en zona urbana mientras se permite que se eleve o se mantenga alta (en el caso de que lo sea) la de las mujeres que viven fuera de las zonas urbanas, o impedir -la utopía de Mauricio Macri- la llegada de nuevos residentes a las aglomeraciones existentes.

Es decir: apostar al pasado, a que nada cambie, al conservatismo más acendrado.

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