EL AMOR VENCE AL ODIO… Y VICEVERSA

Aunque el nombre del mes anterior tiene su origen en el latinismo june, no sería ilógico, por estas tierras, el modificarlo por otro, cuyo germen sea el latinismo odium. Ya que odio es lo que brota y crece desde hace décadas, en ese espacio de 30 días.

Hubo un nefasto 16 de junio de 1955, cuando nuestras FF.AA. entraron en  el Libro Guiness de los Records. Y ocurrió porque por primera vez en la Historia Universal, las fuerzas armadas de un país, bombardearon la capital de su propio país, sin una situación revolucionaria o pre revolucionaria previa.

Fue el atentado terrorista más importante ocurrido en nuestro país, por décadas silenciado.  Lo pergeñaron las Fuerzas Armadas,  la Iglesia Católica Argentina, la Sociedad Rural junto con la banca extranjera, las corporaciones económicas, el Departamento de Estado norteamericano y el resto de los partidos políticos. Tampoco estuvieron ausentes, enfrentando a un gobierno popular, los principales medios de la época, encabezados por Clarín y La Nación.

Los aviones desparramaron metralla y bombas asesinando a 309 personas y dejando heridas a más de 1000.  Los pilotos argentinos también desparramaron odio de clase. Finalizada la fallida “operación militar, alrededor de las 17.40, el teniente Carlos Carus, arrojó la última bomba sobre la gente, junto con sus tanques auxiliares de combustible, produciendo un efecto napalm. Otro piloto, el teniente Guillermo Palacio lo había hecho antes. Solo ese odio es capaz de hacerlo.

En setiembre se producía el golpe de estado que derrocaba a Juan Domingo Perón, e instalaba la Revolución Libertadora de “ni vencedores ni vencidos”… ¿Se aplacó allí ese profundo odio de clase? No; se profundizó. El junio siguiente trajo un intento de sublevación contra los usurpadores del gobierno y que culminó con fusilamientos ejecutados antes de entrar en vigencia la Ley Marcial del gobierno de Aramburu y Rojas. Más odio…

En ese 1956, poco antes del alzamiento, Aramburu firmaba el decreto 4161, que prohibía “la utilización, con fines de afirmación ideológica Peronista, efectuada públicamente, o propaganda peronista, por cualquier persona”.   ¿Que buscaban esos “revolucionarios libertadores?  El establishment les inculcó sus criterios de clase, y abandonaron, si alguna vez lo tuvieron, el sentido de lo nacional, actuando no en contra de una ideología, sino de una identidad, de un modo de aspirar a vivir.  Había que eliminar el orden establecido en 1945, ese en que las mayorías trabajadoras, protegidas y representadas desde el estado, adquirían derechos y en el que los únicos privilegiados eran los niños.

Como aseguró Mario Amadeo, dirigente nacionalista católico y uno de los organizadores del golpe, «la revolución no fue solamente un movimiento en que un partido derrotó a su rival o en que una fracción de las Fuerzas Armadas venció a la contraria, sino que fue una revolución en que una clase social impuso su criterio sobre otra». ¿Odio de clase’.   ¡Seguro que sí! Es más, varios de los golpistas de 1955, volvieron, con la excusa de combatir a las organizaciones guerrilleras (casi diezmadas para ese entonces) en marzo de 1976, para conformar la peor dictadura cívico militar de nuestra historia.

Esa  dictadura que asoló estas tierras desapareció a 30.000 personas, de las que el 30,2% eran obreros; 21% estudiantes; 17,9%, empleados;  5,7% docentes 5,0 a autónomos y el 1,3 a periodistas. Nuevamente el odio de clase reestructuró la sociedad según criterios de la burguesía diversificada integrada por la oligarquía local. Esa surgida como producto de capitales extranjeros instalados en el país durante el siglo XIX, mediante la radicación de familias propietarias, cuyos intereses económicos se concentraron en la producción agropecuaria, además de la industria y actividades financieras.

Siempre vociferan actuar en nombre del futuro, de la República o contra la corrupción, pero siempre defienden intereses ajenos al  país. No tienen empacho en asesinar, desaparecer, endeudar y sembrar miseria. Fomentan el odio de clase, porque la elite sola no termina de imponerse. Crean un relato que encuentra en capas del medio-pelo argento receptividad para ese mensaje. Así convencen que el peronismo es una asociación nefasta que les quita sus privilegios. Que los pobres son seres innecesarios, negros de mierda. Amplifican el odio de clase.

Son afines a los conceptos vertidos por Madison Grant hace más de un siglo “The Passing of the Great Race” de que la raza blanca ha sobrevivido en Canadá, en Argentina y en Australia gracias al exterminio  de razas nativas. Si la raza superior no extermina a la inferior, la inferior vencerá”.

Hoy vemos, con preocupación, que esos sectores crecen  a diario y que más allá del ADN odiador, que decanta en cada generación, tienen la intencionalidad política de disputar la significación de esta pandemia.  Aunque suene confusa, con esa disputa logran que un grupo marche al obelisco, o que días después una caravana más amplia llegue a Plaza de Mayo. Hacen sonar consignas que parecen absurdas como el avance comunista en el país, que lo organiza Soros o que es culpa del “5G”. Así ocupan la agenda pública evitando otra temática de discusión más importante.

A ello se suma la difusión multimediática que lo reproduce e incrementa. Y sigue el odio. Logran que con esos mismos criterios salgan a defender “la propiedad privada” de Vicentín, Un grupo agroexportador y alimenticio.  Grupo que estafó al Estado, a varios bancos y a pequeños y medianos productores, y de quien se cree que fugó y lavó divisas. Para ellos los clientes de los bancos y esos pequeños productores, ¿no son una gran porción de propiedad privada? Sigue el odio y la derecha se reorganiza y avanza.

Frente a todo esto, a veces se deben evaluar menos las relaciones de fuerza y arriesgar más, ya que en eso consiste la iniciativa política, algo fundamental en ese difícil arte, el de la política. Como expresaba Andrés Calamaro en su canción “no se puede vivir del amor,  le dijo un soldado romano a Dios”. Entonces hay que despertar y empezar a reaccionar.

Día a  día agitan el odio de clase, el denigrar a  quienes sostienen la voluntad  de construir una Patria Justa, Libre y Soberana. El olor a pueblo es insoportable para mentes colonizadas. Se vuelve necesario politizar y darle un sentido a lo que se hace hoy, para el día después de la pandemia.  El derrotero deberá estar signado  bajo un profundo sentimiento solidario, guiados por la justicia y la igualdad social. Hoy desconocemos cómo va a ser la “nueva normalidad”, pero es seguro que dependerá del accionar político.

Sólo con un cuerpo social empobrecido y desarticulado podrán vencer los sectores parasitarios. Hay que eliminar de raíz  todas y cada una de las estructuras del capitalismo mafioso. Será fundamental para lograr la regeneración de la Patria. Hacia esa meta hay que avanzar.

Juan Carlos Dennin
juancarlos@huellas-suburbanas.info