
03 Ago El amo no come en soledad
Vamos por el conflicto, ese lugar donde las tensiones surgen y se manifiestan. Por lo general hablar de revoluciones es hablar de procesos inconclusos, pero aquí vamos por una partida más útil para nuestro análisis sobre los Derechos Humanos. La Revolución Francesa es de 1789, cuyo símbolo más figurativo es la toma de La Bastilla. Esta revolución fue posible porque las personas decidieron atravesar la relación que tenían con Dios. En ese momento, los reyes gobernaban por derecho divino, es decir, ni más ni menos que Dios respaldaba el gobierno monarca. ¡Vaya gobernabilidad! Los revolucionarios decidieron que de ninguna manera sería así, que ya nada iba a ser por derecho divino. La burguesía llegó para quedarse y Hegel es quien habrá de pensar la universalización de la historia.
¿Qué tenemos hasta aquí? Tenemos a un filósofo alemán. Tenemos una revolución por medio de la cual la burguesía -aniquilando a la monarquía- se ha adueñado del poder total. Tenemos, entonces, a un filósofo que tiene que pensar ese hecho. Su filosofía expresa, en rigor, ese hecho y otorgándole densidad conceptual. Hegel, alemán, es quien mejor expresa esta revolución. Cabe destacar que, hasta Kant, no se había podido pensar toda la realidad, ya que para él es incognoscible, empirismo inglés, es decir desde la coseidad de la empiria, sin hacer recurrir a la universalidad. Por eso elegimos a Hegel. Aquí hay una ruptura: Hegel quiere pensar toda la historia. ¿Qué es esto? ¿Por qué? Esto tiene una respuesta deslumbrante, que es el núcleo del que Hegel parte para explicar la historia humana. Se trata de la dialéctica del Amo y del Esclavo.
¿De qué se trata esta pelea? ¿Quién gana esta pelea? El que tiene menos miedo a morir. ¿Morir por qué? A morir por su carnalidad. Es decir, si yo tengo un verdadero deseo de conquista, tengo un deseo de dominio. Y ese deseo de dominio es espiritual. En cambio, el miedo a perder la vida en la lucha no es espiritual, es carnal. Es el simple miedo a morir que puede tener el animal que habita la tierra. El que abandona la lucha porque tiene miedo a morir se une a la animalidad, mientras que quienes la continúan porque quieren que su espíritu de dominio triunfe, siguen siendo un hombre o una mujer, y sigue luchando para ser reconocido por otros. Esto implica una enorme paradoja, porque los otros, los que lo reconocen, se le han sometido. Y los que se le han sometido, lo han hecho por miedo. Y si se le han sometido por miedo, ya no son hombres. Han pasado a ser animales. Esta es la dialéctica del amo y del esclavo de Hegel. Destacamos para la compresión de esta conceptualización que hace Hegel, las clases que Alexandre Kojeve dio en la Escuela de Altos Estudios de Paris (dentro de las cuales estuvieron Lacan y Sartre).
¿Y cuál es el sentido de explicar todo esto? ¿Qué cornos tendrá que ver con los Derechos Humanos? Aclarar en primer lugar, que las vinculaciones serán conclusivas al final de varios trabajos publicados en nuestra querida revista Huellas Suburbanas. Continuemos. Haremos una pequeña desviación, sin seguir con rigurosidad el camino académico para meternos con un seminario de Lacan, “la Angustia”. Cuando Lacan dice que el deseo es el “deseo del deseo del Otro”, es decir, el deseo de que el Otro me reconozca, advertimos que el amo de HOY, al hundir al Otro en la no-significación, no anhela ya su deseo, puesto que lo ha suprimido al condenarlo a la animalidad (ya mencionamos antes por qué). En otras palabras, el Amo come para suprimir la dialéctica al eliminar el trabajo, al no incorporar al esclavo. Así, la historia es la historia de la gula de los Amos. Un relato sin contraparte. Un no-relato. Un fin cercano al desierto del nihilismo nietzscheano.
El amo no come en soledad. Seguimos más adelante.