
07 Jul El ácido encanto de la doble vara
Huellas Suburbanas y sus primeros 70 largos pasos
Setenta ediciones y ninguna flor, podría reflexionar evocando al magnífico poeta Baldomero Fernández Moreno. Pero no es tan rigurosamente así. Si bien hemos sobrellevado una línea algo “tozuda” en materia de autonomía financiera –que en el mundo que vivimos, admitámoslo de una vez, es un pecado de ingenuidad un tanto grave- también vale subrayar la coherencia en el sendero de convicciones en la toma de posición desde lo periodístico-comunicacional que supimos mantener en alto a lo largo de estas primeras setenta Huellas, siete años al hilo, miles de páginas y decenas de miles de horas puestas al servicio de dicha tarea.
Al mismo tiempo, hemos logrado amalgamar nuestra satisfacción respecto a la producción de materiales informativos y para la reflexión de nuestro público lector, con una fuerte capacidad para insertarnos y articular, en tanto colectivo periodístico, con diversos actores de la vida política y sociocomunitaria, no sólo de Morón y alrededores, sino incluso del litoral argentino y más allá de las fronteras nacionales, con dignísimos y fraternales acompañamientos de corresponsales en Bolivia, Perú y Ecuador.
Más ardua ha venido resultando nuestra apertura hacia un pluralismo real de voces, sin que se dinamiten entre las mismas, en nuestro afán de demostrar la posibilidad fáctica de una convivencia democrática, aún desde enfoques con matices –y a veces dotados de divergencias antagónicas- sobre diversas cuestiones que constituyen nuestra vida político-económica cotidiana.
Acá asoma un nudo gordiano con el que la publicación- y así también tantas otras experiencias de medios comunitarios- se topa… a esta altura de las circunstancias, de modo inexorable: la bendita doble vara de muchos al momento de juzgar o interpelar al otro. Lo que unos practican está “mal” sólo en función de que lo hagan esos “otros”. La “otredad” como síntesis de todo lo malo, y el “nosotros” como imaginario idílico sin margen para crítica alguna. Si los “nuestros” financian a los grandes multimedios y menosprecian a los medios populares y comunitarios, entonces silbamos bajito, nos callamos la boca, o incluso, de máxima, buscamos alguna argumentación lo menos burda posible. Si la misma acción la ejecutan “los otros”, nos indignamos y nuestro clamor por redes sociales llega hasta distancias inconmensurables.
En ese camino, quienes luchamos por trabajar desde una autogestión que permita diversificar voces y desarrollar un espíritu crítico tan irrenunciable como incómodo, llegado el caso, para unos y otros, quedamos condenados a la pobreza que impide toda perspectiva de crecimiento en nuestra estructura de base.
Y no se trata de rasgarnos las vestiduras para acusar al “enemigo” y darles un chas chas en la colita: muchos que se indignan frente a esas situaciones en los “malos tiempos”, te quitan el saludo o te dan la espalda cuando la “ola” los favorece. Quien esté libre de culpa… que arroje la primera piedra.
Frente a dicho escenario, los postergados somos siempre los mismos: en este caso, un equipo periodístico de raíz obrera y popular, decidido a continuar enarbolando nuestra convicción de la honestidad intelectual en todo lo que producimos y comunicamos, le guste a quien le guste, y le moleste a quien le moleste.
A no hacerse los rulos, diría la única referenta genuina, actualmente existente dentro del campo nacional y popular: desde afuera, o desde adentro; solos o en multitudes; renovados o desvencijados, Huellas Suburbanas llegó a sus primeras 70 ediciones, y no pasa por nuestras mentes bajar la persiana… por más placer, acaso inconfesable, que ello pudiera generarle a algunos pícaros sin remedio.