Dolores Etchevehere: cuando la injusticia une

Desheredada arbitrariamente por la perversa voluntad de sus hermanos, Dolores Etchevehere (en su nombre, quizás, ya se pronuncia la empatía) quedó despojada de sus derechos hereditarios y se acercó a sectores también desheredados, pero por el azar, por el capricho de haber nacido en una realidad sin tierras ni empresas que les aseguren el futuro. Inédito. El extremo dichoso de la desigualdad encarnado por la señora Etchevehere, se convierte inesperadamente en su opuesto, desciende de alguna forma a la categoría de desposeída.

“Sean siempre capaces de sentir en lo más hondo cualquier injusticia cometida contra cualquiera en cualquier parte del mundo”. Ernesto «Che» Guevara, Carta a sus hijos. Marzo 1965.

 Es la injusticia la culpable de esta unión de lejanías, que sin ella continuarían irremediables. La injusticia, invitada frecuente en la vida de les pobres, en las mesas vacías, en el trabajo indigno, se coló en donde reina lo “justo”, el “mérito”, la abundancia: ingresó entre les herederes de una riqueza inconmensurable.

Los hermanos de Dolores (desconfigurando la connotación que tiene la palabra “hermano”), Sebastián, Juan Diego y Luis Miguel Etchevehere, “falsificaron firmas”—la de ella y la de su padre— y “de esa manera tomaron de facto la administración de todos los bienes”, entre otros preocupantes crímenes “contra muchas otras personas víctimas del poder e incluso, contra el Estado”, denunció Dolores. Sola, intentó buscar justicia, pero mientras tanto “al ser ellos los administradores de todo” la iban “asfixiando económicamente” para quebrarla. Pero un día conoció a Juan Grabois, quien ahora es su abogado y el nexo con los movimientos sociales.

“Cuando habló de Reforma Agraria, de la importancia de que la tierra sea para el bien común, de reparar el despojo que sufrió tanta gente, me sentí identificada”, declaró en un video subido a la página web del Proyecto Artigas que ahora integra junto a movimientos populares y ambientalistas. Esta identificación, sin precedentes, logra romper con una dicotomía visceral de la realidad argentina.

“De cada edad guardo el recuerdo de alguna injusticia que me sublevó desgarrándome íntimamente. Recuerdo muy bien que estuve muchos días triste cuando me enteré que en el mundo había pobres y había ricos; y lo extraño es que no me doliese tanto la existencia de los pobres como el saber que al mismo tiempo había ricos”. Eva Duarte de Perón, “La razón de mi vida”.

“Quiero decirles a todas las mujeres, a todos los despojados: no tengamos miedo; recuperemos lo nuestro, recuperémoslo para construir una Argentina humana y digna”, dice Dolores, enseñándonos un plural (“tengamos”; “recuperemos”) en donde se agrupa junto a sectores disimilescon una intenciónen común;y certifica sus dichos, con la donación del 40% de su herencia para iniciar un proyecto.

A partir del 15 de octubre se fueron sumando a la estancia Casa Nueva donde vivía Dolores, actores sociales como el Movimiento deTrabajadores Excluidos, Jóvenes por el Clima, mujeres organizadas y no organizadas. En una estancia oligárquica, entonces, entraron pacíficamente hombres y mujeres del pueblo, introducidos por una Etchevehere más, aunque no corrupta, ni ambiciosa de poder, sino partícipe de un proyecto colectivo, el Proyecto Artigas, con vistas a la construcción de un modelo agrario sostenible, libre de agrotóxicos y explotación.

Allí en la estancia, en los 14 días que duró su estadía,iniciaron algunas tareas entorpecidas por la presencia —pegados al guardaganado que sirve de ingreso a Casa Nueva— de los hermanos Etchevehere (de ahora en más “clan Etchevehere”, para no seguir violentando la palabra “hermano”) que no dejaban entrar herramientas, medicamentos, víveres ni empleados.

Aunque al principio el juez Flores dispuso una restricción de acercamiento y consideró que la ocupación tenía “visos de legalidad», el poder del clan Etchevehere, al son de la oligarquía nacional, logró insertar sus intereses en un último fallo donde la jueza Castagno ordenó el desalojo del predio. «Hemos decidido, como Proyecto Artigas, retirarnos del establecimiento Casa Nueva» dijo Grabois, acatando, y retiró a sus compañeres; pero para la sorpresa del idioma judicial (con sus fallos, causas, resoluciones y otros intentos de domar limpiamente la realidad) Dolores se negó: “Me van a sacar muerta”.

Ese enunciado (nacido gracias a la furia: partera de verdades que de otro modo no saldrían) nos comunica la unión inescindible de su vida con el proyecto. Dolores está dispuesta, luego de tantos años de tragar injusticias, de ver pasar “el desfile de las inclemencias” (cantaría Julio Sosa, en “La Cumparsita”), a construir junto con quienes comparte esta amargura del despojo, un Proyecto. A pesar de la derrota que significa la expulsión de la estancia, se inició una guerra contra los poderosos y sus privilegios inobjetables. Además, un éxito silencioso se manifiesta en una frase.

“Gente realmente sucia la que estuvo acá” dijo Luis Etchevehere, luego de entrar al casco de Casa Nueva y ver desorden. Aunque a cámara no quiso mostrar nada para evidenciar esos daños “que reflejan un menosprecio por la propiedad privada”, él asegura que dentro (luego del paso de les “usurpadores”) ha quedado suciedad. Menciona desarreglo, rupturas y otras cosas materiales para referirse, sin animarse a tanto, al daño simbólico: la profanación de su predio por gente del pueblo, la irrupción de la mugre (como sucedió en Plaza de Mayo el 17 de octubre de1945; o como ocurre en “Casa Tomada” de Cortázar con esas presencias indescifrables) en su pulcra estancia. Eso es, en realidad, lo que lo atormenta.

Esa “suciedad” que ha quedado, es el paso del pueblo por su ámbito, por su burbuja de privilegios. Es el entrometimiento que más odian; y justamente de eso se trata el Proyecto Artigas: girar el timón del sector agropecuario, con el fin de cambiar el rumbo en las precarias condiciones humanas, productivas y ecológicas de nuestro país.

Felipe Melicchio
felipemelicchio@huellas-suburbanas.info