Diversidad, cambio y permanencia en las unidades familiares Campesinas.

Las relaciones tierra, capital y trabajadores/as (parte 2)

En el número anterior de nuestra publicación elaboramos una primera caracterización del campesinado argentino, haciendo referencia a los bienes naturales necesarios para producir, entre ellos la tierra y la relación espiritual establecida más allá de los vínculos económicos. Ahora bien, lejos de visiones plenamente optimistas es posible afirmar que los seres humanos hemos poseído una relación armónica con los bienes comunes que se quiebra, en principio paulatinamente, y luego de manera creciente, desde los procesos colonizadores, con ocupación de los territorios y extracción de los bienes naturales en el siglo XV, luego con la Revolución Industrial del siglo XVIII y más acá en el tiempo con la denominada Revolución Verde.

Bajo este proceso, desde principios de los años ’50, se ha promovido el cultivo de especies para la exportación, la incorporación de semillas “mejoradas”, desplazando a las semillas atesoradas por los productores, el control de plagas en reemplazo del manejo integral de insectos y enfermedades, y la aplicación de fertilizantes sintéticos en vez del abonado natural e integral de los suelos. Este proceso fue propiciado e influenciado por las políticas públicas, por el accionar de los organismos nacionales de investigación y extensión agrarios – en Argentina las universidades y el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria – y por los organismos multilaterales – FAO, IICA-. No se trató de un proceso lineal, ni pasivo; los productores fueron y aún lo son, aunque cada vez con menos participación e involucramiento, protagonistas en los procesos de selección y adopción de las tecnologías.  Existen territorios específicos en los cuales a la problemática del acceso a la tierra se suma la dificultad de acceso continuo y estable en el tiempo a agua en cantidad y calidad suficiente. A las causas estructurales relacionadas con el clima pueden sumarse nuevos factores que inciden en la baja disponibilidad: el caso del cambio climático y la aleatoriedad en las lluvias, la competencia con los cultivos realizados bajo la modalidad de diferimientos impositivos – olivos, vid, etc.- y con otras actividades como la minería. Los productores llevan a cabo diferentes alternativas en la captación, almacenaje y distribución del agua. Se puede obtener de aljibes más la obtenida en las aguadas y la retenida en las represas individuales y colectivas del agua que se desliza luego de las lluvias.

En relación con el capital que poseen una vez más se destaca la heterogeneidad al interior de este tipo social. Tomando como ejemplo a los campesinos del distrito de Montecarlo, en Misiones, mientras que algunos solo poseen arados de palo y herramientas de mano – machetes, palas- otros poseen instrumentos de labranza, alambrados, animales de tiro y hasta tractores y camionetas. Respecto a las tecnologías mientras que en muchos casos estas técnicas e insumos son similares a los utilizados por otros actores como los productores familiares capitalizados y los empresarios, tal el caso de los plaguicidas o las semillas, que les son provistos por las empresas, al firmar contratos de producción, también suelen hallarse tecnologías típicas de productores campesinos con alto grado de obsolescencia, tal el caso de implementos de labranza. También se puede registrar la creación, recreación y adopción de las tecnologías denominadas apropiadas, es decir aquellas que se adaptan a las condiciones sociales, ambientales y culturales de los productores como las técnicas relacionadas con la producción y conservación de las semillas.

La carencia o privación de maquinarias los obliga bien a contratar el servicio, si poseen el capital, o a recibir el servicio por parte del Estado, lo cual implica acceder a un registro y esperar su turno, aspecto que muchas veces implica sembrar en épocas poco propicias. Por último, el escás de capital reduce su poder de decisión en el mercado, ya en la fase de compra de insumos como en la de comercialización, pagando más por aquello que adquieren y recibiendo un menor precio por sus productos – ejemplo lo cabritos-. Se subordinan así no solo frente al Estado sino a los agentes que operan en el mercado.

Respecto al trabajo, el rol asignado y las tareas desarrolladas por los integrantes de las familias se corresponden con la etapa que atraviesa el núcleo familiar (formación, consolidación o fisión), la cantidad de miembros, la edad de los mismos, la dotación de factores de la producción- que en el caso del capital le permite contratar mano de obra y el tipo de tecnologías empleadas.

De esta manera existen situaciones en las cuales la totalidad de las tareas productivas son ejecutadas por el grupo doméstico, mientras que en otros se complementa con mano de obra externa para cumplir determinadas actividades. Los productores se pueden comportar como expulsores de trabajadores hacia otros predios, zonas productivas y hasta provincias. La demanda de mano de obra externa al núcleo doméstico se hace más evidente en determinadas épocas del año, según el ciclo de los cultivos, máxime ante la migración de los hijos, el envejecimiento del grupo familiar y cuando se integran otras actividades como la comercialización en ferias.

Se evidencia tanto a partir de los comentarios de los productores/as, así como del aspecto general de algunos cultivos y del estado de la infraestructura una disminución drástica de los miembros de las familias, lo cual a su vez implica una carencia temporal o total de la oferta de mano de obra para la ejecución de las tareas que los sistemas productivos requieren. Esta disminución se vincula con la migración de los jóvenes hacia centro urbanos regionales o extra provinciales, dificultades en la organización familiar para la ejecución de las labores por la competencia con tareas extra prediales y en algunos casos acceso a la educación formal, aspecto que implica por un lado un cierto ascenso social, pero conflictos en la organización familiar.

Al analizar las tareas que hacen a la producción predial y reproducción del grupo doméstico, se observa que las mujeres son las principales responsables de las decisiones tomadas a diario tanto en los aspectos productivos y comerciales, cuanto en que se refiere a la crianza, educación, alimentación y cuidado de la salud de los miembros del grupo doméstico. Aunque el aporte de mano de obra femenina a la mano de obra total del predio es substancial, ya por la cantidad como por la calidad, se puede observar que se trata de un trabajo “invisibilizado”, no reconocido lo suficiente por lo cual no se lo valora en su justa medida.  La significación de la función productiva y reproductiva de las mujeres tiene un valor más allá de lo económico, destinado al bienestar de los miembros de la familia y la continuidad del grupo doméstico, con lo que se convierte en una gran responsabilidad, aunque muchas veces no se llegue a reconocer en su real magnitud.

Javier Souza Casadinho
javier@huellas-suburbanas.info