
08 Nov Dimensionar el valor de esto que somos
Por: Roberto Maydana
Columnista especial desde Cras Montana, Valais, Suiza
Muchas veces las cosas están tan cotidianamente presentes, que no las vemos. Y pese a que no son pocos los que son conscientes del presente y del valor material y espiritual de todo lo que los rodea, podemos coincidir en que en la mayoría de los casos la ausencia pone en valor la pretérita presencia: el perro que ya no se tumba a nuestro lado, la abuela que ya no nos pasa el mate, el grano en la punta de la lengua que de repente desaparece llevándose su molestia a cuestas.
Cuánto valoramos nuestra espalda cuando ya no duele. Después, con el día a día, nos olvidamos y solo recordamos su estabilidad, fuerza y valor cuando vuelve a doler, víctima de la humedad y el paso del tiempo.
El otro dia tuve que dejar de hacerme el sota y acudir al médico para que me chequee la rodilla, que dolía. El letrado determinó una posible distensión de ligamentos y sin dudarlo un instante me envió a hacerme una radiografía.
Sufrí. No porque le tenga miedo a las radiografías, nada más simple que ese trámite.
Sufrí porque vivo en Suiza y una semana después me llegaría la factura de pago.
Lo bueno de vivir en un país en el que la salud es privada al 100% es que, cuando te llega la factura de pago de una radiografía de rodilla, el dolor por la anteriormente mencionada parte del cuerpo desaparece instantáneamente, ya que el sufrimiento pasa directamente de la rodilla a la cuenta bancaria. 450 francos (Casi 200.000 pesos argentinos al cambio oficial) por una simple radiografía te ubican en tiempo y forma y te hacen recordar la importancia de lo que siempre dimos por sentado y de repente dejamos de tener.
No quiero ni imaginarme qué haré cuando tenga 82 años y deba operarme los dos ojos y se me rompa el dedo meñique del pie tras una caída. Eso le pasó a mi madre en Buenos Aires y la factura total que recibió fue de cero pesos al cambio oficial.
La inflación es el verdadero problema de Argentina. Y hasta me atrevería a afirmar que es el único problema. Y que el día que el político de turno lo pueda solucionar, todo lo demás empezará a ir mejor.
Mientras tanto, a la hora de votar, que la entendible rabia del día a día no nos lleve a elegir a los que pondrán un grano allí donde ni sabíamos que podía haberlo.