
06 Jun DESTINO
El trabajo es un motivo para vivir. La muerte, sin embargo, es el conjunto de todos los finales que una persona puede tener. El ser humano se dispone cuando tiene tareas a cargo, perfecciona su labor y, en el sacrificio, también sufre.
Este es el rondín de los que trabajamos desde siempre y al pasar de los días: Somos aquellos trabajadores que no estamos en el 14 bis de la Constitución Nacional. Por ende, somos los emprendedores. Somos aquellos que siempre vemos agua en la pileta. Somos los Autónomos aunque, en muchísimos casos, adolecemos de monotributistas. Y luego, recién entonces “El trabajo en sus diversas formas podrá gozar de la protección de las leyes”.
El trabajo dirigido se concibe en relación de dependencia.
¿Cómo se entiende entonces la relación de dependencia, según esas formas o según esas modalidades, en razón a realizar tareas por cuenta y orden del patrón? Respuesta: se entiende que el trabajador depende de su empleador desde lo técnico, desde lo jurídico o desde lo económico. He ahí una inevitable dependencia… la persona susceptible de salario obedece y a la vez depende. No así el trabajador libre de tal dependencia.
El artículo 14 refleja a los emprendedores que parecen solitarios y distantes a los destinatarios del artículo 14 bis. Sin embargo, ambos trabajadores confluyen. No olvidemos que “frontón” es una clase de muro que debe resistir. Respuesta a lo dicho: representamos, como frontón, al simple hecho de garantizar trabajo para un tipo de trabajador, y para el otro tipo… también.
En el mercado laboral todos trabajamos, y es eso lo único que debe importar.
Transpiramos la camiseta y ganamos nuestro sustento de vida. Con cierto orden, ¿se entiende?
Vivimos en un sistema social con trabajadores múltiples que, de un modo o de otro, invierten su tiempo y su dinero para retroalimentar este círculo de virtud y de felicidad. Se ve que todo cierra y que las cosas marchan mejor de lo previsto.
Eso es lo lindo en cualquier sistema social: trabajar, ganar el pan con el sudor de la frente, volver a intentar, arriesgarse y ganar… ser feliz y progresar. ¡Qué lindo…!
Para qué afligirse, así planteado… todo estaría en paz.
Es el Estado quien realmente vela por nosotros. El Estado somos todos nosotros. Nosotros Todos. No sobra nadie en él… éste no admite ningún faltante de personas porque el Estado siempre está. El Estado ha venido, toda vez que no se ha ido.
Es más, el Estado piensa quedarse a envejecer junto a cada una de nosotros, y eso vale. Cuesta y vale.
Por otro lado, la universalidad de valores en este nuevo milenio nos tendrá absolutamente libres de violencia, sanos de espíritu y limpios de frustraciones. Un panorama alentador en distendido reposo.
Lo fuimos logrando, vamos llegando a muchos de nuestros deseos. Nos hemos podido educar gracias al solidario temperamento que nos permite aprender.
Nos hemos capacitado, y pudimos competir: ganamos.
Tuvimos que decidir, adormecidos, acerca de los avatares del destino.
Tuvimos que percibir la recompensa por nuestros sueños vencidos.
Y en las postrimerías del camino, después de todo, entendemos que “Por fin nos hemos quedado solos”.