Del museo de la historia

Hacia los finales del siglo XX la humanidad se vio abrumada por trascendentes acontecimientos que presagiaron el final de un ciclo y el inicio de una nueva Era. Los historiadores discuten hoy y seguirán discutiendo si fue “La caída del Muro de Berlín” o de “Las Torres Gemelas” el fin exacto de la “Modernidad”. Lo cierto es que quienes sostenían que el socialismo, el marxismo eran la utopía, el mundo perfecto, el Muro de Berlín pone en crisis.

El concepto de “Democracia Liberal” trae aparejada junto al “Consenso de Washington” la imposición de la infortunada y maléfica “Globalización”.

A partir de allí proliferan anuncios, sentencias de variados personajes originarios del llamado primer mundo: tecnólogos y teorizadores prediciendo catastróficas consecuencias.

En esos días de indudable confusión se anuncia en forma categórica “El fin de la historia y la muerte de las ideologías”. Esta teoría desarrollada por Francis Fukuyama, un ignoto investigador yanqui de ascendencia japonesa tiene su origen en un artículo de su autoría, que luego convierte para su mayor divulgación en voluminoso libro en el que pontificó -Urbe et orbi- lo que el neoliberalismo pretendía realizar en el mundo.

En América Latina y en particular nuestro país -fiel reflejo de lo que sucedía con la socialdemocracia europea- nuestros “progresistas” se hicieron eco de la tesis del eximio pensador Fukuyama “del fin de la historia y la muerte de las ideologías”. La década del  90 guarda en el museo de la historia la incidencia que tuvo en nuestra patria los anuncios del ideólogo pro-yanqui.

El Menemismo, con total impudicia y desparpajo, asumió la tarea de adaptar a los nuevos tiempos el neoliberalismo que exigía el Primer Mundo. Relaciones carnales, privatizaciones y el sistemático entierro de instituciones y normas que en otro tiempo contribuyeron a la transformación política y social del pueblo argentino.

Hoy… 30 años después las extrañas piruetas de la historia que no perdona los errores,  nos impone a modo de castigo una suerte de regreso al pasado. La derrota del peronismo – derrota aún no explicada- da paso democráticamente al gobierno encabezado por Mauricio Macri, hijo dilecto del neoliberalismo enemigo de la política y la democracia. La nueva derecha Siglo XXI toma el Estado por asalto y con la inapreciable ayuda de los medios de comunicación hegemónicos, somete al ciudadano a un modo de vida “totalitario”, silenciando sistemáticamente las ideas del “populismo”.

El modelo económico, con la cofradía de ineptos que lo sostienen, va camino del fracaso. Los efectos del promocionado “cambio” hacen naufragar las economías regionales, se agudizan  conflictos que dan origen a un país desmembrado, dominado por la agitación impiadosa de una derecha que mira a las masas desde las alturas de su ombliguismo y que apela a la represión, dando un peligroso status a una fuerza policial no preparada para ejercerla.

El vértigo que el gobierno-Macri imprimió a la política durante año y medio de su mandato nos deja en total estado de impotencia.

Para quienes amamos las nociones de Patria Libre, Justa y Soberana el panorama es trágico; pareciera que los sueños de unidad continental, la América Latina que predico Ugarte luego Perón, hasta llegar al último intento en el Siglo XXI con Chávez y Kirchner, ha llegado a su ocaso. Por ahora, antes de lamentarnos al extremo de no pensar, tratemos precisamente de pensar la situación compleja y diversa a la que estamos enfrentados. Iniquidad, pobreza y desigualdad social. Vivimos un estado de decadencia progresiva que nos lleva a aceptar lo inaceptable. Es hora de obligarnos a repensar lo hecho y a la luz de nuestros errores, repensar el presente e intentar mejorar el futuro. Buscar la posibilidad de transformar, modificar, revisar pensamientos con libertad autonomía y apertura mental. Necesitamos pensamiento, idea y práctica -Idea y Praxis-. Estamos convencidos de que éste es el punto de partida para que el peronismo esté a la altura de su responsabilidad histórica.