De un personaje olvidado

Estamos a cuarenta años de un hecho histórico que nos conmueve por muy diversos motivos. Más allá de la siempre condenable aventura de un grupo de criminales genocidas, encabezados en la práctica, por un alcohólico sin cura.

Un hecho histórico al que queremos reivindicar por sus muertos y sus héroes sobrevivientes dañados física, económica y .principalmente- psíquicamente por la sinrazón de la guerra. Y las razones de que “las Malvinas fueron, son y serán siempre argentinas”.

Hemos ido sabiendo de muchos detalles que olvidaron los mentirosos que hicieron “la crónica del triunfo” hasta pocos días antes del doloroso 14 de junio. Y así se ha conocido sobre las “enfermeras de Malvinas”, sobre los “combatientes de última hora” (que no recibieron el aviso del cese de combates)….

Lo que sigue sin salir a la luz suficientemente es la historia del gaucho Rivero. Quien dio el nombre en las primeras horas de la recuperación del llamado Puerto Stanley al que luego sería llamado (por aquellos pocos meses) Puerto Argentino. Esa localidad (un pequeño pueblerío, en realidad) se había llamado Puerto Rivero.

Antonio Rivero (el “gaucho Rivero”) fue un oscuro protagonista de una epopeya “non sancta”, luego de que “la Armada de su Graciosa Majestad”, el 3 de enero de 1833 desembarcase en Puerto Soledad y expulsase al gobernador Luis Vernet y su equipo, tomando posesión del archipiélago.

En agosto del mismo año, Rivero con un grupo de sus compañeros se rebeló contra las fuerzas de ocupación (que en realidad habían dejado a las y los trabajadores bajo la atenta mirada de algunos de sus esbirros). Asesinando a cinco de los subordinados a “las nuevas autoridades”, arriando la bandera inglesa y levantando como propia la bandera argentina.

La aventura duró poco, porque además las autoridades de las nacientes Provincias Unidas del Río de la Plata no se enteraron del hecho. Un evento casi anecdótico, teniendo en cuenta el número reducido de los rebeldes.

Tal vez sólo ocho. Quizá cinco de ellos charrúas. Todos analfabetos y personas habituadas a ejercer la fuerza para defender su vida y sus escasos derechos. De esta parte de la historia habría sido testigo el mismísimo Charles Darwin, por ese entonces un viajero ocupado “en espiar” el continente sudamericano.

Cuando vuelven a las islas los marinos ingleses y norteamericanos que apoyaban a los pesqueros de esas banderas en la zona, los “personajes nacionales” son apresados. Denunciados por el ex gobernador Vernet (horrorizado por el asesinato de sus cinco empleados “leales”). Tal vez Luis Vernet ya había olvidado la afrenta de la ocupación en función de que podía seguir realizando algunos de los negocios que lo habían llevado a las islas, antes de 1829.

No hay suficientes fuentes confiables sobre el destino de los sublevados, quienes no habrían sido juzgados por los británicos por razones confusas, pero algunos habrían recuperado su libertad en Montevideo. Y del mismísimo Gaucho Rivero poco se sabe.

Aunque otra historia habla de que habría muerto en combate en “Vuelta de Obligado” en 1845.

Tal vez más un símbolo que otra cosa, lo notable de Antonio Rivero es su decisión para enfrentar la explotación (a que cada día más los sometían los socios invasores de su ex patrón Vernet) y su capacidad de articular esa lucha con un principio patriótico que otros no habían tenido.

Un antecedente que, en cambio, no es menor.

La figura de Rivero se agiganta cuando recordamos que su actitud (y la de sus compañeros “de armas”) no puede compararse con la de algunos de “sus conciudadanos”. Los que olvidaron pronto el hecho de la usurpación, en vista de que los agresores les permitían seguir comerciando con ellos y les facilitaban sus operaciones mercantiles.

Lo que puede permitirnos analizar (a quienes preferimos una historia auténtica e integral, a unos románticos lagrimones periódicos) que también en 1982 hubo quienes se asustaron de la recuperación porque podía significar el fin de sus negocios con los amigos socios del norte.

Hay otras medidas significativas, a las que algunos gobiernos se animan (y otros ni por casualidad).

A los genocidas no se les ocurrió que la medida definitoria del conflicto hubiese sido la expropiación de las extensas estancias inglesas patagónicas y de todos los negocios de la corona inglesa en nuestro país. Para luego hacer lo mismo con las yankis.

Tal vez al gaucho Rivero, sí…

Y por eso tal vez sea conveniente difundir algunas acciones actuales, como la sanción de esta Ley provincial 852 de la provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur (agosto 2011).Y velar por su cumplimiento y ampliación.

Edmundo Mario Zanini
eduardo.zanini@huellas-suburbanas.info