De las aulas container a “el último vagón”

La creatividad humana es a todas luces inagotable. No son pocos los territorios culturales en los cuales desarrolla la capacidad de producir, ligada con la inventiva de llevar a cabo diferentes acciones, unas trascendentes y otras no tanto, las cuales muchas veces nos dejan con la boca abierta, o “chupando un palo, sentados sobre una calabaza”, cuando no totalmente desconcertados o llorando de la emoción.

Hace pocos días, luego de seguir una recomendación, vi una película mexicana que me transportó a un universo romántico. La obra expresó la capacidad de educar a niños y niñas en condiciones y contextos marginales. Capea muchos temporales que hacen triza a todo. La película: “el último vagón” (E. Contreras, 2023) desarrolla la trama de explotación que sufre una comunidad de trabajadores ferroviarios. Muchos de los que fueran viejos vagones son ahora habitaciones y escuela para los hijos y los trabajadores. Entre los adultos, reina el analfabetismo, pero no desisten en que sus hijos puedan aprender a leer y escribir, para luego estudiar lejos de allí.

La película destaca, en particular, el rol y la autoridad que tiene para los trabajadores y sus hijos una maestra, quien trae a la escuela a los niños, estimulando el aprendizaje con el claro propósito de que puedan elegir otros rumbos y ser “lo que quieran ser”.

Es notable cómo el contexto puede cambiar las determinaciones, los hombres deben de hacerse de materiales en condición de descarte para convertirlos en piezas útiles.  Así, los vagones son las aulas que alojan a los niños para educarlos, también es la casa de la maestra-directora. Más allá de la situación de desinversión en las condiciones de marginalidad, se logra que el mensaje pedagógico horade la piedra y trascienda imposibles, haciendo de ello algo posible.

Quizás no pocos recuerden que a partir de 2014 en la Ciudad de Buenos Aires, y hacia el 2015 en la Provincia de Buenos Aires, hubo una situación de emergencia que es paradójicamente crónica. Resultó paradójica pero real, tratándose ambos de los lugares más ricos de nuestro país. La decisión se tomó ante la crisis de vacante, y consistió en establecer un lugar para ubicar a uno de los derechos esenciales de los hombres: el de educarse. No escapa también que se depositaron allí alumnos y maestros que concurren a escuela estatal. Las “aulas container”, cuyo formato propongo volver a mirar en varios portales de noticias e imaginarlas como lugar para las enseñanzas y los aprendizajes, especialmente en los cada vez más largos ciclos lectivos escolares.

Así, uno de los “logros” de la no inversión educativa termina siendo esta perspectiva de gestión pensada para quienes “caen en la escuela pública” en lugares donde la pobreza sostenida es fruto de la gestión. Dejo a criterio de los lectores poner en relación toda la gama de problemas que son fruto de la desinversión y que “estallan” en las jurisdicciones. No dejan de ser parte de las “transformaciones anunciadas” que no se detienen.

En síntesis, los contextos contienen situaciones variadas, muchas ocultan también las superaciones, aunque las regresiones apuestan a que con el tiempo se olviden. En el último vagón podemos ver cómo muchos niños pobres pueden llegar a la universidad, y fue central en ello la tarea de la maestra. Sus alumnos serán educadores, funcionarios, agrónomas. En nuestro país no resulta extraño encontrar algunas perspectivas y acciones que auguran lugares de descarte y, que a la manera de una profecía auto-cumplida, intentan negar las posibilidades que muchos niños pobres tienen para que, con un Estado presente, puedan ser. Así, por ejemplo, llegar a la universidad si lo desearan.

Eduardo Marcelo Soria
msoria@huellas-suburbanas.info