
25 Ene Cuando el “Cambio” implica bajar la persiana de tu negocio
Un recorrido por el corazón comercial de Morón centro
Algunas veces, el ejercicio de caminar y conversar, indagar y testimoniar desde la franqueza que otorga la confianza entre iguales, puede ser tanto o más útil que el supuesto profesionalismo de instituciones, públicas o privadas, destinadas a relevar datos de nuestra más cercana y cotidiana realidad.
A lo largo de una jornada, decidí adentrarme en un pequeño relevamiento sobre una muestra cercana al centenar de comercios en un radio que comprende las calles Entre Ríos, San Martín, Avenida Rivadavia y República Oriental del Uruguay, en lo que puede considerarse el casco comercial de Morón centro-sur.
Lo que los testimonios muchas veces mezquinan por diversas razones, las imágenes complementan a la perfección: Decenas de locales en alquiler o que han quedado desocupados, muchos de los que están actividad presentan múltiples ofertas de descuentos (en algunos caos que llegan hasta un 75% por la compra de una segunda prenda), a causa de que “no estamos vendiendo nada”, según confirmó un comerciante. Otro, más taciturno en su actitud, dueño de un comercio de indumentaria masculina ubicado sobre calle San Martín, aseguró que en lo que va del mes de enero, no facturó “ni una camisa”. Aclara que “ante la merma de presupuesto” del grueso de las personas, su única expectativa radica en “un buen febrero y marzo por la venta de medias, camisas y pantalones para el año escolar”.
Tres almacenes de barrio redujeron su horario de atención, uno de ellos con más de 30 años de permanencia en una añosa esquina y luego de haber tenido que reducir su personal, que era de tres empleados hasta finales de 2016 y ahora se limita a uno solo. Tras cartón, y producto de los permanentes asaltos que padecen los negocios por esta zona, atienden a puertas cerradas, y el cliente debe tocar un timbre para que le abran la puerta. Otro de los almacenes mencionados, es trabajado por una pareja de jóvenes cuyas edades van de los 27 a los 30 años; decidieron atender sólo hasta el mediodía y el resto de la jornada cocinan desde su hogar “para rebuscárnosla de algún modo”, indica el joven, un entrañable vecino de sólo 30 años de edad.
Tampoco escapa a la crisis el rubro peluquería. Sergio, un peluquero con 35 años ininterrumpidos de trabajo en el mismo local, está evaluando seriamente cerrar y tratar de trasladar algo de su tradicional clientela a su casa (cuestión que le resultará difícil, puesto que vive a más de 20 cuadras de su lugar de trabajo, y en este rubro no es sencillo trasladar clientela habiendo tanta competencia en zonas cercanas), ya que “los aumentos en los servicios, del alquiler, de la nafta para el auto, no se detienen y me cuesta mucho afrontarlos”. Un dato tan curioso como interesante: Mientras aguarda por el ingreso de un cliente, Sergio me insiste con que “voté por un Cambio, y el Cambio resulta que nunca llega. Te prometen que en seis meses, que el año que viene, pero el único cambio que estoy sufriendo en lo concreto, es que después de 35 años me veo obligado a pensar en cerrar este local”. Añade, como un síntoma de época, que “los que estaban antes se robaron todo; es cierto que a mí me fue bastante bien, incluso me pude comprar una casita de veraneo en Santa Teresita durante aquellos años, pero hacía falta un cambio, mi amigo… pero está claro que no como éste que están ejecutando”.
Dejé las zonas más periféricas por así llamarlas, del radio escogido para este informe, y comencé a incursionar por el vasto centro comercial que se aglutina entre las vías del FF.CC. Sarmiento y Nuestra Señora del Buen Viaje, entre San Martín y 9 de Julio. Allí la situación es más explícita en cuanto a ofertas desesperadas, otras liquidaciones no por temporada sino por cierre definitivo, y la crisis latente al interior de las galerías comerciales que distinguen desde antaño a Morón centro.
Conversé en una de las mismas con un par de comerciantes y con la encargada de limpieza. Uno se animó y confesó “tenemos margen porque ganamos mucho durante varios años, acá se comercializaba bien y a toda hora, pero estamos vendiendo cada vez menos. No sé qué hacer para no tener que despedir a las chicas (ese comercio, una zapatería, cuenta con 3 empleadas jóvenes, de entre 20 y 30 años de edad). Otro de los que se arrimaron a la tertulia espontánea, de la galería cuyo acceso principal está ubicado sobre calle 25 de Mayo pero que tiene comunicación y salidas también por galerías hacia Rivadavia, Belgrano y Almirante Brown, asumió que “esto no es lo que muchos esperábamos. Voté por el Cambio en 2015 y 2017, pero ahora ya no sé qué hacer. A los otros ni loco (en referencia a los integrantes de la gestión gubernamental anterior), pero estos te mienten en la cara todo el día”. Me pasaron un dato a tener en cuenta: Hay cuatro locales a punto de cerrar sólo en dicha galería comercial, y de las 30 oficinas que posee en planta alta, hay 6 en venta y otras 6 en alquiler “y como está todo tan parado, no se las pueden sacar de encima” me indica, al oído y con picardía, la encargada de limpieza y mantenimiento del lugar.
Eso sí: el discurso del “Cambio” se desmorona más allá de lo que supuse a priori, pero también quedó en evidencia que en su momento sostuvo una efectividad arrasadora entre este segmento social. Y la instalación de una especie de “fobia” contra la gestión anterior –tanto nacional como municipal- sigue inalterable, aún reconociendo que en aquellos años les iba mejor que ahora.
Un tatuador me comentó que “me quería matar, nosotros solemos tener buenos meses de trabajo en la previa al verano o durante el mismo verano: en diciembre no logré hacer un solo trabajo. Está claro que esto es un ´gusto´ que en tiempos de crisis, lógicamente es lo primero en descartarse” expresó con pleno dominio del contexto socioeconómico que toca atravesar.
A todo esto, se abrió con moderadas expectativas una cadena de comidas rápidas frente a la plaza San Martín, y muy recientemente una cervecería artesanal a escasos 100 metros del mencionado espacio público. Se trata de comercios del rubro gastronómico orientados a un público mayoritariamente joven y de la amplia clase media de la zona, que se ven beneficiados al menos de momento por el “boom” de la novedad, por lo tanto, marchan más que bien en concurrencia y ventas.
El resto de las escasas aperturas comerciales son rotiserías o pizzerías familiares, muchas de ellas emplazadas en el garaje hogareño o en locales pequeños para trabajar solo por la vía del reparto a domicilio. En algunos casos, la respuesta no tarda en revelarse: “Con la indemnización de mi marido decidimos invertir en estos hornos y trabajar toda la familia para pelearla juntos”.
Claro que con empleos dignos y registrados, se podría transitar un sendero mucho más amigable para con estas personas, sin esta necesidad de tener que apelar a esfuerzos familiares y a creatividades varias, sencillamente para sobrevivir.
Lo que te ocultan las instituciones gubernamentales y los grandes medios de des-información lo tenés delante de tus ojos: con buena voluntad, y producto de algunas charlas amenas, aflora este cuadro de situación en una certeza más que contundente.
Queda, como consejo gratuito para las dirigencias políticas trabajar un pequeño “problemita” de fuerte predominancia entre estos ciudadanos: Si bien se manifiestan mayormente decepcionados con las políticas actuales, se muestran reacios al esquema sociopolítico aplicado por la gestión anterior.
Emerge, entonces, un escepticismo marcado, algún que otro resabio de añoranzas de tiempos donde regían los autoritarismos en el país, y en definitiva un gran río revuelto, del cual estará por verse cuál es el sector que se cobra la ganancia…