Cristina, sola en multitud

El fiscal que interviene en la causa sobre supuesta corrupción ha pedido 12 años de prisión e inhabilitación perpetua para el ejercicio de la función pública para Cristina Fernández de Kirchner, acusándola de liderar una asociación ilícita, que supuestamente encabezó junto al empresario Lázaro Báez. Le toca, ahora, al Tribunal Oral Federal N°2 dictar sentencia, condenando o absolviendo durante el 2022, cuando terminen los alegatos de la defensa.

En el mismo combo, se la acusa de asociación ilícita: haber coordinado y organizado una banda de empresarios que le servían como testaferros. Pero nada se probó. ¿Juicio sin prueba? En la facultad de derecho pondrían un 1 a quien afirme algo así. Para decirlo en criollo, del dicho al no-hecho. Esta ficción insustancial que se montó tiene varios objetivos, a saber: Cristina como tal, vedada de ser candidata a presidenta el año próximo, pero también el juicio como producción de la verdad que une a la gente.

En el caso de que Cristina sea condenada, seguramente la causa se revisará en una instancia superior, haciendo que la sentencia no quede firme, ya que no se agotaron todos los recursos de la defensa, dilatándose así más tiempo el proceso. La defensa sostiene y, paradójicamente prueba, que no hay pruebas y que se trata de una persecución política. Inclusive sostendrá que se plantearon cuestiones que nunca habían sido planteadas, violando el derecho constitucional a la defensa en juicio.

Justicia, política y diferentes enfoques

Podríamos decir que en los últimos años la justicia se ha vuelto un lugar común de los políticos; complicado decir desde cuándo, ya que en cualquier momento de la historia nos encontramos este cruce. La justicia aparece, en términos históricos, como una arena de pelea y de posicionamiento, pero no como una tonta pelea por el poder, sino como un espacio casi imposible de clausurar. Desde este punto de vista, un mero comunicado oficial no pareciera ser suficiente para defender a Cristina de un horrible embate. La historia de la relación entre el peronismo y la justicia es bastante particular, ya sea con alianzas como con traiciones. Pero pondré más el acento en el rol de los medios de comunicación que en la justicia en sí.

¿Cristina y Alberto Fernández, tienen la misma relación con el Grupo Clarín? ¿Tienen la misma posición respecto a la justicia? A la primera pregunta, podríamos decir que no, y quedó claro en la carta que escribió después de la derrota electoral, pidiendo directamente la renuncia de un funcionario que estaba activamente trabajando con el multimedio contra Cristina. La pregunta es muy clara: ¿cómo se pueden compatibilizar intereses tan opuestos sobre lo mismo? Con pragmatismo, volviendo la realidad muy pobre y la política en un tropiezo tras tropiezo.  Respecto a la segunda pregunta, sobre la justicia, habría que revisar si tienen una mirada compatible también, si no resulta que ven dos cosas distintas sobre lo mismo. Cristina ha hecho de los juicios una forma en la cual consiguió que la gente creyera en la justicia, mediante la condena de los delitos de lesa humanidad ocurridos en el genocidio comenzado en 1976. De este modo, parece que Cristina tiene una noción distinta sobre la Justicia, no adicta al poder ni mucho menos, sino jugándose por su institucionalidad mediante el juzgamiento para restablecer (o fundar si no las hubiera) relaciones éticamente saludables para la gente. Alberto Fernández, ante el flagrante robo macrista, sólo se posicionó… y no mucho más. Pareciera que nuestro presidente preconiza un derecho penal liberal, donde el cuerpo humano circula con relativa autonomía e igualdad, y en caso de que eso no ocurra se debe luchar por ello. El acento está puesto en lo que se puede y debe hacer para respetar las libertades de las personas. Esta noción absoluta de la justicia no es auténticamente valiosa, sino con un falso brillo.

Este escenario me hace preguntar, en resumen, sobre la posibilidad de que Cristina, conductora de millones de esperanzas argentinas, pueda estar atada a una situación de excesivo pragmatismo, que no permite que emerja lo nuevo. O, decirlo distinto: me pregunto si Cristina, acaso, está sola en multitud.

Mauri Delpir
Mauri.Delpir@huellas-suburbanas.info