
09 Ene Crímenes y condenas
Se está realizando el Juicio por el homicidio de Fernando Báez Sosa, conocido como el «crimen de los rugbiers». Y a partir de allí se desatan una serie debates: ¿Que diferencia a este crimen de otros homicidios? ¿El Rugby tiene algo que ver? ¿Hay elementos patriarcales machistas en los agresores? ¿Hay una ideología racista en mezcla con un odio de clase hacia el pobre?
¿Y la condena cual debería ser, más allá de la letra muerta del código penal? ¿Tienen algo que ver las respuestas a estas preguntas?¿Y cuál es el objetivo de la condena?
Qué tipo de crimen es este
Lo primero que hay que decir es que este delito no tiene móvil económico o sea no había intención de obtener un beneficio pecuniario. Tampoco es un asesinato “interpersonal”, esto es cuando víctima y victimario tenían una relación anterior. En estas dos categorías mencionadas entran la mayoría de los homicidios.
Evidentemente este es un crimen de odio con componentes clasistas y racistas, y fue planificado y ejecutado para “disciplinar” a los “pobres” y “morochos” que se creen que tienen derecho a concurrir a lugares donde “blanquitos” de clase media se divierten.
El solo hecho de que al crimen se lo conozca como “el de los rugbier” es un problema para todo aquel que practica ese deporte y rechaza conductas asesinas.
Agustín Pichot ex capitán de Los Pumas lo expresó en forma autocritica, así: “El rugby naturalizó muchas cosas que estaban mal. No son los valores. Naturalizamos que en un bautismo te caguen a trompadas, que te muerdan hasta que no te puedas sentar, a mí me pasó». Para ser un poco indulgentes con el rugby, hay que decir que las hinchadas de futbol también han, en muchos casos, naturalizado la violencia con consecuencias trágicas.
Además de lo que dice Pichot, se podría agregar que el rugby argentino, aparte de idealizar cierto perfil de “Macho violento” en muchos clubes se ha enquistado un discurso de clase social que se podría ejemplificar como “los negros juegan futbol” “nosotros jugamos rugby”.
Para analizar este caso desde el punto de vista de crimen del patriarcado cometido por “Machos violentos” habría que poner en el análisis que para varios cultores del machismo, atacar entre varios a alguien es de cobardes y la pelea debería haber sido “Mano a mano” entre ofensor y ofendido.
Si se quiere ampliar más el campo de visión se podría incluir esta frase que, José Luis Lanao publicó en una nota en Página 12. “Vivimos en una permanente banalización de la violencia. No penséis que el mal y su banalidad se ocultan en criaturas “extraordinarias”. El mal, hasta el más infame, se puede cobijar en la estructura física y mental de un ser banal y normal.
La condena y la pena
Como venimos analizando hasta ahora el crimen de corte “fascista” merece para el conjunto de los ciudadanos progresistas y democráticos una condena ejemplar. ¿Ahora el ejemplo es para quién?, porque aquí no hay ningún “extraño y excepcional” a quien sancionar. Estos muchachos son un producto de una sociedad egoísta, individualista y reaccionaria.
¿Y quién es el que los condena?
Un aparato burocrático al que llamamos justicia, producido por la misma sociedad que engendro semejantes criminales, es el encardado de sancionar estas conductas.
Por esto es que el mejor resultado de este juicio sería un grado de reflexión profunda que lleve a la no repetición, para lo cual si bien hace falta una condena judicial firme no es ni de lejos lo más importante.
En este marco la demagogia punitivista, generalmente de derecha, reclama prisiones de por vida, y crueldades varias. Hay que repetir entonces hasta el cansancio que una de las grandes conquistas de nuestra nación, ha sido y es su lucha contra la pena de muerte y la tortura.
Es más: en muchas de las sociedades, la privación de la libertad como única pena posible está siendo cuestionada.
Entonces, en un sistema como el nuestro, en que una pena perpetua puede durar 50 años, es menester buscar la condena pero no “enamorarse” de la pena. Mas cuando el sistema da asco por donde lo mires.