Conjeturas y certezas

El quinto aniversario de Huellas Suburbanas llega en el marco de una elección, que puede resultar bisagra para la salud de la Nación.

 Creo que ni el más pesimista entre el público lector de esta publicación, imaginó allá por agosto del año 2014, que apenas un lustro después nos iríamos a encontrar sumidos como sociedad en el umbral de un quebranto institucional, nacional e incluso moral.

Es que, a pesar de varios cimbronazos económicos y reiteradas corridas cambiarias –orquestadas por amigos y socios de quienes hoy rigen los destinos de nuestro país – en tiempos del inicio de “Huellas”, el pueblo aún proyectaba con la mirada enfocada hacia un futuro no demasiado lejano. Pero con vivienda nueva, o renovada. Cuotas accesibles, financiamientos del Estado en múltiples rubros, decenas de antiguos merenderos que habían logrado reconvertirse a espacios culturales, de recreación y formativos para todas las edades. Y ello a causa de que vastos sectores de la ciudadanía más empobrecida y marginada por el “espíritu” del capitalismo, había vuelto a comer en sus hogares, en familia, con la dignidad del trabajo, mínimamente la changa asegurada, o incluso con la tutela de la ayuda social que aquel “lejano” gobierno garantizaba.

No había presos políticos. Los deleznables grandes medios de comunicación se atrevían a faltarle el respeto –implacable y diariamente- a la investidura presidencial y a buena parte de sus funcionarios, y nadie los censuraba. La oposición deliberaba –y operaba- tranquilamente, dentro y acaso fundamentalmente fuera del país. El diálogo era posible, sólo que no era conveniente para los operadores del establishment.

¿Quién podía suponer, allá por agosto de 2014, que los niños y niñas en edad escolar, que se alegraban al recibir sus notebooks para irse a estudiar, y por qué no a divertirse también en sus hogares, acaso con un tazón de leche y galletitas sobre la mesa, hoy irían a ser “reemplazados” por “otros” niños y niñas –en muchos casos, son los mismos- que piden zapatillas o llevarse para compartir con sus hermanos las sobras de las raciones alimentarias que les otorgan en las escuelas?

¿Quién podía suponer que Sandra Calamano y Rubén Rodríguez irían a volar por los aires a causa de un escape de gas, mientras intentaban prepararle el desayuno a los pibes y pibas que minutos después llegarían a esa modesta escuela de Moreno, abandonada en su mantenimiento estructural a causa directa de la desidia y desfinanciamiento educativo realizado por la gobernadora María Eugenia Vidal?

¿Quién podría haber imaginado el trágico destino para un joven solidario e idealista como lo fue Santiago Maldonado?

¿Quiénes, cinco años atrás y apelando a la buena memoria, habríamos estipulado que volveríamos a yacer atados de pies y manos a los inhumanos designios del FMI?

Y lo que es más doloroso, aún. ¿Cuánto nos habremos equivocado como sociedad, para contribuir e incluso tolerar habernos hundido hasta la ciénaga del presente que transitamos, y del cual buscan impedirnos emerger?

Frente al panorama cotidiano, que se puede apreciar en la calle, en los barrios, en los medios comunitarios, mas casi nunca en los grandes medios corporativos y maestros en desinformar y encubrir el saqueo neoliberal en pleno desarrollo, estamos llegando al desenlace de un proceso electoral clave para la Argentina y muy significativo para el tablero político-financiero del Conosur.

La mayor “confianza” que conserva el oficialismo (léase, para no dejar dudas, el Pro, la Coalición Cívica y la parte vergonzante del radicalismo) ancla en la sofisticada ingeniería multimediático-judicial para instalar un panorama que no sea exactamente el auténtico. Y todo el abanico opositor insiste en objetar al, curiosamente falible, software que implementa la muy cuestionada empresa Smartmatic, a pedido del gobierno nacional, para el conteo electoral.

Doblemente curioso es que, a pesar de los reiterados reclamos del conjunto de la oposición política, y sobrados fundamentos de expertos informáticos al respecto, el oficialismo haga oídos sordos y se encamine a aplicar ese mecanismo para el escrutinio del próximo 11 de agosto, contra viento y marea.

¿Alguien imaginó, cinco años atrás, que iríamos a tener que luchar en amplia desventaja contra las artimañas cuasi fraudulentas del neoconservadurismo recargado, que hemos vuelto a permitir que comande, con mano de hierro, los designios nacionales?

Y como la política, dicen los que saben, es la dinámica de lo impensado: Atravesemos a como dé lugar (no hay error en mi expresión) esta pesadilla, para que dentro de otros cinco años podamos, quizás, editorializar desde otro contexto de país, más venturoso, con las esperanzas renovadas, y con todos nuestros compatriotas ejerciendo el muy básico derecho a comer y desarrollarse con la mayor dignidad posible.

Daniel Chaves
dafachaves@gmail.com